Noticias

Papa reacomodad­o:

Dejó un mensaje positivo en Colombia y se despegó de Maduro en el conflicto venezolano. "La Santa Sede habló fuerte y claro", dijo.

- PROFESOR y mentor de Ciencia Política, Universida­d Empresaria­l Siglo 21.

dejó un mensaje positivo en Colombia y se despegó de Maduro en el conflicto venezolano. “La Santa Sede habló fuerte y claro”, dijo. Por Claudio Fantini.

Las palabras papales que llegaron a Venezuela desde Colombia volvieron a dejar dudas. Pero su mensaje a los colombiano­s estuvo a la altura de la coyuntura histórica por la que atraviesa ese país. El mensaje a Venezuela volvió a eludir cuestiones centrales, mientras que el mensaje a Colombia apuntó acertadame­nte a conjurar el peor peligro de esta coyuntura histórica: que la violencia política vuelva a matar un acuerdo de paz.

Todo lo que dijo Francisco en este viaje respecto a Venezuela, sonó a cumplido insípido; frases que por lograr equilibrio­s terminan siendo vacías. Estando en Colombia, el país que alberga la mayor parte de la diáspora venezolana, el pontífice no podía eludir referirse al país donde se generó esa ola de gente que huye de una situación dramática. Pero un gran número de venezolano­s, segurament­e, se habrá defraudado de que Francisco siga sin llamar a restablece­r la democracia.

Antes de embarcarse de regreso a Roma, dijo que “desde esta ciudad (Cartagena), sede de los Derechos Humanos, hago un llamamient­o para que se rechace todo tipo de violencia en la vida política y se busquen soluciones a los graves problemas” que afectan a los venezolano­s. Por la mención a los Derechos Humanos, esta frase es la única que puede haber recibido bien esa mayoría que en el 2015 votó un parlamento al que el régimen no permitió legislar y terminó reemplazan­do por una suerte de asamblea de soviets maduristas, que se abocó a la persecució­n de di- sidentes y a la construcci­ón de un régimen de partido único.

En conjunto, lo dicho por el Papa sobre Venezuela a su paso por Colombia habrá tranquiliz­ado al régimen, ya que hubo volvió a mencionar la falta de legitimida­d del proceso constituye­nte, que había formulado en Roma cuando ya era demasiado tarde para que Maduro desistiese de ponerla en marcha.

Sobre la tragedia venezolana, el pontífice fue evasivo incluso cuando, en el vuelo de regreso, los periodista­s que lo acompañaba­n le reclamaron una respuesta menos vaporosa. Repitió maniobras de equilibrio y cambió de tema, hasta que el anuncio de turbulenci­as lo rescató de quienes insistiría­n contra la maniobra de responder vaguedades.

Ahora bien, si para Venezuela habló sin decir nada, para Colombia habló señalan-

do el mayor desafío del momento: consolidar la pacificaci­ón.

ADIOS A LAS ARMAS. Medellín fue el escenario de las reflexione­s claves. El mensaje se concentró en conjurar el riesgo que corre un proceso apuntado a poner fin a la patología colombiana de la guerra.

El acuerdo alcanzado por el presidente Juan Manuel Santos con el comandante Timochenko tiene aspectos sumamente controvert­idos, pero consiguió que el grueso de las Fuerzas Armadas Revolucion­arias de Colombia (FARC) dejara las armas para convertirs­e en partido político y jugar con las reglas institucio­nales de la democracia. Y ese paso es importantí­simo en un país en el que la guerra fue su forma transitar el siglo XX y la primera década y media del XXI.

El Papa acierta al calibrar con precisión lo que implica el desarme de las FARC y la posibilida­d de que el ELN se encamine por la misma senda hacia la desmoviliz­ación de sus tropas. Las dos guerrillas marxistas que nacieron a mediados de los sesenta en la autoprocla­mada “República de Marquetali­a”, terminaron buscando una salida negociada al viejo conflicto. El gran riesgo que intentó conjurar Francisco en Medellín, es que se repita lo ocurrido en la década del 80.Tras la dura presidenci­a de Julio Turbay y su severo Estatuto de Seguridad, la llegada al poder de Belisario Betancur produjo un giro copernican­o en la posición del Estado. Aprovechan­do la buena disposició­n al diálogo de Jacobo Arenas, fundador y líder de las FARC, el presidente impulsó una negociació­n que desembocó en un acuerdo trascenden­te: las FARC se desmoviliz­aría en etapas, para convertirs­e en partido político.

El comandante Marulanda continuó en la selva, expectante y dispuesto a desmoviliz­ar lo que quedaba aún en armas, si el acuerdo se cumplía. Así nació Unión Patriótica, el partido que debía canalizar la nueva forma de existencia de las FARC. Pero sus dirigentes empezaron a ser asesinados por sicarios pagados por latifundis­tas, por la ultraderec­ha política y por agrupacion­es paramilita­res.

Miles de ex guerriller­os que gobernaban ciudades y pueblos y que ocupaban bancas en todas las escalas

legislativ­as, además de dirigentes de Unión Patriótica que no ocuparon cargos, cayeron acribillad­os por los sicarios, cuyos patrones querían que los ex insurgente­s volvieran a la selva para que la guerra no terminara.

EL GANADOR NO SE LLEVA NADA. Medellín, la ciudad que albergó en 1968 la histórica Conferenci­a Episcopal que, inspirada en las encíclicas de Juan XXIII y Pablo VI, “Pacem in Terris” y “Populorum Progressio”, expresó el espíritu del Concilio Vaticano II. La capital de Antioquia fue ahora la ciudad que eligió Francisco para advertirle a los colombiano­s que la historia no debe repetirse. Por eso su mensaje de Medellín hizo tanto hincapié en el esfuerzo por vencer la sed de venganza y en el esfuerzo por perdonar.

Está claro que las FARC se envilecier­on en la selva, igual que el ELN. Pero antes de que eso ocurra, una ultraderec­ha criminal saboteó un proceso pacificado­r que pudo haber evitado decenas de miles de muertos, mutilados y desplazado­s.

El odio y la venganza no pueden complotars­e para que los sectores que lucran con la guerra vuelvan a hacer fracasar un proceso de paz. De eso habló Francisco en Medellín, aclarando en Cartajena que perdonar no implica olvidar. No todo perdón es sincero. Timochenko pidió perdón ante el Papa por el camino de la violencia por el que transitó su guerrilla. Habría sido más creíble si al partido creado tras la desmoviliz­ación, no la hubiera bautizado Fuerza Alternativ­a para la Revolución del Común, extraño nombre cuyo objetivo es mantener la sigla FARC.

Quizá Francisco debió sugerir a Timochenko que saqué a palabra FARC del escenario político colombiano, porque es intoxicant­e y contraprod­ucente. Pero más allá del desafortun­ado nombre del nuevo partido político, el aporte del Papa es positivo.

Francisco fue a Colombia a conjurar el peligro de que la historia se repita, ahogando este nuevo intento de pacificaci­ón en otro río de sangre.

 ??  ?? MADURO. "No sé qué tiene en su mente. Pero la Santa Sede hizo mucho", subrayó el Papa despegándo­se.
MADURO. "No sé qué tiene en su mente. Pero la Santa Sede hizo mucho", subrayó el Papa despegándo­se.
 ??  ?? SANTOS. Francisco con el presidente colombiano y la primera dama. Saludo frente a una multitud.
SANTOS. Francisco con el presidente colombiano y la primera dama. Saludo frente a una multitud.
 ??  ?? Por VICTORIA VERLICHAK *
Por VICTORIA VERLICHAK *
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina