Centinela de la patria
Esta semana, en pleno lanzamiento de la carrera final hacia las elecciones de octubre, el centro de la agenda informativa no fueron los candidatos, ni la entrevista de Cristina en televisión. El personaje protagónico de la actualidad más caliente del país es una institución, que habitualmente no solía ejercer un gran protagonismo mediático: la Gendarmería. Pero ahora, la fuerza que agrupa a los centinelas de la patria alberga las preguntas (y acaso las respuestas clave) de las grandes dudas argentinas. ¿Dónde está Santiago Maldonado? ¿Cómo murió el fiscal Alberto Nisman?
La misma fuerza intermedia, que en los últimos años fue utilizada por los gobiernos (el actual y el anterior) como una especie de institución de seguridad “neutral” para intervenir en territorios demasiado violentos donde la policía ya no resulta confiable, esa misma fuerza quedó ahora en el centro de la tormenta política más delicada para una democracia: un desaparecido y un investigador judicial de peso muerto de un balazo.
En el caso Maldonado, la negación inicial del Gobierno acerca de las sospechas sob bre el accionar de Gendarmería contra los mapuches terminó agrandando los indicios que empiezan a aparecer, y que señalan al menos contradicciones en el relato de los gendarmes que actuaron en el sur.
En el caso Nisman, las conclusiones parciales que se están filtrando de los peritos de Gendarmería (y el hecho mismo de las filtraciones en un tema tan delicado) prometen alimentar la polémica y la incertidumbre en torno a la verdad sobre la muerte violenta que calló al fiscal que acusaba nada menos que a la entonces presidenta de la nación.
No se trata de condenar a la institución uniformada, tan necesaria, sino de subrayar la grave paradoja argentina: la inseguridad sigue circulando como un fantasma en el seno mismo de nuestras fuerzas de seguridad.