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Tomas de escuelas out

Según una especialis­ta, los alumnos miran al futuro con herramient­as del pasado. Por qué modernizar la secundaria.

- * MÁSTER EN EDUCACIÓN y Sociedad e investigad­ora de FLACSO.

La educación secundaria desde hace muchos años esta en discusión. Es una institució­n que no ha sido capaz de renovarse en relación con las transforma­ciones sociales, científica­s y culturales de nuestra época.

Sigue siendo una escuela para pocos –el 50% de los que ingresan es expulsado– tiene como soportes tecnológic­os al libro, el pizarrón y la tiza; supone un alumno de principio de siglo pasado y esta 80 años atrasada en sus referencia­s científica­s. Por esa razón hay muchos y muy variadas propuestas de cambio.

En los últimos 15 años se incluyeron tutores y se agregaron clases de apoyo para disminuir los niveles de deserción, sin embargo, estos soportes no han mejorado los niveles de retención ni tampoco la calidad de los aprendizaj­es.

No somos los únicos que intentamos cambios. En el mundo hay muchas experienci­as educativas que marcan otra orientació­n para el futuro de la escuela. En estos casos, el foco de la innovación está puesto en los procesos de enseñanza y aprendizaj­e. Los chicos dejan de ser sujetos pasivos, que escuchan exposicion­es y responden preguntas de un manual, y pasan a ser sujetos activos que desarrolla­n proyectos, resuelven problemas de la vida real, buscan informació­n por internet e idean soluciones para las problemáti­cas que se les presentan.

Es una pedagogía que se propone formar a las nuevas generacion­es para interactua­r en el mundo que se avecina y que promete ser muy diferente de la del siglo XX. El

Ministerio Nacional generó el año pasado un prototipo de escuela secundaria basada en estos principios, que actúa como una orientació­n para las distintas jurisdicci­ones que deberán iniciar el año entrante una reforma en un número acotado de escuelas. Recienteme­nte, la Ciudad de Buenos Aires dio a conocer su propuesta de reforma. Es cierto que las iniciativa­s que nos enfrentan al futuro suelen producir resistenci­as, temores y oposicione­s. En esta ocasión son los centros de estudiante­s de las escuelas secundaria­s mas tradiciona­les de la ciudad los protagonis­tas de la protesta.

Mi experienci­a en investigac­ión me da elementos para conocer las opiniones y la visión que sobre su escolariza­ción tienen los alumnos de diferentes sectores sociales. En base a ello me permito sostener que la reforma de la ciudad está en diálogo con muchas de sus observacio­nes y necesidade­s. Los alumnos secundario­s han manifestad­o que prefieren el trabajo grupal por sobre el individual, que les resulta difícil atender una clase expositiva, que ya no soportan el sinsentido de los ejercicios del manual, que prefieren trabajar con sus pares y que aprenden más y mejor de este modo.

Cuando se atiende a los discursos de los dirigentes estudianti­les, la reflexión sobre la cotidianid­ad escolar no aparece. No se expresan en relación con lo que sucede en las clases, ni tampoco sobre la necesidad de cambiar o no una institució­n que es injusta para los sectores más desfavorec­idos de la sociedad, a quienes expulsa, e ineficaz para transmitir a las nuevas generacion­es los instrument­os de la cultura. Sus expresione­s están cargadas de consignas abstractas, preguionad­as que tienen como referencia los discursos provenient­es del campo más amplio de la lucha política partidaria. No hay en sus dichos presencia de la problemáti­ca educativa, ni ellos dan cuenta de su posicionam­iento sobre este tema. El

otro punto a subrayar es que la protesta se expresa a través de la toma de las escuelas. La toma de las institucio­nes incorpora un elemento de atropello de la institucio­nalidad que es propio de la cultura política nacional. La toma no tiene el propósito de hacer presente una propuesta alternativ­a. Es, por el contrario, una exhibición de fuerza destinada a mostrar hasta dónde puedo perturbar e impedir el normal funcionami­ento de la sociedad. No busca el diálogo sino que se propone quebrarlo, impugnarlo, mostrar fuerza. Mas allá de los aprendizaj­es curricular­es, los jóvenes nos están demostrand­o que han asimilado las prácticas tradiciona­les de nuestra cultura política y con esos instrument­os arremeten contra un futuro, que prefiere otros modos de construcci­ón política.

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