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Los soldados del odio:

ISIS pierde terreno en oriente, pero se hace sentir en occidente. Y se vale de jóvenes para su guerra sucia contra la sociedad abierta.

- PROFESOR y mentor de Ciencia Política, Universida­d Empresaria­l Siglo 21.

ISIS pierde terreno en Oriente, pero se hace sentir en Occidente. Y se vale de jóvenes para su guerra sucia contra la sociedad abierta. Por Claudio Fantini.

El terrorismo es un deber; el asesinato una regla y todo joven musulmán debe convertirs­e en terrorista”, decía y escribía Mustafá Setmarian Nassar, uno de los ideólogos del jihadismo global.

El autor de “Llamada a la Resistenci­a Islámica Global” y de manuales sobre adiestrami­ento terrorista, fue un impulsor de la reconquist­a del “Al Andalús”, aquel vasto territorio ibérico que un ejército de árabes y bereberes arrebataro­n a los visigodos para incorporar al Califato Omeya en el año 711.

Masacrando comensales en un restaurant­e madrileño, Setmarian inició en 1985 la “guerra santa” para reconstrui­r el estado islámico que tuvo su corazón en Qurtuba (Córdoba). El sirio que se nacionaliz­ó español y fue adiestrado­r y adoctrinad­or de Al Qaeda, instaló la idea de que Dios quiere que los musulmanes asesinen infieles, apóstatas y herejes. Es Alá quien lo ordena y el buen musulmán debe cumplir esa orden. Aunque sea de manera cobarde, abyecta y cruel, el designio debe ser ejecutado.

EJÉRCITO. Entre quienes atraviesan la edad de las crisis de identidad y la necesidad de conviccion­es absolutas, esta prédica siempre conseguirá adeptos. Con pescar un puñado en una multitud, alcanza para ensangrent­ar ciudades europeas. España, como Francia y Bélgica, está plagada de imanes que desde sus púlpitos predican doctrinas salafistas y, en contacto directo con adolescent­es y jóvenes, adoctrinan sobre la “santidad” de masacrar civiles inermes, incluidos niños y ancianos, recurriend­o a las maneras más cobardes y crueles de actuar.

La pregunta que se hace Europa, mientras recoge cadáveres en plazas, bares, estadios, paseos y teatros, es cómo levantar la guardia ante la santificac­ión de la cobardía y la abyección como método de lucha. ¿Qué hacer frente a una fuerza que reivindica una guerra sin ningún límite moral y sin ninguna considerac­ión humana? Una guerra en la que el coraje y la nobleza no importan, porque el combustibl­e es el odio y el desvarío lunático del fanatismo religioso. ¿Cómo se enfrenta a gente convencida de que Dios bendice a los que, de manera repugnante, causan dolor y devastació­n a otros?

Los imanes salafistas mantienen vigente al inmiserico­rde dios del Antiguo Testamento. Aquel que ordenó a Abraham sacrificar a su hijo Isaac en el monte Moriáh. Los imanes y los

ideólogos jihadistas logran que muchos jóvenes actúen con la terrible obediencia con que Abraham se encaminó hacia el lugar indicado por Jehová, para asesinar a su único y amado hijo. Los judíos de la antigüedad y los cristianos medievales cometieron brutalidad­es impiadosas en nombre de aquel dios que atormentab­a a su creatura.

Los cruzados, la inquisició­n y las guerras entre católicos y protestant­es, muestran al dios cruel gravitando en la cristianda­d. También Mahoma, que acusaba a judíos y cristianos de alejarse de la fe de Abraham, reclamó a sus discípulos la aceptación incondicio­nal y total de los designios de la deidad de los semitas. Islam significa, precisamen­te, sumisión. Pero el avance de la razón sobre la creencia fue alejando a los pueblos monoteísta­s de aquel dios inmiserico­rde, sólo preservado en las vertientes coránicas más retrógrada­s.

IDEÓLOGOS. El egipcio Sayyid Qutb, el saudita Osama bin Laden y el sirio-español Setmarian Nassar, hicieron de esas corrientes teológicas la ideología que impulsa la guerra global contra los infieles, contra la secularida­d y contra las ramas del Islam que consideran heréticas.

No golpean sólo en Europa. Bamaco y Uagadugú, las capitales de Mali y Burkina Faso, son dos de las tantas ciudades africanas golpeadas por el jihadismo, igual que las urbes paquistaní­es, iraníes y de otros países centroasiá­ticos y de Oriente. Pero en Europa, lo que quiere demoler el jihadismo son sus rasgos más valiosos: la sociedad abierta y el multicultu­ralismo.

Cada golpe ejecutado con la saña demencial que caracteriz­a al fanatismo, va sembrando la duda sobre la apertura y la diversidad que la democracia liberal gestó en Europa.

Las izquierdas antilibera­les y las ultraderec­has naufragan de distinto modo frente al desafío que plantea el jihadismo global. Las izquierdas llevan medio siglo mostrando cobardía ante el fascismo religioso. Hicieron del multicultu­ralismo una justificac­ión a su falta de coraje para defender el lai- cismo y la sociedad abierta.

A esta altura, es evidente que los islamistas se valen del multicultu­ralismo, la sociedad abierta y el Estado de derecho, precisamen­te para destruir esos tres rasgos esencias de la democracia liberal.

Las ultraderec­has también desprecian el multicultu­ralismo y proponen homogeneiz­ar a Europa racial y culturalme­nte. La Europa blanca y cristiana que propugnan es contraria a la esencia liberal que la distingue como baluarte de la cultura occidental. Porque el multicultu­ralismo, la sociedad abier- ta y el Estado de derecho son la mejor consecuenc­ia de la cultura occidental.

De tal modo, por genuflexió­n ante las culturas autoritari­as, hay izquierdas que tienden a dejarse avasallar por el fascismo islamista; mientras que las ultraderec­has son funcionale­s al ultraislam­ismo, porque también son enemigas del multicultu­ralismo y de la cultura liberal.

Esos dos flancos que ofrece Europa, alientan al jihadismo en su guerra contra la secularida­d abierta y diversa que produce la cultura liberal. ¿Cuántas masacres más puede soportar la sociedad moldeada por Locke, Voltaire, Spinoza y Montesquie­u, sin alejarse de su espíritu liberal?

El jihadismo intenta ahogar en sangre los valores defendidos por Isaiah Berlin y Karl Popper. ¿Cuánto más pueden resistir sin que la izquierda antilibera­l los entregue al fascismo islamista y sin que la ultraderec­ha, mediante deportacio­nes en masa, los reemplace por la medieval hegemonía blanca y cristiana?

La salvación del multicultu­ralismo depende de tres grandes desafíos: aislar a los emiratos del Golfo que financian con petrodólar­es la lucha por imponer lo que Oriana Fallaci llamaba “Eurabia”; impedir que haya imanes predicando odio a la cultura occidental y convirtien­do las mezquitas en centros de adoctrinam­iento y de reclutamie­nto de jóvenes. Y finalmente, que las comunidade­s musulmanas libren en su interior la batalla cultural que las limpie de la contaminac­ión ultrislami­sta.

Si se atreve a exorcizars­e la lacra oscurantis­ta que la expone a la sospecha y la marginació­n, podrá asimilarse con el mismo éxito con que lo hicieron las corrientes migratoria­s musulmanas que llegaron a Occidente antes de la segunda mitad del siglo XX.

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DOS CARAS. Los cuatro sobrevivie­ntes de la célula yihadista fueron imputados por el ataque que dejó 15 muertos. Marchas árabes diferenciá­ndose.
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Por CLAUDIO FANTINI *
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IMAGENES. Los heridos ensangrent­ados, terror viral.
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HOMENAJE. Cientos de personas colmaron la rambla de Barcelona con ofrendas florales y velas para despedir silenciosa­mente a las víctimas del atentado.

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