En manos del ejército:
Para recuperar el control de las favelas Temer recurrió a una "invasión militar". Tiroteos en las calles y cientos de civiles muertos.
para recuperar el control de las favelas, Temer recurrió a una invasión militar. Tiroteos en las calles y cientos de civiles muertos.
La crisis económica que dejaron los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff, y que potenció en lo social Michel Temer, borraron uno de los grandes logros de la década ganada brasilera: el control de las favelas. Con la suba de la pobreza se potenció nuevamente la marginalidad, y volvieron los narcos. Claro, el análisis más correcto apuntará que los narcos nunca que se fueron, y operaron durante todo ese tiempo bajo el radar de la policía, o en connivencia. Pero en los últimos dos años se invirtió la polaridad, y la policía empezó a entrar en las favelas con el “permiso” de las bandas narco. Algo que los estados de San Pablo y Río de Janeiro, y el Gobierno brasilero, no podían permitir. Y así después de una década, en la última semana, volvió el ejército a las favelas.
BANCARROTA. A un año de los Jue- gos Olímpicos, Río pasó de la euforia a la miseria. La ciudad más emblemática de Brasil se hundió en la crisis económica. Declarada en bancarrota desde antes de los Juegos, está casi en estado de excepción por una ola de criminalidad que elevó a más de 100, el número de policías asesinados, y motivó el desembarco de 10.000 efectivos (8.500 soldados y otros 1.500 agentes de tropas especiales), ordenado recientemente por el Gobierno nacional.
Tras la resaca de los Juegos y el Mundial de Fútbol de 2014 (los grandes eventos deportivos que debían impulsar el despegue del país), la situación refleja el fracaso de las Unidades de Policía pacificadora, el cuerpo especial que debía ordenar la vida en las convulsas favelas cariocas, y llevar tranquilidad a los barrios más acomodados de la zona sur de Río, donde hoy se multiplican los reportes de asaltos a vecinos y turistas. Y más de 19.000 alumnos de 40 establecimientos educativos perdieron las clases en la semana por los operativos militares en la favela.
"La corrupción nos llevó a esta bancarrota", dice Mario Andrada, portavoz del Comité Organizador de los Juegos 2016, sentado en una oficina desangelada en el centro de Río de Janeiro, con vistas al océano Atlántico frente a la costa de Brasil. “La organización de los Juegos costó 2.800 millones de dólares, pero con los gastos de infraestructuras el monto trepó a los 12.800 millones”, explica Andrada a NOTICIAS. El Parque Olímpico ubicado en Barra da Tijuca, en la zona oeste de Río, donde se hospedaron unos 10.000 deportistas durante el torneo, debía convertirse en 3.000 apartamentos de lujo para
potenciar el crecimiento edilicio de la ciudad. Pero está hoy cerrado, y aunque su reapertura está prevista justamente para los próximos meses, los administradores aseguran que serán muyt difíciles de comercializar, según el portal "Globo". “El Estado brasileño sólo puso dio el treinta por ciento de las ayudas comprometidas para reconvertir el predio. El resto (42 millones de dólares) lo puso el sector privado”, apunta Andrada.
MANO DURA. La “Ciudad Maravillosa”, la segunda más poblada del país con 6,5 millones de habitantes, hoy está sitiada por el ejército. "El decreto que firmé el viernes prevé la actuación de las Fuerzas Armadas hasta el fin de 2017. Puede ser que en enero ese plazo sea extendido hasta el fin de 2018, y nada impide que esta acción sea ampliada a otros años", declaró Temer esta semana ante la prensa, en una visita relámpago a Río de Janeiro. El mandatario, autorizó el viernes pasado “la invasión” del ejército con el operativo "Río quiere seguridad y paz", que dejó en sus dos primeros días de implementación varios detenidos. "Hemos realizado en los últimos seis meses varias reuniones para tratar el asunto de la seguridad pública, en especial la situación aquí en Río. En un primer momento, la conclusión que se tiene es que el número de robos, en espe- cial el de transporte de cargas, ya ha disminuido enormemente", declaró Temer, que no mostró estadísticas que avalen esa información.
La tropa mixta militarizada usada para situaciones de emergencia está integrada por 620 efectivos de la Fuerza Nacional, y el resto se completa con efectivos de la Policía de Carreteras y de las fuerzas locales cariocas, que han desbaratado varias bandas de piratas del asfalto.
Pero los operativos se dieron en un clima de abierta violencia, con tiroteos en la calle que fueron objetados por el PT y otros frentes políticos. “Veintisiete de las 100 muertes registradas este año fueron ejecuciones. Y del total de policías asesinados, 79 no estaban en servicio”, se indignó ante los cuestionamientos el Coronel Woney Dias, comandante general de la Policía Militar del estado. Y remarcó que “un criminal portando un fusil de guerra y atacando a un policía debe ser tratado como un terrorista”.
El Gobierno de Michel Temer considera que procesos como la desmovilización de la guerrilla de las FARC -tras la firma de un tratado de paz con el Gobierno colombiano-, podría haber favorecido la llegada de armas de contrabando a las favelas de Río de Janeiro, donde operan varias bandas criminales dedicadas al narcotráfico. "Delante del poderío del crimen transnacional (...), podría ser hora de empezar a pensar en una autoridad sudamericana dedicada a problemas de seguridad", expresó el ministro de Defensa brasileño, Raul Jungmann.
FUEGO CRUZADO. El actuar militar es cuestionado porque muchos vecinos mueren por el enfrentamiento de estos grupos con las autoridades: 713 personas fueron abatidas en total por la policía desde comienzos del año hasta el mes de agosto, un 30 por ciento más que en el mismo período en 2016. Las cifras divulgadas esta semana por el Instituto de Seguridad Pública (ISP) del estado de Río, organismo dependiente de la Secretaria de Seguridad, dan cuenta de como las víctimas se potenciaron desde
que se desplazó a la UPP (Unidades de Policía Pacificadora), ql programa que aumentó la presencia policial en la favelas.
El “Decreto para la Garantía de la Ley y el Orden”, la medida que posibilitó sacar a los militares a la calle para operativos en las favelas, es en teoría extraordinaria. Y se desarticularía en algunos días, como reclaman las autoridades de Río (ver recuadro) que se oponen a la medida que ha conmocionado a la ciudad.
Ráfagas de tiros, granadas y gritos, fueron las escenas de la película de los últimos diez días en la Rocinha, la favela más grande de Río de Janeiro, donde la escalada de tensiones se convirtió en una guerra abierta entre bandas criminales y las fuerzas de seguridad.
Los tiroteos suelen empezar a primera horas de la mañana, cuando los militares irrumpen en distintos puntos de la villa. Y las imágenes de balaceras ensordecedoras, y las hogueras en las calles por neumáticos incendiados, grabadas con celulares se vuelven virales antes del mediodía, para llenar la pantalla luego de Globo News. Y el tráfico quedó paralizado en varios sectores de la favela por las tropas de élite, entre éstas el Batallón de Operaciones Especiales (BOPE). "Estamos entrando con helicópteros, con más gente del BOPE y con más agentes de (las tropas) de choque", explicó el gobernador del estado de Río, Luiz Fernando Pezao.
El punto de mayor violencia fue el domingo 30, en el sector de la Rocinha que linda con los barrios de Gávea y Sao Conrado, sectores acomodados de la zona sur de Río.Ese día, un grupo narco muy bien armados entró a la comunidad desde la madrugada para arrebatarle el control de esa porción de la favela a otra banda. El grupo obedecía según fuentes penitenciarias a Antonio Bonfim Lopes, el líder criminal preso desde hace años, que busca que su grupo recupere el control del narcotráfico. Estas bandas potencian la aparición de milicias armadas, se adueñan de los servicios comunitarios -por ejemplo del suministro de gas-, y cobran comisiones a los pobladores ante la ausencia del Estado.
Desde que el Ejército llegó a la urbe se han llevado a cabo tres megaoperativos encarados por el ejército, algo usuar en Brasil, que aprobó varias veces el uso de las Fuerzas Armadas. Pero esta vez los soldados permanecerán indefinidamente.