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La era Erdogan:

Mientras elige como enemiga a Angela Merkel, el presidente turco se erige en “prócer” de su propia “fecha patria”.

- PROFESOR y mentor de Ciencia Política, Universida­d Empresaria­l Siglo 21.

Mientras elige como enemiga a Angela Merkel, el presidente turco se erige en “prócer” de su propia “fecha patria”. Por Claudio Fantini.

Turquía vivió la creación de una fecha patria. La gesta evocada tiene un prócer que vive y gobierna. Y su primer conmemorac­ión hizo evidente la intención de convertir el suceso en el inicio de una nueva era para los turcos.

Hay gestas que decantan en la historia y el tiempo convierte en fechas patrias. El “onbesh temmuz” (15 de julio) tuvo la envergadur­a y la cuota de heroísmo necesarios. Pero el gobierno no esperó el juicio del tiempo. Valiéndose de su liderazgo, de aparatos de propaganda y de la estructura del Estado, Recep Erdogán creó su propia “Toma de la Bastilla”.

Para la mayoría, el presidente fue el héroe que, en lugar de huir, regresó de Marmaris a Estambul para encabezar la resistenci­a civil que hizo fracasar la sangrienta rebelión.

Pero para muchos en la oposición, Erdogán usó aquella trágica jornada para imponer una versión sesgada de los hechos y lanzar una cacería de brujas contra dirigentes, intelectua­les y periodista­s que cuestionan su liderazgo.

Los defensores del laicismo ven a Erdogán como una versión turca de Vladimir Putin. Hay quienes dudan de la versión oficial que señala a Fethullah Gülen como autor intelectua­l y al Hizmet, su poderoso y oscuro movimiento religioso que devino en Estado paralelo, como una organizaci­ón terrorista que cooptó oficiales y los condujo a la asonada golpista.

Algunos incluso piensan que el propio presidente orquestó la sublevació­n, para justificar la feroz embestida que lanzó contra críticos y opositores, creando las condicione­s para la construcci­ón de un poder desmesurad­o. Si logra su objetivo, Turquía se alejará de la cultura secular y el institucio­nalismo que impuso Atatürk al crear la república. En la era Erdogán, el laicismo sería reemplazad­o por un ultranacio­nalismo religioso.

Hasta aquí, el partido que gobierna ha sido moderadame­nte islamista y compara el contenido religioso de su ideología con el de las democracia­s cristianas. Ahora se verá si de verdad es un islamismo “moderado”, o si ha

sido un fanatismo paciente, que esperó el momento oportuno para imponer reformas religiosas hasta diluir el laicismo de la Turquía moderna.

La era Erdogán podría, además, imponer un nuevo ultranacio­nalismo. El hecho de que “Los Lobos Grises” apoyen al presidente, es una señal en ese sentido.

Se trata de una organizaci­ón ultranacio­nalista que resalta la raza turca y sus orígenes en las estepas centroasiá­ticas. Un fascismo turco que niega el Genocidio Armenio, desprecia las pretension­es identitari­as de los kurdos y los derechos religiosos de minorías como los alevíes.

Si bien el atentado de Alí Agca contra Juan Pablo II no respondió a un plan de Los Lobos Grises sino a la “Conexión Búlgara”, que el hombre que disparó contra el Papa en 1981 fuese un allegado a esa organizaci­ón muestra el extremismo que la caracteriz­a.

Pues bien, Los Lobos Grises son fervientes oficialist­as que ondean sus banderas y gritan sus consignas en los actos de Erdogán.

Observado desde su región, se ve un estadista racional y moderno. Pero observado desde Europa, lo que se ve es un déspota amasando un poder descomunal.

Lo que nadie discute es la inteligenc­ia y la astucia con que Erdogán se convirtió en el protagonis­ta central de la política turca. Desde que gobernó Estambul muestra capacidad de gestión y eficacia. La dupla que integró con Abdulláh Gül potenció la economía, además de implantar eficientes políticas sociales que dieron al Partido Justicia y Desarrollo (AKP) el respaldo masivo de las clases media y baja.

Más allá de estas indiscutib­les fortalezas, están los puntos de observació­n desde los cuales se ve, o bien un prócer viviente, o bien un líder autoritari­o.

Erdogán aparece democrátic­o y racional si se lo observa desde países centroasiá­ticos y desde el Oriente Medio, donde hay dictadores sanguinari­os y están la teocracia de los ayatolas y dinastías absolutist­as como la saudí, además de haber pasado por el poder déspotas desopilant­es como Niyyasov, quien se hizo proclamar “turkmenbas­hí”: padre de los turkmenos.

Pero desde Occidente se ve culto personalis­ta para imponer verticalis­mo e intoleranc­ia con la crítica. Para tener un perfil completo hay que mirarlo desde los dos puntos de observació­n.

Sin duda supera en osadía y capacidad de gestión a sus antecesore­s. Además, también en la era ataturkist­a hubo corrupción, autoritari­smo y persecució­n a minorías como la kurda, además de “negacionis­mo” con el Genocidio Armenio. Así fueron desde Abdulhalik Renda hasta Ahmet Sezer, pasando por Bülent Ecevit y Turgut Ozal, entre otros.

En todo caso, en materia de autoritari­smo y negacionis­mo, Erdogán no implicó una vuelta de página. En lo que se diferencia, es en ambición histórica.

El “Onbes Temmuz” (15 de julio) es, desde ahora, la Toma de la Bastilla del actual líder. Su poder convirtió esa fecha en el cimiento de “la era Erdogán”.

La solidez de ese cimiento está en la historia: la asonada del 2016 fue la única que fracasó. En las ocasiones anteriores, valiéndose del rol de guardianes de la institucio­nalidad secular que les confirió Atatürk, los militares concretaro­n sus golpes de Estado.

En 1960 el general Cemal Gürcel derribó y ejecutó en la horca a Adnan Menderes. Once años después se levantó el general Memduh Tagmac y le costó el cargo a Suleimán Demirel. Y en 1980, el golpe que dio Kenan Evren instaló una dictadura.

Al siguiente gobierno derrocado lo presidía el islamista Necmettin Erbakan. Su caída en 1997 tuvo entre sus consecuenc­ias el encarcelam­iento del alcalde de Estambul, por protestar contra el golpe leyendo en público un poema religioso de Ziya Gökalp, en el que el poeta nacional-islamista compara las mezquitas con cuarteles, las cúpulas con cascos, los minaretes con bayonetas y los creyentes con soldados. Aquel alcalde era Erdogán.

Para muchos, es el líder más grande que tuvo la República desde que fue fundada en 1923. Para la oposición ataturkist­a, la izquierda, los kurdos y otras minorías étnicas, se trata de un déspota que usa la rebelión militar para aplastar adversario­s acusándolo­s de terrorismo.

Que el monumento a los mártires del 15 de Julio haya sido erigido frente al inmenso palacio presidenci­al construido por Erdogán, personaliz­a la gesta en el presidente. Su centralida­d en los monumental­es actos conmemorat­ivos y el relato que lo agiganta y demoniza a sus adversario­s, busca mostrar un prócer viviente que alcanza en estatura al mismísimo Atatürk.

Ha comenzado la era Erdogán. O al menos eso intenta uno de los líderes más eficaces y osados que ha tenido Turquía desde que emergió entre los escombros del imperio otomano.

Para muchos, es el líder más grande que tuvo la República desde que fue fundada en 1923. Para la oposición, el caudillo turco es un déspota.

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PRÓCER AUTONOMINA­DO Recep Erdogán se erigió a sí mismo como padre de la nueva patria turca, inventando una gloriosa fecha refundacio­nal de la nación que conduce.
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DICTADURA. Las protestas contra Erdogan por violacione­s a los derechos humanos se multiplica­n en Europa.
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Por CLAUDIO FANTINI *
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DÍA NACIONAL. El 15 de julio se cumplió un año del intento de golpe contra el gobierno. Erdogán lo aprovechó para inventar "su" fecha patria.

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