Homenaje seductor y apasionado
“Amado mío”. Con Willy Lemos, Ivana Rossi y elenco. Dirección: Valeria Ambrosio. Maipo Kabaret, Esmeralda 443.
Yo devoro mi existencia con un apetito insaciable. Cómo terminará todo esto, lo ignoro”, afirmó el singular y provocador director cinematográfico italiano Pier Paolo Pasolini. La rotunda frase, reveladora de una existencia vivida de forma tan creativa como al límite, viene a cuento luego de asistir a una función de “Amado mío”, nueva propuesta escénica inspirada en una idea de la productora Kinucha Mitre, según consta en el programa de mano, en honor al recuerdo de su querido hermano Luis Emilio Mitre, fallecido en circunstancias trágicas. Como también ocurrió con Pasolini.
Quizás este vínculo impulsó la bienvenida convocatoria de la reconocida creadora, directora de arte y teatro, Valeria Ambrosio, verdadera especialista en shows sobre icónicos cantantes mediterráneos como Mina (“Mina...che cosa sei?”), Raffaella Carrá (“Ella”), Rita Pavone (“Boccato di cardinale”) o el gran maestro del cine, Federico Fellini (“Las mujeres de Fellini”).
Ambrosio utiliza todo el ambiente intimista del bello Maipo Kabaret y si- túa su montaje en la década del sesenta, en algún rincón de Roma, donde se cruza alguien que parece una suerte de amable cicerone con cierta reminiscencia del poeta Virgilio (a cargo del siempre convincente Willy Lemos), tres bellos y atléticos efebos (los talentosos y eficientes Esteban Masturini, Emmanuel Robredo Ortiz y Nacho Pérez Cortez, que cantan, bailan y actúan muy bien) y la sensual diva (Ivanna Rossi, admirable actriz y cantante todo terreno, que reemplaza a Florencia Benítez por un par de semanas), acompañados en vivo por un trío instrumental.
Populares canciones de aquella época de la península itálica más alguna licencia (se escucha traducida, la inmortal “La chanson des vieux amants” del cantautor francés Jacques Brel), se anudan, como los personajes, en una cabalgata incesante de encuentros y desencuentros dominados por el misterio, la tensión sexual, mucha pasión y algo de humor. Estéticamente impecable, en particular la iluminación, la dramaturgia se bifurca en un sinnúmero de múltiples interpretaciones pero sin perder el ritmo o los climas oníricos y eróticos logrados de un homenaje seductor y apasionado.