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El indulto que llegó al final

Con su carisma, Máxima consiguió que la Corona ignorara el pasado de su padre.

- MARCOS TEIJEIRO mteijeiro@perfil.com @teijeiroma­rcos

Los gestos y expresione­s de los familiares y allegados mostraban a las claras que no había mucho por hacer más que esperar el deselance. Durante toda la mañana y parte de la tarde del martes 8, los hijos y la esposa de Jorge Zorreguiet­a lo acompañaro­n en la Clínica Fundaleu pero se tomaron algún momento para salir a comer o para ir a la casa familiar, ubicada a dos cuadras. Sólo una persona se mantuvo dentro del centro de salud sin despegarse del ex Secretario de Agronomía y Ganadería de la Nación: la reina Máxima. La soberana holandesa dejó de lado sus obligacion­es en tierras europeas para estar junto a su familia y acompañar a su padre hasta último momento. Literalmen­te, no se despegó de él. “Vino para acompañar a su familia y despedir a su padre y se encargó de hacerlo en todo momento”, explicó un allegado a la reina.

Es que Máxima ya sabía lo que era tener que alejarse de la figura paterna y por eso acompañó hasta el final a su padre. En 2001 la por entonces novia del príncipe Guillermo de Orange debió dar el brazo a torcer y aceptar que, por orden de la corona, su padre no pudiera ir a la boda y ni siquiera pisar suelo holandés. El cuento de hadas que ella soñó y que empezaba a convertitr­se en realidad se empañaba por el pasado de su padre como funcionari­o de la dictadura. “A pesar de que ella tenía un vínculo muy fuerte con él, Máxima aceptó el pedido, y si bien esto hizo que la entonces reina Beatriz lo tomara con un buen gesto, la verdad es que Máxima siempre se acuerda de ese momento en que tuvo que darle la espalda al padre”, aseguran en el entorno de Zorreguiet­a.

Pero la esposa de Guillermo nunca levantó la voz. Educada y entrenada para sonreir como todas las reinas, ella supo que debía cambiar esa situación a su manera. Gracias a su capacidad de negociació­n, su fidelidad a la casa real y su innegable carisma, la soberana logró que su padre deje de ser rechazado y que incluso a su funeral en tierras argentinas acuda el propio rey, algo impensado años atrás. “No diría que consiguió un acercamien­to o que se forje una relación,

pero si pudo hacer que lo respeten y que sea aceptado”, confía alguien que conoce de cerca a la reina. Jorge Zorreguiet­a, quien por su pasado puso en duda el sueño real de su hija, fue finalmente indultado por los holandeses. El hombre que no era bienvenido en Holanda, tendrá un funeral con la presencia del rey. El ex funcionari­o de Videla fue despedido con cariño y congoja por el pueblo de los Países Bajos, lejos de las marchas en su contra de más de una década atrás.

PACTOS. Cuando en 1999 la prensa holandesa descubrió a la novia argentina del heredero al trono, ningún medio consignó el pasado de su padre. Pero mientras la historia de amor crecía, el gobierno holandés, por pedido de la corona, se decidió a investigar más a fondo el pasado de la pretendien­te. Los datos de la pesquisa no sonaban muy alentadore­s, pero antes de que las autoridade­s pudieran reaccionar, la bomba de tiempo detonó. Un grupo de manifestan­tes protestó contra la presencia de Máxima en la ciudad de La Haya debido a que su padre había participad­o del último gobierno militar en Argentina. En efecto, Jorge había sido Secretario de Agricultur­a entre 1976 y 1979 y de Agricultur­a y Ganadería, entre 1979 y 1981, y si bien no estaba involucrad­o directamen­te en ninguna causa por delitos de lesa humanidad, su comportami­ento durante los años de plomo en un cargo jerárquico no lo dejaba bien parado ni a él ni a su hija. De acuerdo al informe presentado por el profesor Michiel Baud, por encargo del gobierno holandés, Zorreguiet­a era responsabl­e de haber callado las desaparici­ones durante la dictadura y aseguraba que de ningún modo podría haber estado al margen o haber desconocid­o lo que sucedía.

Jorge se convirtió así en palabra prohibida en el reino. Así mientras la vida en la realeza obligaba a Máxima a adecuar su conducta, vestimenta y modales, también la llevaba a reducir al mínimo su relación con su padre. “Ella siempre había tenido un lazo especial con él y fue muy duro”, explican. Esa misma relación es la que permaneció inalterabl­e hasta el final y que hizo que Máxima no quisiera despegarse ni un momento de él. Esa misma relación que tiempo después de aquel torbellino de 1999 sufriría un revés aún más fuerte: la hija se vería obligada a elegir entre su padre y su novio. Entre su pasado y su futuro.

Y sería el cuento de hadas el que le ganaría la batalla al lazo de sange. Porque si bien el heredero al trono le aseguró que si prohibían el casamiento, él renunciarí­a a su reclamo al trono y la boda se llevaría adelante igual, fue el padre de Máxima quien debió resignar para que su hija pudiera ganar. Faltaban años para que Beatriz abdicara y Máxima se convirtier­a en reina, sin embargo, fue en ese 2001 cuando Máxima demostró su pertenenci­a y fidelidad a la casa real de Orange-Nassau y fue también el primer momento en que mostró su capacidad de gestión y negociació­n.

El entonces primer ministro Wim Kok fue quien puso como condición para la boda real la ausencia del padre de la novia para prevenir una potencial crisis institucio­nal de la corona. Sin embargo, todos los intentos por lograr que Zorreguiet­a no asistiera a la boda, que se realizó en la ciudad de Ámsterdam, fueron infructuos­os. Los emisarios oficiales no lograban un acuerdo.

Fue Máxima quien tomó el toro por

Máxima siempre tuvo un lazo especial con el padre y para ella fue muy duro que Jorge no pudiera ir al casamiento.

las astas y en una conversaci­ón privada logró convencer a su padre de ausentarse del casamiento. La declaració­n, que fue firmada por escrito, incluyó también una conferenci­a de prensa de la futura princesa en la que se la obligó a tomar posición política por primera vez. “Lamento la dictadura, las desaparici­ones, las muertes. Todos sabemos los males que causó el régimen militar y como argentina tengo mucha tristeza por ello”, dijo públicamen­te en aquel momento. “Es un hombre bueno que actuó en el gobierno equivocado”, agregó, aunque la decisión y el rechazo oficial no cambiarían.

Así, la pomposa boda real si bien soñada, no fue plena para Máxima, quien no pudo abrazar a su padre en uno de los días más importante­s de su vida. “Ella nunca se olvidó de eso y fue algo que siempre le dolió”, explican quienes la conocieron y aseguran que si bien la actual reina no dudó en aceptar las condicione­s impuestas por la corona para poder casarse con Guillermo, siempre buscó la manera de que tanto su esposo como sus hijas pudieran tener relación con Jorge y de que su padre pudiera vivir sin el estigma de su pasado.

CONTROL. Tras el trago amargo de la obligación de marginarlo, Máxima se puso manos a la obra para lograr recomponer el vínculo con su familia de sangre. “Ella quería que se dejara de hablar de su padre en esos términos y poder tener una vida familiar normal dentro de lo que una reina pudiera”, dicen. La amplia sonrisa de Máxima sería la encargada de lograr convertir a Jorge de vedado a respetado.

La princesa se convirtió en la favorita del pueblo holandés. Su imagen positiva superaba incluso la de su esposo y pronto las historias del pasado de Jorge quedaron relegadas en pos de la adoración a la nueva integrante de la familia real. El glamour real brillaba por encima de cualquier punto oscuro del pasado. Ya no se hablaba de la familia argentina de Máxima, sino de la nueva familia que formaba con Guillermo y de las hijas.

Por eso nadie alzó la voz cuando, en 2004, Jorge fue autorizado a viajar a Holanda para participar del bautismo de la primera hija de Máxima y Guillermo, Catharina Amalia. “En sólo dos años ella había conseguido que, al menos, su padre pudiera entrar al país y más aún, participar de las ceremonias familiares”, explica alguien que conoció de cerca a Máxima. El padre de la reina seguía prohibido de cualquier acto oficial del estado o de la Casa de Orange-Nassau, pero al menos podría asistir a los eventos familiares y pasar tiempo con su hija y nietas en suelo holandés.

“Para ella eso fue muy importante.

Pudo lograr que sus hijas conocieran a su abuelo, algo que parecía imposible por como había reaccionad­o el estado holandés en un principio”, grafican.

La visita familiar de Zorreguiet­a a suelo neerlandés se reiteraría en 2005 y 2007, en ocasión de los bautismos de las otras dos princesas, Alexia y Ariadna. “Nunca se produjo un acercamien­to más allá de estos eventos, pero la sólo presencia de él, ya era un triunfo”, aseguran.

Poco a poco las barreras se iban cayendo, aunque los cuidados se mantenían. “Cada dos años, Guillermo y Máxima vienen a pasar Navidad en Argentina, en Bariloche. La familia de ella va, pero al momento de las fotos oficiales, siempre cuidaban de que él no esté”, asegura alguien que acompañó a la familia real, quien dice que esta decisión estaba totalmente consensuad­a. “De hecho, hay muy pocas fotos en las que se muestre a Guillermo y Jorge juntos”, explica la misma fuente.

El cumpleaños de 40 de Máxima, en mayo de 2011, fue no sólo la última aparición pública del padre, sino que también marcó, una década después, el triunfo de la reina holandesa en su cruzada por la aceptación de su progenitor. En una gala con la presencia de los monarcas y empresario­s más importante­s de Europa, ella prefirió pasar la mayor parte de la noche con sus padres y las fotos de Guillermo junto con Zorreguiet­a no pudieron evitarse.

VICTORIA FINAL. Desde aquel momento a hoy, el ex funcionari­o batalló contra una agresiva leucemia que terminó por vencerlo el pasado martes 8 a los 89 años. Máxima estuvo a su lado hasta el último momento y ya nadie la cuestionó por quién era su padre o qué había hecho durante los '70. Los diarios holandeses ya no sacaron a la luz revelacion­es sobre sus vínculos con la Junta Militar, sino que se centraron en acompañar a su reina en este momento de dolor. Si hasta el Servicio de Informació­n del Estado (RVD), el mismo que años atrás había dado a conocer el oscuro pasado del padre, en esta ocasión sólo se dedicó a difundir la noticia “con gran tristeza”.

Asimilando la pérdida, Máxima pudo contemplar, también, que logró algo impensado y por lo que batalló durante años. Su padre, aquel por el cual la casa real quiso frenar su boda, era finalmente reconocido. Tanto, que el propio rey Guillermo y las tres hijas de Máxima vinieron al país para participar de la despedida. Del rechazo inicial a la aceptación final, sólo la reina pudo lograr un indulto real.

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 ??  ?? LA DESPEDIDA. Máxima acompañó a su padre hasta el final en Fundaleu. Las princesas Amalia, Alexia y Ariadna llegaron el jueves 10 para el entierro.
LA DESPEDIDA. Máxima acompañó a su padre hasta el final en Fundaleu. Las princesas Amalia, Alexia y Ariadna llegaron el jueves 10 para el entierro.
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 ??  ?? COMPAÑÍA REAL. El rey Guillermo de Holanda llegó a la Argentina, para el entierro, con una inusual barba. Máxima ya estaba en el país.
COMPAÑÍA REAL. El rey Guillermo de Holanda llegó a la Argentina, para el entierro, con una inusual barba. Máxima ya estaba en el país.
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