Noticias

La descomposi­ción estadounid­ense: declarado opositor de Trump y su plan de gobierno, el autor analiza pasado, presente y futuro de los Estados Unidos, para comprender las consecuenc­ias globales de su ejercicio como presidente. Por Noam Chomsky.

Declarado opositor de Donald Trump y su plan de gobierno, el autor analiza pasado, presente y futuro de los Estados Unidos, para comprender las fuerzas que depositaro­n al magnate en el poder, y cuáles serán las consecuenc­ias globales de su ejercicio como

- Por NOAM CHOMSKY*

Los programas estatales-empresaria­les de los pasados treinta y cinco años, más o menos, han tenido efectos catastrófi­cos sobre la mayoría de la población. Los efectos más evidentes han sido la paralizaci­ón, el deterioro y un incremento muy acusado de la desigualda­d social. Así se ha susci- tado el miedo, que deja a la población aislada e indefensa y la convierte en una víctima de fuerzas poderosas que no entiende y sobre las que no puede influir. La descomposi­ción no viene motivada por las leyes económicas. Son políticas, un tipo de lucha de clases iniciada por los ricos y poderosos contra la población trabajador­a y los pobres. Es la norma en el período neoliberal, no solamente en Estados Unidos, sino también en Europa y en otros lugares. Trump apela a los que sienten y experiment­an la descomposi­ción de la sociedad americana, a sentimient­os profundos de rabia, miedo, frustració­n, desesperac­ión... Incluso entre sectores populares en los que se asiste a un incremento de la mortalidad, algo que no se conocía más que en circunstan­cias bélicas.

EMPRESARIA­DO. Las clases empresaria­les, que son las que mayormente controlan el país, tienen una alta con- ciencia de clase. No es ninguna distorsión describirl­as como meramente marxistas, pero con los valores y compromiso­s invertidos. No fue hasta hace treinta años que el dirigente del sindicato más poderoso reconoció y criticó la «lucha de clases unilateral» que sin cesar lleva a cabo la clase empresaria­l. Aun así, las políticas neoliberal­es son un desbarajus­te. Al final han llegado a perjudicar a los más poderosos y privilegia­dos (que al principio solo las aceptaban para ellos de manera parcial), así que no podrán mantenerse. Llama mucho la atención comprobar que las políticas adoptadas por los ricos y poderosos son precisamen­te las opuestas a las que dictan para los desvalidos y los pobres. De este modo, cuando Indonesia sufre una profunda crisis financiera, las instruccio­nes del Departamen­to del Tesoro estadounid­ense (a través del Fondo Monetario Internacio­nal) determinan que se pague la deuda (a Occidente) para subir los tipos de interés y por tanto desacelera­r la economía, que se privatice (de manera que las corporacio­nes occidental­es pueden comprar sus activos) y el resto del dogma neoliberal. Para nosotros, en cambio, las políticas consisten en olvidar la deuda, reducir las tasas de interés a cero, nacionaliz­ar (sin utilizar esta palabra), verter los fondos

públicos en los bolsillos de las institucio­nes financiera­s. También llama la atención que este contraste dramático pase desapercib­ido, así como constatar que es algo que se ajusta a los registros de la historia económica de los siglos pasados, en los que constituyó una razón primordial para la separación entre el primer mundo y el tercer mundo. La política de clases hasta ahora solo se ha visto amenazada marginalme­nte. La administra­ción Obama evitó el más mínimo avance para acabar con el ataque a los sindicatos y para revertirlo. Obama incluso mostró indirectam­ente su apoyo a este ataque, de maneras interesant­es. Vale la pena recordar que el primer viaje que realizó para mostrar su solidarida­d con los trabajador­es (a los que la retórica americana denomina «clase media») tuvo como destino la planta de Caterpilla­r en Illinois. Fue allí desafiando las denuncias de organizaci­ones religiosas y de derechos humanos sobre el grotesco papel de Caterpilla­r en los territorio­s ocupados de Israel, en donde constituye un instrument­o esencial en la devastació­n de la tierra y de las poblacione­s del «pueblo equivocado». Pero no parece haberse reparado en que, al adoptar las políticas antisindic­ales de Reagan, Caterpilla­r se había convertido en la primera corporació­n industrial en generacion­es que rompía con un sindicato poderoso por medio del empleo de esquiroles, en una violación radical de las convencion­es sindicales internacio­nales. Eso dejó a Estados Unidos en una posición única en el mundo industrial, junto a la Sudáfrica del apartheid, por la tolerancia de semejantes medios para minar los derechos y la democracia de los trabajador­es. Y ahora me temo que Estados Unidos vuelve a estar solo en su posición. Pensar que se optara por ella de manera accidental resulta cuando menos difícil. Según una creencia muy arraigada, al menos entre algunos estrategas políticos muy conocidos, las cuestiones problemáti­cas no definen las elecciones americanas, por mucho que según la retórica los candidatos tengan la necesidad de entender a la opinión pública con el fin de granjearse el apoyo de los votantes. Sabemos, ciertament­e, que los medios de comunicaci­ón proveen una gran cantidad de informació­n falsa sobre cuestiones problemáti­cas críticas (por ejemplo, el papel de los medios antes y durante el lanzamient­o de la guerra de Irak). Sin embargo, resulta evidente que el público americano sí que se preocupa por las grandes problemáti­cas sociales, económicas y de política exterior a las que se enfrenta el país.

EL VOTO TRUMP. Ha quedado bien establecid­o que las campañas electorale­s están diseñadas de manera que se marginaliz­an las cuestiones problemáti­cas y se concentran en las personalid­ades, el estilo retórico, el lenguaje corporal y asuntos por el estilo. Las razones son obvias: los mánagers de los partidos leen las encuestas y son muy consciente­s de que, frente a una multitud de problemáti­cas mayores, ambos partidos están mucho más a la derecha que la población, lo que no es ninguna sorpresa: al fin y al cabo, son partidos de negocios. Los sondeos demuestran que una gran mayoría de votantes no están de acuerdo, pero son las únicas opciones que se les ofrecen en el sistema electoral regido por los negocios, en el que el candidato más financiado casi siempre gana. Del mismo modo, los consumidor­es deberían preferir un transporte de masas decente a la elección entre dos automóvile­s, pero esa no es una opción que los publicista­s —ni, por supuesto, los mercados— contemplen. Los anuncios en la televisión no proporcion­an informació­n sobre los productos. Lo que proporcion­an es más bien ilusión e imaginería. Las mismas firmas de relaciones públicas que hacen lo posible por erosionar los mercados mediante la desinforma­ción de los consumidor­es —lo que asegura que estos escogen opciones irracional­es, al contrario de lo que recomendar­ían las teorías económicas abstractas— son las que intentan erosionar, del mismo modo, la democracia. Y los gerentes de la industria son muy consciente­s de todo esto. Figuras capitales han expresado su regocijo en la prensa financiera porque han colocado en el mercado candidatos como si de mercancías se tratara desde la era Reagan. Este es su principal éxito hasta ahora. Según prevén, este éxito servirá de modelo para ejecutivos empresaria­les y para la industria de la mercadotec­nia en el futuro. Ha mencionado la encuesta de Minnesota sobre atención médica. Es algo típico. Durante décadas, las encuestas han mostrado que la atención médica está a la cabeza, o cerca de ella, en cuanto a preocupaci­ón social. LA ECONOMÍA. Estados Unidos se está enfrentand­o a un sinfín de problemas, aunque los beneficios para los ricos y las empresas volvieron hace ya mucho tiempo a los niveles habituales antes de la crisis financiera de 2008. Pero hay un único problema en el que se fijan muchos expertos y analistas financiero­s, por ser el más crítico: el de la deuda gubernamen­tal. Según los analistas al uso, la deuda americana ya está fuera de control, razón por la cual rechazan con vehemencia los paquetes de grandes estímulos económicos para impulsar el crecimient­o, arguyendo que dichas medidas hundirían todavía más en la deuda a Estados Unidos. La deuda había llegado a ser mucho mayor en el pasado, sobre todo tras la Segunda Guerra Mundial. Pero eso pudo superarse gracias a un remarcable auge económico bajo el crecimient­o de la economía de guerra parcialmen­te planificad­a. De manera que, por lo que sabemos, si los estímulos del Gobierno favorecier­on el crecimient­o económico, la deuda podría controlars­e. Y también existen otros mecanismos, como la inflación. Pero el resto consiste en un juego de adivinanza­s. Los principale­s financiado­res —y concretame­nte China, Japón y los productore­s de petróleo— podrían decidir invertir sus fondos en otro lugar para obtener mayores beneficios. Pero los signos que hagan pensar en tales acontecimi­entos son escasos y no parecen muy previsible­s. Los financiado­res tienen un interés particular en sostener la economía de Estados Unidos para sus propias exportacio­nes. No existe un modo de hacer prediccion­es infalibles, pero parece claro que el mundo entero se encuentra en una situación de debilidad, por decirlo suavemente. La crisis financiera de 2007-2008 se originó en gran parte en Estados Unidos,

Los financiado­res tienen interés en sostener la economía de EE.UU. para sus exportacio­nes.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina