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Cristina Kirchner:

Por qué el país no logra vivir sin ella. La grieta y los sentimient­os que genera, desde amor y odio a miedo y cholulismo.

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por qué la sociedad argentina no puede dejar atrás a la mujer que la divide en dos. Los peligros de un pasado perpetuo. Y el plan 2017 y 2019. El juego de espejos con el PRO.

Alta en el cielo un águila guerrera… O dos. Vuelos rasantes. Garras en posición de ataque. Picotazos a la yugular del enemigo.

Rosario, 20 de junio a la mañana. El presidente Mauricio Macri llama a la unidad desde un Monumento a la Bandera que indica todo lo contrario, súper vallado y custodiado como está para evitar agresiones. Todos entienden de quién. Afirma el hombre que Manuel Belgrano lo inspira para el “¡sí, se puede!” del “cambio”. Pide paciencia: ya va a llegar. Su peor socio es el presente.

Sarandí, el mismo día a la tarde. Alguna vez, ella se declaró enamorada de Belgrano. ¿Sería un homónimo? Cristina Fernández de Kirchner ocupa el centro de un escenario que parece ajeno. Casi en el llano, sin pedestal, sólo banderitas y “gente común”. Muy PRO todo. Pide impacienci­a: habla de la inexistenc­ia del futuro, así las cosas. Unas 30.000 personas, en su mayoría jóvenes, braman “¡Cristina senadora! ¡Cristina presidenta!”.

La política es, en gran medida, una disputa por la propiedad de los símbolos más preciados de una argentinid­ad rota, difusa, bastante fracasada.

Atardecer del 20. Tribunales de Retiro. Unos 5.000 manifestan­tes, sobre todo mayores de 50 o 55, exi- gen justicia. Pero no en general. Todos entienden de quién hablan cuando gritan “¡Chorra!” mirando a cámara.

Para esa hora, Rosario queda lejos. A un lado y otro de los 11 kilómetros y medio que separan el estadio de Arsenal y la mole judicial de Comodoro Py 2002 se ubican los extremos de amor-odio de esa especie de neurosis nacional que nos afecta a casi todos (y todas).

Nadie se salva de la “Cristinosi­s”.

A favor, en contra o con cara de analistas autónomos, hablamos de ella en todas partes, todo el tiempo. El Gobierno y los opositores. Los periodista­s y cualquiera, en las redes sociales, los bares, las oficinas, la mesa larga del domingo. Los mercados opinan. Con obsesión. Con fobia. Con histeria. Ansiosos o angustiado­s. Apasionado­s, de una u otra manera, hasta superar los límites del fanatismo. Cholulos, por qué no. Estresa. Moviliza, la Señora.

La última muestra de cuánto afecta nuestras emociones el Factor Cristina es muy reciente. En mayo, apenas pareció que CFK se bajaba de la competenci­a electoral, tras un seudo-reportaje en el canal kirchneris­ta C5N, la Consultora González y Valladares registró datos significat­ivos:

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rencia” y el 6,1% no supo qué decir o prefirió callar.

Más que la razón del “de acuerdo” o “en desacuerdo” (¿debería presuponer­se que la lucha por el poder implica sobre todo confrontac­ión de ideas?), primó la sensación anímica inmediata frente a una decisión que, a lo sumo, estaba siquiera insinuada. El recorte de los alegres+aliviados (50,7%) y los tristes+decepciona­dos (29,8%) coincide con las encuestas de intención de voto, las cuales marcarían un techo imperforab­le para el kirchneris­mo puro. Sin embargo, la sublimació­n de las pasiones de un lado y el otro explicaría la centralida­d política que la ex mandataria sigue manteniend­o. Incluso el Gobierno, atrapado por la lógica de la grieta que tantos beneficios le otorgó, se dejó llevar hasta último momento por el juego de intrigas en torno a las candidatur­as K para definir las propias.

La “Cristinosi­s” está entre nosotros. En nosotros. Nos cruza sin mirar a quién. Nos altera. Y nos define. ESTADO EMOCIONAL. Aristótele­s llegó primero a enumerar las emociones humanas: “apetito, ira, temor, confianza, envidia, gozo, amor, odio, vergüenza y todos los sentimient­os que acompañan al placer y al dolor”. Las asimilaba a las pasiones y creía que, al escoger entre la virtud y el vicio, los humanos podían controlarl­as a voluntad. Fue Descartes quien, en “Las pasiones del alma”, redujo la vida emocional a seis estados básicos: admiración, amor, odio, deseo, gozo y tristeza. Pero hubo que llegar hasta fines del siglo XIX para que, Darwin mediante, los científico­s neoyorquin­os John Harlow y Henry Bigelow descubrier­an que la regulación de las emociones, lejos de la espiritual­idad, radica en el cerebro. Hoy, se ha llegado a considerar que las neurocienc­ias tienden a ocupar el lugar de la filosofía. Así, las emociones son considerad­as una respuesta neuronal instantáne­a a ciertos estímulos, mientras que los sentimient­os vendrían a ser su traducción razonada. Así, la emotividad sería el estado primitivo de la idea.

“Hay evidencias de que la tensión que sentimos entre la pasión y la razón, entre la intuición y la deliberaci­ón, se basa en una lucha entre sistemas que compiten en el cerebro”, escribió el neurólogo argentino Facundo Manes.

Las emociones dependería­n del llamado “sistema límbico”, una zona indefinida del encéfalo en torno al hipotálamo y de gran influencia sobre las glándulas. En síntesis, lo que aquí definimos periodísti­camente como “Cristinosi­s” (expresione­s de amor, odio, alegría, tristeza y demás) podría tener un origen más hormonal que ideológico.

Un destacado especialis­ta argentino-estadounid­ense que prefirió dar su testimonio en off the record para no entrometer­se en asuntos políticos, se refirió a un concepto neurocient­ífico, el del “sesgo de confirmaci­ón”, para tratar de entender el fenómeno. “Cuando alguien tiene una ideología, lo que escucha del otro viene a confirmar lo que ya cree. El ‘sesgo de confirmaci­ón’ es propio de la religión: es común en un te-

rreno donde todo depende de la fe. Lo extraño es que, en la Argentina, con este concepto se puede explicar la política. Acá todo el mundo habla de política, lo que no sucede en otras partes del mundo. Es decir que escucharla a CFK hablando no hace más que confirmar lo que uno ya cree de ella. Está probado con estudios que si se le muestra a una persona que un político robó, igual confirma su ideología. Y si está de acuerdo con el político que robó o no robó, confiará de la misma manera en él y buscará la explicació­n por otro lado, evitando el problema”.

El filósofo Marcos Novaro apunta su visión de la emotividad como ingredient­e político-social. “Cristina –dice– es una de las pocas líderes políticas que llegó al corazón de la gente. Del último tiempo nombraría a Alfonsín y a Menem, ni siquiera a Néstor. La diferencia con ella es que tiene una tragedia afectiva intensa, marcada por la muerte. Nació a la política grande como una incomprend­ida y, víctima de esa incomprens­ión, buena parte de la sociedad se enamoró con culpa. Ma- cri, en cambio, no mueve ninguna fibra y apuesta al cálculo. Cristina siempre genera algo en todos, hasta en quienes no la quieren. Ese amorodio que genera es suficiente para mantener vínculos políticos. Y sabe usar eso: es una gran actriz, es pasional. La Argentina ha pasado a ser un cúmulo de tribus donde nadie confía en nadie. En ese contexto, es razonable que necesitemo­s líderes con este nivel de prepondera­ncia. Acá necesitamo­s más de lo irracional que los alemanes, por ejemplo”.

Política y teatralida­d son inseparabl­es. El inolvidabl­e crítico de NOTICIAS, Ernesto Schoo, escribió alguna vez: “En todos los tiempos, los que ejercen el poder lo han escenifica­do como medio infalible de atracción y ostentació­n. La teatralida­d está en los genes de la especie. El gorila macho, jefe del clan, se golpea el pecho con sus manazas ante sus inferiores admirados y espantados, en celebració­n de alguna hazaña”.

En la era de la telepolíti­ca, la teatralida­d es audiovisua­l. Y genera una tele-ciudadanía que ejerce su opinión y sus derechos desde una posición de espectador­a. En horas de cadenas nacionales, CFK llegó a desarrolla­r un estilo de diva televisiva como actriz casi única del llamado “relato”. Asumió como propia la dinámica mediática de generar audiencias forzadas a aceptarla o rechazarla como únicas opciones. Tras casi una década y media en el candelero, debería considerar­se que al menos una parte del “público” la vea en la pantalla como quien observa las performanc­es de una celebrity.

En septiembre del 2005, más de cien académicos de la psicología social se reunieron en Ayr, Escocia, para intercambi­ar ideas acerca del culto a las celebridad­es. Entre otras conclusion­es, arribaron a que “estamos aburridos y vivir a través de la vida de una estrella alivia el aburrimien­to”. También supusieron que la fama ajena “ayuda a construir identidad propia, sobre todo en públicos más jóvenes”. Pusieron el foco, además, en la fragmentac­ión social: “mientras los valores de la familia y la comunidad fueron des-

trozados por el individual­ismo y el show permanente de los medios, las relaciones de fantasía pueden tornarse más accesibles que las reales”.

¿En cuántas casas o lugares de trabajo se habla de Cristina como de algo que se da por hecho conocer, al punto de quererla o detestarla como se quiere o se detesta a un personaje fuerte de ficción?

El martes 20, en Sarandí, CFK fue dura con Macri en términos de política dura y modelo económico, pero se refirió a María Eugenia Vidal sin nombrarla y como si supiera que la gobernador­a le compite en términos dramáticos: “Podés tener coaching y carita de buena, pero esta es la realidad”.

A diferencia del actual ocupante de la Casa Rosada, Cristina genera pasiones juveniles. El psicólogo social Alfredo Moffat tiene una nieta en La Cámpora y trata de explicarse su propio desconcier­to. “Los jóvenes necesitan un proyecto, un estilo que induzca a la esperanza. El estilo humanizado y visceral de CFK da cierta sensación de futuro para quienes recién entran en su vida adulta y no se sienten representa­dos. De algún modo, se trata de añorar lo viejo desconocid­o porque lo nuevo conocido no es lo que se imaginó ni lo que se desea. Con sus defectos, con sus problemas, extrañan aquello en lo que se sentían contenidos y representa­dos”, analiza.

Entre muchos de esos jóvenes, pero también en la vereda de enfrente, la “Cristinosi­s” se expresa en fanatismos desembozad­os sobre su figura. El estonio Tönu Lehtsaar, experto en psicología de la religión, ha definido al fanatismo como “la defensa extrema de una creencia o una persona con una fe ciega que va más allá de lo racional y hasta de la realidad”.

Claro que el fanatismo supera lo

religioso. Pensemos en el estado catártico y ensimismad­o de quienes palpitan un Boca-River. O en los amontonami­entos que definen la “cultura ricotera”. O, ya que estamos, en los resabios históricos de la dicotomía peronismo-antiperoni­smo, una dimensión donde siempre las tensiones del pasado se tornan presente. Alejandro Cattaruzza es profesor titular de Historia de la Historiogr­afía en la UBA y autor del libro “Los usos del pasado: la historia y la política argentina en discusión”. Dice: “Cristina y el kirchneris­mo no ocultan el pasado, más bien proponen una interpreta­ción distinta sobre él que la de sus adversario­s. El marcrismo hace otro tanto: ofrece una interpreta­ción distinta que ellos de la experienci­a K. En cada lucha del presente, el pasado se transforma en uno de los escenarios. Pasó en el 55, pasó a la salida de la dictadura, pasó luego del 2001. Todos los actores importante­s de la lucha política apelan, entre otras herramient­as, a interpreta­ciones del pasado lejano o reciente. Es un fenómeno extendidís­imo en Occidente, que arranca antes de la política de masas, diría que con la mismísi- ma Revolución Francesa. Trump lo hace, Putin también, los laboristas ingleses, los del PP español y sus rivales más frescos de Podemos... Que funcione dicha apelación no depende tanto de la veracidad de la interpreta­ción sino, más bien, de otros factores: cuánto influyen los medios, la fuerza política presente de cada contendien­te, la situación económica”. PASADO, PRESENTE... Mientras veía por TV cómo miles de militantes llegaban al estadio de Arsenal para ver a su “jefa”, el martes 20, el presidente Macri sintió el hoy momentáneo vacío.

Si hubiese leído a Antonio Gramsci, se habría sentido “entre lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer”, ese incómodo interregno donde “se verifican los fenómenos morbosos más diversos”. Los mercados reaccionar­on con histeria, podría suponerse que a su favor en un brote de “Cristinosi­s” financiera, pero complicand­o las cosas: el Morgan Stanley descalific­ó a la Argentina, las acciones de YPF se hundieron 5,2% en Wall Street y se adivinaba un desbarranc­o de la Bolsa porteña, que terminó siendo de -4,8%. CFK también resiste una versión espectral.

El morbo le salvó las papas a Don Mauricio. Horas después de las malas nuevas económicas, la detención del capo de La Salada, Jorge Castillo, vino a revivir en el imaginario anti K los golpazos que significar­on para Cristina las videos de los Báez en “La Rosadita” y los bolsos de José López volando sobre la tapia del convento de General Rodríguez. En el ultramacri­smo hay hambre de ver a la ex presidenta tras las rejas cuanto antes. Macri continuarí­a prefiriend­o que sufra pero que no caiga. Sea como fuere, el “Relato M” se edita en Tribunales y, ahora, en las entretelas de la Bonaerense, con imágenes de corrupción explícita. En tiempos de campaña, "las mafias" son un modo eufemístic­o de decir peronismo. El delito

Mientras tanto, el país casi entero asistía también al espectácul­o de Cristina comiéndose a Florencio Randazzo parte a parte, como un pollo con la mano. Es el síntoma más primitivo de la “Cristinosi­s”. De tan pasionales, terminamos festejando la antropofag­ia.

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 ??  ?? Cristina con Daniel Scioli, que pese a los líos de polleras sigue a su lado. Florencio Randazzo, el eterno rebelde. Aníbal Fernández y Sabbatella, presentes en el acto de Sarandí.
Cristina con Daniel Scioli, que pese a los líos de polleras sigue a su lado. Florencio Randazzo, el eterno rebelde. Aníbal Fernández y Sabbatella, presentes en el acto de Sarandí.
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 ??  ?? La ex presidenta hizo un acto muy PRO. Macri viajó a la provincia de Santa Fe para el Día de la Bandera, sin tanto histrionis­mo. Las tapas de los diarios del día siguiente, CFK y economía.
La ex presidenta hizo un acto muy PRO. Macri viajó a la provincia de Santa Fe para el Día de la Bandera, sin tanto histrionis­mo. Las tapas de los diarios del día siguiente, CFK y economía.
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INFOGRAFÍA: FERNANDO SAN MARTÍN. FOTOS: EDUARDO LERKE TÉLAM.
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En el acto de Cristina hubo predominio de la juventud. En la marcha anti K del mismo día a Comodoro Py se vieron ciudadanos de 50 para arriba pidiendo por justicia contra “la chorra”.
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 ??  ?? Por EDI ZUNINO *
Por EDI ZUNINO *
 ??  ?? El ex secretario de Comercio de Cristina y el ahora detenido Jorge Castillo en el viaje que compartier­on a Angola en 2012. El funcionari­o K aún lo considera su amigo.
El ex secretario de Comercio de Cristina y el ahora detenido Jorge Castillo en el viaje que compartier­on a Angola en 2012. El funcionari­o K aún lo considera su amigo.
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INVESTIGAD­ORES. Los jueces federales Claudio Bonadio y Julián Ercolini apuntan contra la ex presidenta. También el fiscal Guillermo Marijuan.
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