Memoria del presente
Esta semana se cerró un ciclo en la intimidad de una familia: a los 84 años, tras una dura enfermedad neurodegenerativa, murió Norma Marotti, madre de José Luis Cabezas, el fotógrafo de NOTICIAS asesinado hace dos décadas en Pinamar, por sus fotos del oscuro magnate Alfredo Yabrán. La partida de Norma completa un periplo de lucha pero también de dolor, que en 2010 se había llevado al padre de Cabezas, quien murió a los 77 por una afección cardíaca seguramente agudizada por la angustia de perder brutalmente a su hijo. Aunque ambos padres dedicaron el resto de sus vidas a reclamar justicia, nunca lograron recuperarse del golpe. La Argentina tampoco.
La libertad de la que gozan hoy los asesinos de nuestro compañero de trabajo resume el fracaso de un sistema institucional que distribuye premios y castigos de una manera aberrante. La democracia que supimos conseguir se distrae con una grieta ideológica oportunista y superficial, que encubre la fractura más profunda de un país partido entre víctimas y victimarios, nunca ciudadanos.
Igual que en la época en que mataron a Cabezas, la corrupción policial y las mafias amarradas a las entretelas del Estado siguen siendo noticia. Los negocios más jugosos sigue buscando su rentabilidad extraordinaria más en la impunidad que en la eficiencia y la creatividad. Y los políticos se esconden en la frivolidad mediática como hace veinte años, potenciada ahora por la explosión digital. Toda esa fragilidad republicana alimenta el vacío ético: cuando la política no puede nada, la corrupción lo puede todo.
La tristeza indignada que transmitía el rostro de Norma era una denuncia permanente del estado de cosas que propició el crimen de su hijo. Ella, que nunca lo olvidó, finalmente descansa en paz. Queda en nosotros el compromiso de pelear por una Argentina diferente. Mejor.