EL CULTO DE LOS FANS
Una de las cosas que demoró mi decisión de convertirme en autora siendo actriz fue creer que iba a perder contacto con el público. Pensaba que sacaba mi cuerpo y que mi trabajo quedaría alejado de la gente. Con el advenimiento de las redes sociales, la relación público autor pasó a tener voz propia. Y así, mientras nuestros protagonistas se aman o se odian, un fandom completo lo grita a la par. Nos alientan y nos abuchean, arrobándonos. Nos proponen caminos y soluciones felices para nuestras historias que, si les hiciéramos caso, la novela terminaría al día siguiente con un n “happy end”.
Son muy activos los fans y altamente creativos. Nos dedican canciones, cuelgan pasacalles, nos arman videoclips, nos rezan y hasta nos convierten en estampita.
Pero hay algunos días que sucede algo especial que nos conmueve: aparecen las historias de vida de la gente real que empatiza con nuestros personajes. Y se entremezclan las gracias con sentidas confesiones. Alguien que siente que si nosotros hablamos de su enfermedad lo alivia para sobrellevarla. Otras que se conmueven porque la historia de una pareja de mujeres las ayuda a poder confesar a sus seres cercanos sus deseos y elecciones sin pudor.
Y entonces sabemos que no hay mejor premio que comprobar que aportamos algo distinto desde nuestra escritura. Porque también esa escri- tura nos modifica como personas. Yo no soy la misma después de vivir la vida de Virginia, Lucía, Carla, Flor y Miranda. Porque yo fui ellas en cada palabra y sentimiento. Fui escort, bígama, mujer acorazada, frontal y lesbiana. Como estoy también segura de que Celeste, Marcela, Natalie, Violeta y Justina tampoco son las mismas después de haber sido “Estrellas”. Y nosotros no podríamos haber transitado todo este camino sin los otros alentándonos.