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“CORRUPTO”

- Por EDI ZUNINO * * PERIODISTA.

Juan Manuel Ducler, hijo del fallecido Aldo Ducler, está ofendido conmigo porque llamé "corrupto" a su padre en la televisión. Tiene derecho. Y más aún al dolor ante tamaña pérdida. Por eso lamento doblemente que, dadas las circunstan­cias, sea necesario recordar que, más allá del papel de Aldo Ducler en la polémica triangulac­ión de los fondos de Santa Cruz a pedido de Néstor Kirchner, el financista debió pagarle 1,2 millones de dólares al Estado norteameri­cano por una operación de narcolavad­o. Al recuperar el dinero tras un acuerdo de partes, Estados Unidos decidió no ocuparse de la culpabilid­ad o la inocencia de Ducler (el fiscal del caso estaba seguro de lo primero). Los muchachos del Norte son prácticos y, plata en bolsa, decidieron prestar más atención a otros más de 100 pesos pesados metidos en la maniobra, más pesados que Ducler.

Pero acá no se trata de Ducler o no Ducler. Los nombres son secundario­s. Como él antes y los Fariña o Elaskar más cerca en el tiempo, la política siempre estuvo (y sigue estando) rodeada de oscuros agentes financiero­s que se ocupan de hacer circular plata negra sin importarle­s de dónde viene.

Hace unos días, después de visitar Brasil para enterarse de las alternativ­as del Lava Jato, el experto en campañas electorale­s Samuel Issacharof­f (ex asesor de Obama, entre otros) dijo: "En la Argentina es imposible organizar una campaña dentro de la ley. Le falta organizar el financiami­ento, por lo cual de alguna u otra manera todos son corruptos".

A diferencia de lo que ocurre en los EE.UU. e incluso en Brasil, la Argentina recién tuvo la sanción de una Ley del Informante en noviembre del año pasado. Y, siete meses después, aún no ha sido reglamenta­da. No sería paranoia suponer que las actuales autoridade­s, antes de que entre en vigor, quieren asegurarse de que el citado Lava Jato no haga estragos en la credibilid­ad de la familia presidenci­al, cuya empresa constructo­ra fue contratada por los K y se asoció a la coimera Odebrecht en varias obras públicas sospechada­s.

Tiene razón Issacharof­f: hasta que no haya una legislació­n creíble tanto para el financiami­ento de la política como para sancionar a quienes se aparten de ella, la cuestión será ocuparse de la corrupción de los de antes y sentarse a esperar los escándalos de los de ahora cuando carezcan de poder.

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