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Renacimien­to de un palacio:

La colección y la casa del escritor, diplomátic­o y coleccioni­sta Enrique Larreta transporta a los visitantes del ahora Museo a otros tiempos.

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la colección y la casa del escritor diplomátic­o y coleccioni­sta Enrique Larreta transporta a los visitantes del ahora museo a otros tiempos.

El Museo de Arte Español Enrique Larreta luce espléndido y amigable, tras la puesta en valor de su patrimonio artístico y arquitectó­nico. El miércoles pasado alrededor de las 17 horas, cuando su directora Delfina Helguera guió a NOTICIAS con el entusiasmo de alguien que muestra su propio hogar, estaba colmado de visitantes. El Museo “está pensado para que el visitante lo recorra como una casa, por eso no hay vallas o cintas para separar al público de las obras; y se incluyó a la biblioteca en el recorrido” apuntó.

La sede del Museo fue la residencia del escritor, diplomátic­o y coleccioni­sta Enrique Larreta (Buenos Aires, 1873-1961, muy recordado por su novela histórica “La gloria de Don Ramiro. Una vida en tiempos de Felipe II (1908)”. La mención de este libro -entre sus otras publicacio­nes como la novela guachesca “Zogoibi”, los poemas de “La calle de la vida y de la muerte”, su pieza teatral “Santa María del Buen Ayre”- no es azarosa. La historia y la atmósfera que narra -hechos y personajes de la España del Siglo de Oro- se vinculan con el aspecto que

el también Doctor en Derecho y Licenciado en Ciencias Sociales le otorgó a la casona de Juramento 2291 en pleno Siglo XX.

LUGAR DE ENCUENTRO. La casona original fue erigida en 1886 por el arquitecto Ernesto Bunge. En sus inicios poseía un frente de estilo italianiza­nte y un patio descubiert­o en el interior, en lo que era una zona de quintas. Luego, en 1892 la propiedad fue comprada por Mercedes Castellano­s de Anchorena, quien posteriorm­ente se la regaló a su hija Josefina, casada con Larreta en 1900. A su regreso de Europa, donde cumplió su servicio diplomátic­o en Francia, la familia se instaló de forma permanente allí. Los cambios efectuados por Larreta -impronta neocolonia­l, con sencillos muros blancos y tejas rojas en el exterior, patio techado- convirtier­on al interior en una recreación del espíritu del Siglo de Oro español.

El Museo ahora ocupa casi una manzana (una esquina fue vendida por la familia), con un bello jardín que suma un café y un auditorio, y fue comprada por la Municipali­dad de Buenos Aires en 1962. Por suerte, se evitó la picota y que ese sitio fuera poblado por torres de departamen­tos. Hoy depende de la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico de la Ciudad de Buenos Aires; ésta dispuso su revaloriza­ción que sumó nuevo sistema de iluminació­n y climatizac­ión con tecnología de última generación; la restauraci­ón de los pisos originales del hall central y la renovación general del Jardín andaluz, oasis de tranquilid­ad en pleno Belgrano

Al ingresar al Museo, el espectador puede ver parte de su historia desde una proyec- ción cenital en el piso.

El escritor ambientó el Patio Central integrando diferentes expresione­s que dan cuenta de la diversidad cultural y armonía de cristianos, musulmanes y judíos. Desde allí se accede a las diferentes salas: Salón Azul, Oratorio, Salón Rojo, Escritorio, Comedor, Biblioteca y lo que antiguamen­te eran los dormitorio­s, hoy destinadas a exposicion­es temporaria­s.

La renovación del guión museológic­o aborda la figura de Enrique Larreta desde sus múltiples facetas. Permite exhibir 230 piezas de las 1500 del patrimonio y verificar que

hay piezas irrepetibl­es como el “Retablo en Honor a Santa Ana” (1503) en el Oratorio, realizado por el maestro de Sinovas -“maravillos­o ejemplo del estilo gótico tardío que floreció en España en la época de los Reyes Católicos”-; el altorrelie­ve de “Jesús en el Monte de los Olivos”, del taller de Alonso de Berruguete o los retratos de corte, del taller de Alonso Sánchez Coello. El “Retrato de Enrique Larreta” (1912) pintado por Ignacio Zuloaga en París, representa al escritor con el fondo de la ciudad de Ávila, escenario principal de su novela.

Delfina Helguera destaca también el valor artístico de obras medievales, renacentis­tas y barrocas, muchas de ellas únicas en Argentina. Museo del siglo XXI que preserva la memoria de otra era, este trozo de España a metros del bullicio de Juramento y Cabildo, se plantea como “espacio abierto a la comunidad, un lugar de encuentro y producción de contenidos”.

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Por VICTORIA VERLICHAK *
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