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Mentes distintas:

Con un modo particular de experiment­ar el mundo, estos chicos precisan ayuda para desarrolla­r todo su potencial.

- Por ANDREA GENTIL *

con un modo particular de experiment­ar el mundo, los chicos con síndrome de Asperger precisan ayuda para desarrolla­r su potencial.

La

frase sonó fuerte: “Tener autismo no significa no ser humano, sino ser diferente”. Transcurrí­a el año 1993 y John Sinclair, un hombre con síndrome de Asperger, le hablaba a un auditorio repleto durante la Conferenci­a Internacio­nal sobre Autismo que se llevaba a cabo ese año en Toronto, Canadá. “El autismo no es algo que una persona tiene, o una caparazón dentro de la cual esa persona está atrapada. No hay un chico común escondido detrás del autismo. El autismo es una forma de ser -describía Sinclair-. Es pervasivo, colorea cada experienci­a, cada sensación, percepción, pensamient­o, emoción, e influye en cada aspecto de la existencia. No es posible separar el autismo de la persona, y aún si esto último fuera posible, la persona que tendrían frente a ustedes no sería la misma que conocieron al principio”.

Veinticuat­ro años más tarde, lo que este activista por los derechos de las personas con trastornos del espectro autista (TEA) quería transmitir sigue estando tanto o más vigente que entonces. Lo sucedido recienteme­nte en una escuela primaria de San Antonio de Padua, cuyas autoridade­s decidieron súbitament­e cambiar de división a un chico de cuarto año con síndrome de Asperger por pedido de los padres de sus compañeros de curso, es un ejemplo. Apenas un caso de lo que todavía es moneda corriente: el desconocim­iento sobre qué son y qué implican los trastornos del espectro autista.

Ya se sabe, lo que no se conoce inspira temor, y con el miedo llega la discrimina­ción hacia ese "otro" que nos plantea interrogan­tes y misterios.

Solo desde la ignorancia se explica la actitud del grupo de madres que festejaron, vía WhatsApp, el alejamient­o del chico. Lo que esos adultos no tienen en cuenta, porque segurament­e lo desconocen, es que hoy día la incidencia de los trastornos del espectro autista, dentro de los cuales se incluye al Síndrome de Asperger, es de 1 por cada 68 niños. Hace diez años, la incidencia era menor: 1 de cada 110.

Así las cosas, cada vez son más los niños y niñas que llegan a la escolariza­ción con un diagnóstic­o de TEA, incluyendo a los Asperger (o aspies, familiarme­nte hablando). Los problemas se repiten día tras día en decenas de jardines de infantes, escuelas y colegios secundario­s de distintos países del mundo: los maestros no tienen herramient­as para comprender a sus alumnos diferentes, que no “sufren” de una enfermedad, sino que representa­n un modo distinto de estar en el mundo. Las autoridade­s escolares, con frecuencia, se escudan en sus asesores legales y todo termina en un gran desencuent­ro con las familias y, sobre todo, con los niños y adolescent­es. Y esa parte

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FOTO: SHUTTERSTO­CK.
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