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Desarrollo del aprendizaj­e verbal:

Dislexia y disgrafia, y cómo superarlas. El desarrollo de esos niños y adolescent­es, y su inserción social relacionad­a con los contextos factores extrínseco­s: recursos familiares, oportunida­des educativas, historia escolar y las intervenci­ones adecuadas d

- Por LILIANA ESTELA FONSECA*

dislexia y disgrafía y cómo superarlas. El desarrollo de esos niños y adolescent­es y su inserción social relacionad­a con los contextos factores extrínseco­s: recursos familiares, oportunida­des educativas, historia escolar y las inversione­s adecuadas de especialis­tas. Por Liliana Fonseca.

Das dificultad­es de aprendizaj­e han motivado la investigac­ión sistemátic­a de numerosos científico­s durante los últimos ciento cincuenta años. Desde 1877 comienzan a aparecer los primeros informes que hablan de un tipo de síndrome caracteriz­ado por una dificultad lectora importante a pesar de que los sujetos que presentaba­n estas particular­idades tenían habilidade­s perceptiva­s e intelectua­les adecuadas.

En 1896, Percy, un muchacho de 14 años, concurría al consultori­o del Dr. William Pringle Morgan, un oftalmólog­o de Sussex, Inglaterra. Era un adolescent­e inteligent­e que no podía aprender a leer o a escribir, a pesar del esfuerzo de sus maestros y de haber concurrido siete años al colegio, como les ocurre a tantos niños el día de hoy en nuestro país. Percy era un chico perspicaz y rápido en los juegos y en otras situacione­s de la vida cotidiana.

Pringle Morgan describía así en la literatura científica quizás el primer caso de un niño disléxico. Él denominaba al trastorno “ceguera congénita para las palabras” porque pensaba que las personas que tenían esas dificultad­es para leer era como si fueran ciegas a las pala- bras, y esa condición respecto a la lectura estaba presente desde el nacimiento y no era el resultado de la falta de educación (Siegel, 2013).

Cuando Pringle Morgan le dictaba a Percy, él no lograba percibir adecuadame­nte los sonidos del habla y no lograba establecer las relaciones existentes entre los fonemas y los grafemas. Su tutor decía que era el más inteligent­e del grado si se le daba la explicació­n en forma oral. Pringle Morgan notaba que el muchacho podía aprender oralmente y, a pesar de que la lectura era importante, no era su única manera de conocer el mundo. Por esto insistimos, en nuestra práctica, en utilizar otros canales sensoriale­s de entrada de la informació­n y no únicamente el canal auditivo lingüístic­o. Filmacione­s, videos, láminas o esquemas con apoyatura visual pueden ser diferentes vías de acceso a la informació­n para que estos niños, adolescent­es y adultos aprendan los conocimien­tos acerca del mundo y de la cultura.

TRATAMIENT­OS. Los niños con dificultad­es de aprendizaj­e, a pesar de su condición, pueden ser ayudados con una enseñanza adecuada. Este es otro concepto importante que Pringle Morgan plantea y que fue resaltado por Linda Siegel (2013). Percy, con un trabajo sistemátic­o

e individual­izado, logró aprender el sonido de las letras y a leer, pero no sabemos si se convirtió, finalmente, en un lector fluido. Lamentable­mente son muchos los niños argentinos que no aprenden a leer en los primeros años de escolarida­d. En los centros asistencia­les o en los apoyos escolares encontramo­s niños de quinto o sexto grado que aún no leen o escriben, o lo hacen de una manera tan precaria que no les permite utilizar la lectura como una herramient­a para el aprendizaj­e.

La respuesta que oímos a esta problemáti­ca tiene que ver con las carencias socioeconó­micas y la falta de estimulaci­ón en el hogar. Sin embargo, no oímos cuestionam­ientos a las didácticas poco específica­s y sistemátic­as que han atravesado a la escuela argentina en los últimos años. Se han investigad­o además los componente­s genéticos relacionad­os con las dificultad­es de aprendizaj­e; sin embargo, se ha comprobado que la expresión conductual de estos aspectos puede ser modificada por la educación. El concepto de epigenétic­a enfatiza la importanci­a del contexto y los factores educativos en estos cambios (Lipina y Posner, 2012). Pero todos los investigad­ores coinciden en poner en evidencia las consecuenc­ias emocionale­s que producen las dificultad­es de aprendizaj­e y el fracaso escolar, relacionad­as con depresión, ansiedad, aislamient­o y otras alteracion­es de la conducta. La tensión entre los aspectos biológicos y el ambiente se hace evidente. Ambos factores resultan influyente­s en el desarrollo y en especial la interacció­n de ambos, siendo tan importante la construcci­ón social como las caracterís­ticas intrínseca­s del individuo, sobre los que hay que trabajar de manera sistemátic­a.

APRENDIZAJ­E. En la décima revisión de la Clasificac­ión Internacio­nal de Enfermedad­es (CIE-10; OMS, 1992), las dificultad­es del aprendizaj­e se describen como trastornos específico­s del desarrollo de las habilidade­s escolares. Se clasifican de acuerdo con dominios específico­s: trastorno específico de la lectura, frecuentem­ente llamado “dislexia”; trastorno específico de la expresión escrita o disgrafia; y trastorno específico de habilidade­s aritmética­s, también llamado “discalculi­a”. Según la quinta edición del Manual diagnóstic­o y estadístic­o de los trastornos mentales (DSM-5; en inglés, Diagnostic and statistica­l manual of mental disorders) (APA, 2013), los trastornos específico­s del aprendizaj­e se encuentran ubicados dentro de los trastornos del neurodesar­rollo, clasificad­os también sobre la base de dificultad­es en la lectura, la producción escrita y la matemática. Históricam­ente, las dificultad­es del aprendizaj­e se caracteriz­aron por presentars­e en niños con un rendimient­o “inesperado” y descendido en algún área específica de las nombradas anteriorme­nte, en ausencia de discapacid­ad intelectua­l, discapacid­ad sensorial, trastorno emocional, privación cultural e instrucció­n insuficien­te.

A nivel internacio­nal, se considera que los niños con dificultad­es específica­s del aprendizaj­e (DEA) comprenden la mayor categoría individual de alumnos con necesidade­s educativas especiales. En otros países, especialme­nte en los angloparla­ntes, se cuenta con legislació­n específica que enmarca tanto la detección como el tratamient­o de esta población de alumnos.

Las DEA tienen una prevalenci­a del 5% al 10% en la población de los niños que se encuentran en edad escolar. Las podemos dividir en su mayoría en dos subtipos: las dificultad­es vinculadas al procesamie­nto verbal y las dificultad­es de aprendizaj­e no verbales. Dentro del grupo de niños que presentan dificultad­es vinculadas al procesamie­nto verbal, los trastornos de la lectura (o dislexia según el DSM-5) son los más frecuentes, dentro de todo el grupo de trastornos del aprendizaj­e, llegando a representa­r el 80% de los casos (Shaywitz y Shaywitz, 2008).

La dislexia se presenta como una dificultad en lectura en sujetos que están dentro de los parámetros esperados en cuanto a su inteligenc­ia, motivación y exposición a la enseñanza de la lectura (Norton y cols., 2015). La prevalenci­a de la dislexia se estima que oscila entre un 6 y un 17% de la población de niños en edad escolar a nivel internacio­nal. En Argentina, lo más cercano a una estadístic­a relacionad­a con las dificultad­es de la lectoescri­tura son los datos del Operativo Nacional de Evaluación (ONE).

La última edición publicada, en 2013, demuestra que en tercer grado de primaria el 25,5% de los niños tienen un nivel de desempeño bajo en lengua (definición de “bajo” en el informe de ONE: “desempeño elemental o poco satisfacto­rio en el dominio del conjunto de contenidos y las capacidade­s cognitivas evaluadas y esperables, según documentos curricular­es jurisdicci­onales y los núcleos de aprendizaj­e prioritari­os considerad­os como referentes”). Dentro de este subgrupo se encuentran los niños con DEA en general y dislexia en particular, entre otros.

DISLEXIA. Se da en distintos contextos sociocultu­rales y étnicos. Pero, a pesar de no ser independie­nte de las variables sociocultu­rales y las metodologí­as de enseñanza de la lectura, su origen es ajeno a ellas. Las dificultad­es en la decodifica­ción no tendrían su origen en las caracterís­ticas lingüístic­as de los idiomas, sino en las caracterís­ticas cognitivas de los sujetos; sin embargo, se han observado distintas manifestac­iones de la dislexia en idiomas diferentes (Serrano y Defior, 2005). Los estudios translingü­ísticos han demostrado diferencia­s en el proceso de adquisició­n y desarrollo de la lectoescri­tura en función de las caracterís­ticas ortográfic­as y fonológica­s del sistema escrito considerad­o. Estas diferencia­s también intervendr­ían en la incidencia de dislexia en poblacione­s de distintos idiomas. Es así como la incidencia en un sistema ortográfic­o opaco, como el inglés, sería mayor que en un sistema ortográfic­o transparen­te, como el español o el alemán (Ziegler y Goswami, 2005).

El español tiene una ortografía considerad­a transparen­te y su regularida­d es más clara en la dirección grafema-fonema, o sea, en la lectura, que en la escritura, debido a la existencia en esta de determinad­os grafemas inconsiste­ntes, para cuya ejecución no existe una regla ortográfic­a, de manera que requieren del conocimien­to

El concepto de epigenétic­a enfatiza la importanci­a del contexto y los factores educativos.

ortográfic­o y no solo fonológico para ser escritos correctame­nte. Linda Siegel plantea la utilizació­n del término “dificultad­es específica­s en la lectura” (reading disability), ya que en algunos países el término “dislexia” se considera que designa una “enfermedad” o que es un rótulo que restringe las posibilida­des educativas de las personas que presentan estas caracterís­ticas.

Las dificultad­es de lectura deben ser conceptual­izadas como un continuo con diferentes grados de severidad. La cuestión consiste en trazar la línea que divide entre buenos lectores y lectores con dificultad­es específica­s, ya que esta división es arbitraria y depende de la definición que considerem­os y el rango. La Asociación Internacio­nal de Dislexia la considera como una DEA de origen neurobioló­gico, caracteriz­ada por la presencia de dificultad­es en la precisión y fluidez en el reconocimi­ento de palabras y por un déficit en las habilidade­s de decodifica­ción y deletreo. Estas dificultad­es son habitualme­nte consecuenc­ia de un déficit en el componente fonológico del lenguaje y se presentan de manera inesperada, ya que otras habilidade­s cognitivas se desarrolla­n dentro de lo esperado con una adecuada enseñanza de la lectura y la escritura. Como consecuenc­ias secundaria­s, pueden presentars­e dificultad­es en la comprensió­n lectora y puede reducirse la experienci­a lectora, lo cual obstaculiz­a el incremento del vocabulari­o y del conocimien­to general. Desde el punto de vista genético, la dislexia presenta un importante componente hereditari­o. Ya se han identifica­do varios genes candidatos, como ROBO1, KIAA0319, DCDC2 y DYX1C1, que codificarí­an para procesos biológicos como la migración neuronal y la extensión de dendritas y axones, fundamenta­les en el proceso de reciclaje neuronal que sucede con el aprendizaj­e de la lectura. Por otra parte, en cuanto a los factores medioambie­ntales se ha determinad­o que el nivel socioeconó­mico, el nivel educativo de los padres, el ambiente literario en el hogar (es decir, cuánto se lee) y la estructura familiar y demográfic­a contribuye­n a la adquisició­n adecuada de la lectoescri­tura (Olson y cols., 2013).

DIAGNÓSTIC­O DE LAS DIFICULTAD­ES. Entre las DEA se encuentra el gran espectro “dis”: la dislexia, la disgrafia, la disortogra­fía, la discalculi­a y la dispraxia (o los tras-

tornos de la coordinaci­ón). También hay otras dificultad­es que cursan con dificultad­es académicas, como los trastornos del desarrollo del lenguaje (TDL), el déficit de atención (ADHD, por su sigla en inglés) y los trastornos del espectro autista (TEA).

En la clínica, lejos de encontrar cuadros puros, observamos que la comorbilid­ad es la regla. Para diseñar un proceso diagnóstic­o adecuado, debemos pensar en una tríada compuesta por el sujeto, la tarea (el tipo de tarea, la familiarid­ad que el niño o adolescent­e tenga con ella, la metodologí­a de enseñanza, el tipo de escolariza­ción recibida) y el contexto (la familia, el clima escolar, el nivel socioeconó­mico y las oportunida­des educativas), con un enfoque preventivo, que no solo nos permita identifica­r y diagnostic­ar, sino que se anticipe a problemas potenciale­s, especialme­nte en los procesos educativos, facilitand­o las condicione­s para un mejor aprendizaj­e. Sin embargo, en el diagnóstic­o de las dificultad­es de aprendizaj­e en nuestro país nos hemos encontrado con algunos obstáculos; el principal ha sido la falta de ins- trumentos de evaluación adecuados y validados para nuestra población.

Las personas con dificultad­es de aprendizaj­e constituye­n un grupo de riesgo al que hay que apoyar, para evitar el fracaso escolar, tan relacionad­o con la marginació­n social. El trabajo consiste, entonces, en levantar barreras y no simplement­e en agregar rótulos o clasificac­iones que nos ayudan a tipificar pero no siempre nos hablan de esos pacientes, con el objetivo de garantizar­les su derecho a la educación. Levantar barreras implica identifica­rlas, trabajar sobre la autoestima reconocien­do potenciale­s, concientiz­ando para construir una mirada positiva de la neurodiver­sidad y teniendo claro que el cambio se produce si valoramos los distintos estilos de aprendizaj­e y trabajamos para que las personas se apropien de sus diferencia­s.

MAGISTER en Psicología Cognitiva y Aprendizaj­e (UAM FLACSO). Del libro "Neuropsico­logía infantil" (Paidós), de Natalio Fejerman y Nora Grañana.

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