La brecha entre ricos y pobres está en aumento en los principales mercados emergentes.
cilaron el comunismo y el capitalismo liberal durante el siglo pasado, es innegable que la tarea del Estado en el siglo XXI será más desafiante y compleja. En el futuro necesitaremos con frecuencia más Estado y más mercado, al mismo tiempo, para encarar con éxito estas transiciones hacia un país de clases medias activas y con capacidad de innovación.
LA ERA VELOZ. Es sorprendente, casi mágico, lo que está sucediendo con los desarrollos tecnológicos en este siglo XXI, y aunque suene a película de ciencia ficción, es imposible predecir los límites que cruzarán pronto la inteligencia artificial y la robótica, y como modificarán la vida cotidiana. Pero el hecho de que sea más difícil pronosticar el futuro no debería ser leído como un mal augurio. Si la incertidumbre no es buena en términos de organización económica, en otras materias genera esperanza y estimulación. Así es: la tecnología nos permite augurar con convicción que el futuro nos encontrará con una sociedad civil más activa, abierta y globalizada. Sin embargo, la misma tecnología que nos potencia y nos obliga a repensar la dinámica, también nos pone ante un reto gigante para ser más transparentes y claros. La revolución informática nos fortalece y nos exige de la misma manera. Creemos tanto en la tecnología como en las posibilidades que ella nos brinda, y nuestras ideas nacen en esta tierra fértil que invita a pensar e intentar mejorar. En definitiva, es un momento clave para estar atentos y despiertos. Aunque, claro, el escenario tecnológico y cultural se forma con la estructura económica que moldea a la sociedad. No se puede pensar a ninguno de estos tres soportes sin el otro. El gran salto cualitativo del flujo de la información y la comunicación tuvo una influencia decisiva en la imposición del capitalismo moderno, y sobre todo en la forma que este se fue adaptando a los panoramas cambiantes. Si hasta finales de los años ochenta había dos sistemas políticoeconómicos en debate, la caída de la Cortina de Hierro ha terminado con las grandes dicotomías, generando una sutil escala de grises más difícil de definir.
Para la tecnología, traspasar muros es mucho más simple que, para los humanos, saltarlos.