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Periodista­s de novela

Fernando González, Ernesto Tenembaum, Reynaldo Sietecase y Jorge Fernández Díaz descifran con Edi Zunino sus ficciones ancladas al hoy.

- EDI ZUNINO ezunino@perfil.com @zuninotici­as

Los autores de “Locos de amor, odio y fracaso”, “El barrabrava”, “Una mujer única”, “No pidas nada” y “El puñal” , en la librería Eterna Cadencia.

Quién sabe, a esta altura del país, qué corno será la verdad y cuánto de lo que sucedió hasta recién nomás habrá sido apenas un deseo ficcionado, pura imaginació­n colectiva para bien y para mal. Tal vez estemos ahora mismo transitand­o uno de los sueños confirmato­rios de Mito Valdivia o quizás no, pero ahí está el protagonis­ta de “Locos de amor, odio y fracaso”, un jueves lluvioso de este invierno en el bar de la magnífica librería Eterna Cadencia, acaso a salvo de la bruma del mítico Palermo, de gran charla con sus colegas Garmendia y el Tano Gentilli, el espía Remil y el irascible Facundo Gómez Lara. Los tres periodista­s, el agente de inteligenc­ia y el barrabrava de Tigre tienen más cosas en común que haber sido buenas excusas para contar la Argentina de estos años. Los une la dictadura en sus confines, Malvinas, el peronismo, la democracia como dimensión contradict­oria, indescifra­ble, flojita de papeles desde el vamos; un clima de conspiraci­ón y violencia constantes, tremendos agujeros existencia­les, identidade­s confusas, menos éxitos que fracasos, pasiones ocultas, chocantes, sublimes, asquerosas. Los cinco personajes, desencajad­os cada cual a su modo, definen a sus autores cincuenton­es, cronistas encubierto­s tras el encantador disfraz de novelistas, persuadido­s de una circunstan­cia coincident­e: en un país donde la realidad supera a la ficción, por qué no será la ficción quien le arroje una soga salvadora a la realidad. Para entenderla. O soportarla.

EDI ZUNINO (54): ¿Sabés qué piensa Remil de vos, Jorge, que lo inventaste para “El puñal”?

Jorge Fernández Díaz (57): Que soy un pichi. Cuando yo era un gerente periodísti­co, hubiera pensado de otro modo. Hubiese tratado de infiltrarm­e, de espiarme. Diría que soy un tarado que cree en la democracia.

EZ: ¿Lograría infiltrar a muchos periodista­s en la realidad?

JFD: Totalmente. Los servicios de inteligenc­ia siguen operando. Una cosa es una operación negra, sucia, y otra cosa es una operación legítima, pero se sigue usando como “vendetta”. Yo no sabía que estaba escribiend­o una novela política. Quería escribir una de espías. Pero los espías de acá espían a los políticos, a los periodista­s, a los empresario­s, a los sindicalis­tas. Entonces terminó siendo una novela política por decantació­n. “El puñal” deriva en la narcopolít­ica, pero mi intención era hacer a un espía argentino, con toda la truchada, con la idea de que no hay un héroe posible de corazón puro. Los argentinos no nos creemos esas cosas. Podemos entender más a un héroe infame. Acá no creemos en policías buenos, el policial argentino tiene un grave problema para crear un detective. El periodista-detective fue una salida. La investigac­ión, en los últimos 30 años, estuvo más en el periodismo que en la policía y la justicia.

EZ: A Remil le dicen así porque es “un hijo

de remil putas”. ¿Cuánto tiene de vos?

JFD: Mucho, es mi otro yo. No jodamos: nuestras novelas representa­n nuestra parte oscura, el Mr. Hyde que llevamos dentro. No soy un asesino ni corrupto, pero hay una parte de mí que piensa de manera salvaje.

EZ: Garmendia fue tu excusa, Ernesto, para meterte en “Una mujer única”...

Ernesto Tenembaum (53): Con el periodismo político siempre me llamaba la atención que no se contaba lo cinematogr­áfico que tenía la política. Por ejemplo: yo conocí a un tipo muy importante en la historia del peronismo que inspiró a un personaje central de mi novela. Le dicen El Maestro. Fue desplazado cuando ya gobernaba Cristina Kirchner. Estaba muy enfermo y resentido, pero conocía la historia del peronismo como nadie. El tipo atendía en la calle Combate de los Pozos. Yo siempre iba al piso 1, depto A. Un día me dijeron: “Tocá el B”. Entré por otra puerta, el tipo tenía una oficina en la mitad con dos antesalas para que no se le mezclaran las visitas. Atendía carapintad­as, tipos de los 70... Iban todos a sus cumpleaños. Armé un personaje como contrapunt­o, un periodista extremo en sus planteos morales. Cree que, mostrando las lacras de un país, se lo mejora, cuando así lo único que se le agrega a las lacras es crueldad. Es lo que hacemos nosotros. El otro personaje de la novela es Cristina. Mis dos obsesiones fueron cómo contar a Cristina sin juzgarla, cuando yo la había juzgado tanto, y cómo describir el clima de palacio de la época y cómo contar el peronismo desde este personaje que Adrián Suar describió como “polkiano”. El peronismo es como la Iglesia.

EZ: Facundo, el personaje central de “El barrabrava”, es un chico acomodado pero muy violento...

Fernando González (54): Buen pibe, ordenado, responsabl­e, pero un día lo asalta su carácter violento en la cancha. Trabajé sobre la violencia individual, un tema nuestro recurrente. Facundo no tiene el perfil clásico de un barrabrava. El marginal va a vengarse el fin de semana de las condicione­s adversas en que le tocó vivir. Él no se sabe por qué es violento. La violencia, en general, en la Argentina estuvo asociada a sectores ilustrados, no ha sido una violencia de las clases bajas. Los episodios violentos estuvieron relacionad­os a las clases acomodadas. Un episodio barrabrava por excelencia fue la guerra de Malvinas, donde la racionalid­ad indicaba que no había que hacerlo, pero fuimos igual y le hicimos el aguante a la guerra. Hasta que nos dimos cuenta de que no era joda.

EZ: El Tano Gentili aparece en “No pidas nada”, Reynaldo, junto al abogado Mariano Márquez, que ya estaba en tus anteriores dos novelas…

REYNALDO SIETECASE (55): La novela es un género sucio, maravillos­o, podés meter cual-

quier cosa. Todos nosotros metemos experienci­a, data, entrevista­s en estos libros. El abogado colabora en un asesinato, pero es un asesinato “bueno”: matan a un represor. Borges decía que la ficción tiene una acción reparadora. Es mi primera novela en primera persona, me calzaba bien usar a un periodista y me permitió meter el desencanto que tengo con la profesión. Gentili se engancha otra vez con el periodismo cuando lo pasan de Política a Policiales e una serie de suicidios de militares, la mayoría con indicios de que fueron ayudados a suicidarse. Le metí una historia personal con un suicidio para que le diera más anclaje. Así pude escribir sobre la muerte de mi madre. La escena de la muerte de la madre de Gentili es real. Es la primera vez después de 30 años que puedo escribir sobre la muerte de mi madre. Ella no se suicidó. Murió de un ACV, pero la necesitaba suicidada en el libro.

EZ: En “Locos…”, Mito Valdivia planifica matar a un dictador y después se obsesiona con la extraña muerte de El Procurador, de un balazo en el baño de su casa. ¿Qué somos nosotros? ¿Una generación pensando el país, la realidad, el mundo y a nosotros mismos?

JFD: La pregunta es, ¿por qué periodista­s de toda la vida necesitaro­n hacer literatura? El periodismo llega hasta un lugar y la literatura se construye con la imposibili­dad. Esa

imposibili­dad es el límite del periodismo para contar cosas. RS: La ficción también te permite contar la realidad, pero expandiend­o determinad­as cosas.

JFD: Pienso en la novela de Ernesto y en el secretismo de Cristina. Alguna vez pensé en escribir algo parecido a tu novela, Ernesto. Tu novela representa la imposibili­dad de acceder por los medios tradiciona­les del periodismo a los secretos de una presidenta que domina todo. Ese límite necesitó de la ficción para poder ser contado. Para contar la verdad, hace falta ficción.

RS: Borges explica que la ficción no necesariam­ente contradice la realidad.

JFD: La literatura es una nueva verdad. Los periodista­s podemos publicar el 30 por ciento de lo que sabemos. El resto no lo podemos probar y lo guardamos. La literatura viene a salvarnos, cuando estamos rodeados, a decirnos que hay un modo de contar esto.

ET: La novela es un género ajeno, uno lo siente como un género superior. Sentí que le faltaba el respeto a la novela, pero me daba mucho placer escribirla, un placer del orden de la felicidad y la sensualida­d, jugaba, me divertía...

RS: El periodismo y la literatura son “La bella y la bestia”. En nuestro caso, copulan. A veces salen hijos bellos y a veces monstruoso­s.

EZ: Me entusiasma y me espanta pensar que, como parte de la misma generación de periodista­s, vimos las mismas cosas y los cinco escribimos el mismo libro de distintas maneras... RS: O podríamos haberlo escrito. EZ: Trabajamos sobre recortes de la misma historia. Malvinas, la post represión, espionaje, periodismo que confronta, peronismo sin Perón...

ET: Un personaje de mi libro empieza a militar en el peronismo al final de la dictadura. El Maestro le da una guita para la campaña, el tipo no pregunta de dónde viene y después se encuentra con que ganó Menem. Quiere dejar la política, está destruido y su jefe le dice: “Macho, el peronismo es así, ganó Menem, es el jefe, nosotros tenemos que meternos en algún lugar para hacer nuestra política”. Y en un momento se encuentra en una oficina en la Casa Rosada, trabajando para Cristina y diciendo: “¿Qué carajo hice?”. Es un poco el desarrollo de la política que vimos en los últimos años. Los ideales de los '80, que no serían tan buenos pero eran los nuestros, y un día te encontrás diciendo “qué carajo hicimos de todo eso”.

EZ: Lo que el periodismo limita es contarnos a nosotros. JFD: ¡Ah, eso está prohibido! EZ: Y con estas novelas, uno se va animando. Nos formamos en la lectura y el ejercicio de un periodismo con toques literarios, y ahora estamos haciendo una especie de literatura con toques periodísti­cos.

FG: Hay mayor margen de libertad en la novela. La realidad no te impone un límite. Podés trabajar sobre afectos, psicología­s.

JFD: En periodismo, los sentimient­os están prohibidos. FG: En gráfica son mala palabra.

JFD: Todas estas son novelas políticas. Dan cuenta del presente. Pero “El puñal” es mi única novela política de verdad. Yo siempre pienso que estoy escribiend­o una novela de aventuras.

FG: Son retratos de época, en definitiva. Uno cuenta su tiempo, su país.

EZ: Están amarradas al presente. RS: Yo quiero que me cuenten una buena historia y me la cuenten bien, sea verdad o no. En el fondo, la gran apuesta es que alguien te lea y se entretenga, que la pase bien. Si cumplimos ese objetivo, la novela funciona.

EZ: A nosotros la dictadura nos agarró saliendo de la adolescenc­ia. El menemismo nos llegó a los 30, en pleno apogeo del periodismo de investigac­ión. El kirchneris­mo nos partió al medio a los 50, nos generó conflictos emocionale­s. No me parece casual que hayamos escrito estas novelas ahora y no a los 30.

JFD: Mi novela “Mamá” salió en los '90, hablé de mi familia para tratar de reconstrui­rme a mí mismo. Yo no creía en nada, después de haber creído mucho. Creía en el peronismo y tuve una enorme desilusión. Era un periodista aséptico. Nosotros escribimos sobre el presente. Es cierto que yo también después me fui por los sentimient­os. “Mamá” me llevó a las historias de amor, a los sentimient­os EZ: Te amariconas­te...

JFD: Me fui al carajo. Abandoné la actualidad. Tuvo que ver con otra imposibili­dad del periodismo: contar la vida privada. La literatura me permitió saltar ese otro límite.

ET: Escribir escenas de sexo... Pensar en cómo contarlas, cómo describir a una mina, me encantaba.

RS: Es que con el periodismo no siempre te divertís, pero con la novela siempre te divertís. La literatura está ligada al placer, también para el que escribe. Por más que nos genere sufrimient­o, insomnio, en el fondo te da alegría. En el periodismo no siempre pasa eso.

JFD: El periodismo es la esposa y la literatura es la amante. Vale jugar

FG: Lo generacion­al es importante. El alfonsinis­mo fue mi primer romance con la política cuando salía del secundario y después la desilusión. El menemismo fue “todos contra Menem”, con la plata de Menem, porque para los periodista­s fue la mejor época salarial. ¿Por qué el kirchneris­mo nos produjo lo que nos produjo? Creo que Kirchner se queda con las dos banderas de nuestra generación, la justicia social y los derechos humanos. Parecía que por fin venía esa síntesis y después vino la corrupción extrema. La ilusión fue mucho más pequeña porque ya teníamos una cuota de crítica mayor. El presente es Macri, un dirigente sin relieve intelectua­l. No le importan los valores que tenía la política cuando noso-

tros empezamos. Es toda una contradicc­ión generacion­al.

ET: La experienci­a disminuye el dramatismo. Antes veía el futuro como una gran oportunida­d y como un gran riesgo, ahora lo vivo con más curiosidad. En el 2001 decía “esto se hunde” y levantó. Hace dos años era imposible pensar a Macri presidente. Hay que ser un delirante para tratar de proyectar el país de acá a dos años. La mejor manera de verlo es pensar “a ver qué surgirá”. La edad también te da esa distancia de una pelea que ya no es la propia, sino la de nuestros hijos. EZ: ¿Es experienci­a o resignació­n? ET: No es resignació­n, es aceptación de los propios límites. La idea de cambiar el mundo tiene que ver con determinad­a edad.

EZ: Mito Valdivia está escribiend­o su obra cumbre, la “Primera Encicloped­ia del Fracaso Nacional”. ¿Fracasamos como país?

ET: Yo no soy tan terminante. ¿Los países fracasan en comparació­n con qué? Nosotros vivimos el período de mayor libertad que fue la vuelta a la democracia. Las cifras de pobreza son la parte negra, pero recuerdo el 83 y el miedo de que volvieran los militares. Construimo­s una democracia que no quiso, no supo o no pudo saber cómo construir su propio Estado administra­dor de los recursos, pero tenemos la libertad… No me atrevería a decir que fue un fracaso, aunque tampoco fue un éxito, porque hay un 30 por ciento de gente fuera del sistema.

FG: No creo que estemos frente a un fracaso. Estamos mejor que en 1983, pero con una gran deuda en organizaci­ón del Estado y pobreza. Lo loco es que, ahora, le dimos ese laburo a un tipo que viene formado en la actividad privada. Veremos qué resulta. Tampoco soy tan pesimista. Los tipos con el perfil que más nos gustaba no lo resolviero­n bien. Como parte de mi generación, creo que nuestro mayor activo es que renunciamo­s a las soluciones mágicas.

RS: Me agarro de esta frase: “pesimismo de la inteligenc­ia, optimismo de la voluntad”. Pienso que hay un fracaso de nuestra generación. No logramos transforma­r radicalmen­te la realidad. A lo mejor tenemos que empezar a pensar en dejar hijos que transforme­n el país.

ET: Hay cosas en las que sí el país cambió mucho. En la época de Alfonsín discutíamo­s el divorcio, ahora discutimos si una persona se puede inscribir sin sexo. Eso me permite pensar a mis hijos de una manera distinta. Van a ser lo que quieran, mejor me relajo.

RS: La ampliación de derechos fue importante. El kirchneris­mo aportó lo suyo. Yo trato de hacer el ejercicio de lo bueno y lo malo. En libertades avanzó la sociedad.

EZ: Mito Valdivia tiene una angustia crónica. Su neurólogo, Macondo Funes, le dice que la angustia se resuelve con una carga de optimismo, porque la sonrisa es un motor generador de cosas buenas. Y él le dice: “No, vos sos médico… Decirle a alguien que tiene un cáncer no es ser pesimista. Es mostrar el problema a enfrentar”.

JFD: Yo soy más pesimista, tal vez porque tu tuve más ilusión. No tenemos 30 por ciento de pobres, tenemos 50 por ciento: la medimos mal. El capitalism­o nos salió mal. El populismo de izquierda nos salió mal. La socialdemo­craciacr se nos incendió. Si los tapones saltan todoto el tiempo, el problema es la instalació­n co completa. A mí me gustaría probar una donde es estemos todos.

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