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Ocaso de la diplomacia:

El país del norte vive el realineami­ento de su política exterior por detrás de la crisis.

- LUIS SCHENONI ( DESDE BRASILIA) @llschenoni

el país del Norte vive el realineami­ento de su política exterior por detrás de la crisis.

Mientras

las denuncias de corrupción contra Michel Temer amenazan la estabilida­d presidenci­al nuevamente en el vecino Brasil, un fenómeno menos percibido (pero quizás más interesant­e para sus vecinos, especialme­nte para Argentina) se acelera notablemen­te: el retraimien­to de su política exterior.

Este ensimismam­iento de Brasil no es un fenómeno estrictame­nte nuevo. Sus orígenes se pueden rastrear en las regañas públicas de Dilma Rousseff a sus cancillere­s, las escasas veces en que los veía (poco pesaban en su agenda), sus pocos viajes al exterior, y la mengua tanto del presupuest­o de Itamaraty (el Ministerio de Relaciones Exteriores brasileño) como de la cuota de ingresante­s al Instituto Rio Branco (la escuela de formación diplomátic­a) durante su primer gobierno.

Más tarde el ajuste fiscal limitó aún más una política exterior que ya no era prioritari­a y la crisis política contribuyó a minar el liderazgo, no sólo presidenci­al, sino propiament­e ministeria­l. Los últimos cinco cancillere­s de Brasil (Antonio Patriota, Luiz Figueiredo, Mauro Vieira, José Serra y Aloysio Nunes) duraron un año cada uno.

Pero aún así Brasil había mantenido su política de proyección global (con convicción, eficiencia, y la paciencia estratégic­a de sus parceiros) en un piloto automático digno.

APOYO INTERNACIO­NAL. Muchos analistas han reconocido en los avatares diplomátic­os de los últimos meses un desesperad­o intento de Temer por legitimar su gobierno. Y están esencialme­nte en lo cierto.

Pero mientras el presidente brasileño recorre el mundo dejando gaffes e incomodand­o a sus anfitrione­s, la diplomacia brasileña ha comenzado a cuestionar la “política del piloto automático” de los últimos años.

Dos factores apuntan a una mayor retracción de Itamaraty en los tiempos venideros. El primero es la acumulació­n de evidencia (tanto judicial como periodísti­ca) apuntando a una estrecha connivenci­a entre la clase política y las grandes multinacio­nales brasileñas (los llamados campeões nacionais), quienes fueron los principale­s beneficiar­ios de la expansión hacia el exterior a través de crédito local, utilizando a la diplomacia presidenci­al y comercial como punta de lanza.

El segundo factor es el evidente fracaso de las cuatro agendas centrales para Itamaraty: reforma del Consejo de Seguridad, la Ronda de Doha, los BRICS, y la integració­n con América del Sur.

Un documento reciente de la Secretaría de Asuntos Estratégic­os de la Presidenci­a que recalca estos fracasos ha despertado la ira del cuerpo diplomátic­o, y cierta esperanza en una minoría creciente de liberales y realistas. La decisión de ingresar a la OCDE se inscribe en esta misma línea de confrontac­ión con Itamaraty. También lo haría la opción, luego abandonada, de no asistir a la reunión del G20 – un ámbito predilecto del “Brasil global”.

SALPICADOS POR ODEBRETCH. Las fracturas dentro del ministerio también parecen apuntar a una coyuntura crítica: el actual Canciller, Aloysio Nunes, está siendo procesado bajo acusación de haber recibido 500.000 reales de Odebrecht, lo que junto a su desconocim­iento del métier diplomátic­o, lo ha aislado completame­nte. Debajo de él, la primera plana de embajadore­s (aquellos con acceso real al gobierno) ha sido paulatinam­ente rotada desde el año pasado para otorgar mayor influencia a funcionari­os de la era Cardoso, caracteriz­ados por su mayor sobriedad. Un escalón más abajo, diplomátic­os de menor jerarquía se aprestan a demostrar su descontent­o con la nueva cúpula.

A principios de junio, 94 diplomátic­os de carrera – en su mayoría jóvenes frustrados por el estancamie­nto de las numerosas cohortes admitidas en la era Lula – pidieron

en una carta abierta el fin de las “tendencias autoritari­as” de su propio gobierno. La visibilida­d de estas contradicc­iones y el tono del debate son de una estridenci­a inusitada para una burocracia hermética como la de Itamaraty.

FIN DEL BRASIL GLOBAL. Así, puede que estemos presencian­do el fin (o la segunda muerte) del Brasil global. Vale decir que este desinfle de las ambiciones internacio­nales del mayor vecino argentino no es producto de su crisis actual.

Es más bien, el reacomodam­iento de las expectativ­as de un país que quiso ser gran potencia, a su tamaño real: Brasil representa el 2,5% de la economía global, mientras que la Unión Europea, Estados Unidos y China representa­n cerca del 20% cada uno. En otras palabras, la expansión de Brasil más allá de sus capacidade­s puede que sea una de las causas de la crisis.

Por mucho que duela a los ideólogos y think tanks de la era Lula, la pequeñez estructura­l de Brasil impone severos límites a sus ambiciones. Por lo tanto, este reacomodam­iento no será coyuntural y probableme­nte sobreviva a la crisis. Los cambios antes mencionado­s documentan el surgimient­o de un Brasil modesto que sobrevivir­á a Temer.

La epifanía brasileña puede ser una buena noticia para Argentina. Es en su región (América del Sur) donde Brasil es verdaderam­ente grande, representa­ndo un 50% de su economía, población y territorio. Hoy los ojos de Temer y la diplomacia más pragmática están puestos en el acuerdo MERCOSUR-Unión Europea que, muchos vaticinan, proveerá la victoria diplomátic­a del año. Es a través de iniciativa­s de este tipo que, con o sin Temer, Brasil comenzará a volver a su humilde hogar sudamerica­no.

“La expansión de Brasil más allá de sus capacidade­s puede que sea una de las causas de la crisis política.”

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FOTOS: PROCESADO. Aloysio Nunes, en la foto con el presidente Mauricio Macri está bajo acusación de haber recibido 500.000 reales de Odebrecht.
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CANCILLERE­S. Luiz Figueiredo, Mauro Vieira, y Antonio Patriota duraron un año cada uno. Brasil mantiene su política de proyección global en piloto automático.

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