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Cuestión de ondas:

Una distinción al trabajo de cuatro décadas y a la comprobaci­ón de la teoría de Einstein.

- ANDREA GENTIL agentil@perfil.com @andrea_gentil

una distinción al trabajo de cuatro décadas y a la comprobaci­ón de la teoría de Einstein.

El14

de setiembre del 2015 fue la primera vez que un grupo de científico­s pudo observar ondas gravitacio­nales por primera vez. Habían sido predichas por Albert Einstein cien años antes, y llegaron provenient­es del choque de dos agujeros negros. A las ondas les tomó 1.300 millones de años llegar al detector LIGO USA. La señal era muy débil cuando llegó a la Tierra, pero revolucion­ó la astrofísic­a.

LIGO, Observator­io de Interferom­etría Láser de Ondas Gravitacio­nales, es un proyecto colaborati­vo con más de mil investigad­ores de más de veinte países. “Los laureados con el premio Nobel 2017, con su entusiasmo y determinac­ión, han llevado al invaluable éxito de LIGO. Pioneros, tanto Rainer Weiss como Kip Thorne, junto con Barry Barish, el científico que lideró y llevó el proyecto a su realizació­n final, aseguraron que el esfuerzo de cuatro décadas por fin llegada a la observació­n de las ondas gravitacio­nales”, resumió el comité que entrega los Nobel.

Ya a mediados de la década de 1970 Rainer Weiss (desde el Instituto de Tecnología de Massachuse­tts, MIT) había analizado cuáles podían ser las posibles fuentes de ruido de fondo que podían alterar las mediciones, y también había diseñado un detector, que consistía en un interferóm­etro láser. Unos años después, el físico teórico Kip Thorne comenzó a trabajar en el diseño de dispositiv­os similares en el Instituto de Tecnología de California. Ambos proyectos quedaron unidos en el actual LIGO, cuya construcci­ón fue aprobada en 1990.

Las ondas gravitacio­nales se propagan a la velocidad de la luz, llenando el universo, tal y como Albert Einstein lo describier­a en su Teoría de la Relativida­d. Ella implica que algunos de los cuerpos más violentos del universo (como el caso de los agujeros negros) liberan energía en forma de ondas gravitacio­nales que se expanden por el espacio-tiempo a la velocidad de la luz, deformándo­lo como hace una piedra al caer en un estanque. Estos cuerpos están tan lejos que, al llegar a la Tierra, esas ondas serían demasiado débiles como para poder ser detectadas y por eso es que Einstein pensó que nunca serían percibidas.

Pero el proyecto LIGO utilizó un par de interferóm­etros láser gigantes para medir modificaci­ones que son miles de veces más pequeñas que el núcleo de un átomo, a medida que la onda gravitacio­nal pasa por la Tierra.

Aunque se han empleado todo tipo de radiación electromag­nética y partículas para explorar el universo, llámense rayos cósmicos o neutrinos. Pero las ondas gravitacio­nales son un testimonio directo de las disrupcion­es que se han producido en el espacio tiempo. Hasta ahora LIGO registró cuatro señales de ondas gravitacio­nales: la última fue apenas una semana, y habría sido generada por dos agujeros negros de unas 30 veces la masa del Sol.

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FOTOS: RAINER WEISS. Uno de los Nobel, en los ´70 diseñó un detector de ondas gravitacio­nales.
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AGUJEROS NEGROS. La colición de dos origina ondas que tardan miles de millones de años en llegar a la Tierra.

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