LA LECCIÓN DE MAQUIAVELO
Vigencia del autor de “El Príncipe”, primera entrega de la Colección de Clásicos que NOTICIAS presenta a partir de la próxima semana.
Últimamente,
la cultura popular global se pobló de personajes maquiavélicos que despiertan la pasión de multitudes, desde Tony Soprano de “The Sopranos” o Lord Petyr Baelish de “Game of Thrones”, pasando por Ibrahim Pashá de “El Sultán”, hasta Frank y Claire Underwood de “House of Cards”, sin olvidar a Catalina de “Reign”. Estas ficciones que nos están fascinando en plena era digital giran todas en torno a las ideas de Nicolás Maquiavelo (1469-1527), mostradas de formas muy literales. Para él, la política no tiene que ver con lo moral, ni siquiera con lo ideológico, sino con el ejercicio del poder; con el arte de obtenerlo y conservarlo. Por eso, en “El Príncipe” se concentra en la técnica política, en diseccionar las acciones que son las más efectivas, ante distintas circunstancias, en función de lo que en este campo constituye la clave del éxito: aprender a manipular los factores que determinan los cambios en las posiciones de poder, usando todos los medios que haya al alcance. Así, directo y didáctico, analiza la dinámica y expone descarnadamente la lógica de la lucha por el poder, sin pudores ni consideraciones sobre lo que podría estar bien o mal.
Esta amoralidad, por un lado, convirtió a Maquiavelo en uno de los padres del pensamiento político moderno (por independizar a la política de la religión como objeto de estudio, hay que aclararlo). Por otro lado, hizo que a partir de su apellido se derivara un adjetivo que es sinónimo de astuto, engañoso y hasta diabólico. Pero el punto realmente interesante es que, en definitiva, hace cinco siglos que “El Príncipe” es leído por millones de personas, creadores de series de culto incluidos, como un tratado estratégico de ciencia política y un manual de instrucciones para todo dirigente que se precie. No sólo de gobiernos o partidos. En las empresas, en la iglesia, en el fútbol, en los medios de comunicación, en las redes, cualquier entramado de poder se puede desentrañar con la plantilla maquiavélica. Es como un GPS, y sigue sin fallar.
SÉ PRÁCTICO, CONFALONIERO. Mientras la mayoría de los autores políticos de la historia de Occidente se dedicó a pensar cómo