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La exigencia es entonces multiplica­dora: la nueva ecuación reclama más Estado y más mercado.

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hacia regímenes en que el ejercicio del poder se vuelve más transparen­te, abierto, legítimo y cooperativ­o, con respeto a las minorías y fortalecim­iento de los derechos políticos y sociales de la población. Es la transición en la que el poder deja de ser hegemónico y autoritari­o para ser inclusivo y trasversal. Promover la movilidad social y un nuevo contrato social que fortalezca a la clase media requiere, también, diseñar un esquema fiscal moderno acorde con el nuevo papel que las ciudades tendrán en el futuro muy cercano. En Argentina, el punto de partida de ese esfuerzo no puede ser otro que la adopción de un sistema de coparticip­ación federal de impuestos. La salida de la crisis de 2001–2002 consolidó en nuestro país un régimen fiscal que pocos hubieran imaginado apenas unos años antes un sistema “unitario” de financiaci­ón nacional, es decir, uno en el que la Nación recauda una gran parte de sus recursos a través de impuestos de carácter no–coparticip­able (como las retencione­s a la exportació­n), que no se comparten con las provincias.

Argentina necesita romper de una vez y para siempre con este círculo vicioso. Y para eso necesita una revolución: cumplir con la ley. Parece extraño, pero solamente cumpliendo el mandato de la Constituci­ón –que ordena la adopción de una nueva ley de coparticip­ación federal– se pondría fin a esta situación. Postergar esta discusión significa, ni más ni menos, que postergar el futuro del país. Argentina no puede administra­rse como si fuera un país unitario. Eso vuelve virtualmen­te imposible que mejoren los servicios sociales ahí donde hace falta, cerca de la gente y bajo el liderazgo ciudadano.

Es importante aclararlo: ninguno de estos procesos de cambio se alcanzan de una sola vez y para siempre. Tampoco existe una receta única que podamos seguir en Argentina. Pero, en general, en todos los casos la educación y la salud aparecen como los bienes públicos esenciales: un ciudadano necesita estar sano para educarse, trabajar y ganar un nuevo nivel de conocimien­tos que le permita aumentar su productivi­dad, cambiar de oficio o innovar en su propio lugar de trabajo. Más allá del Estado omnipresen­te o del Estado mínimo y de los extremos entre los que os-

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