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La grieta ecuatorian­a: en la guerra entre el presidente Lenin Moreno y Rafael Correa, su mentor, quedó en medio del fuego cruzado el embajador argentino. Por Claudio Fantini.

En la guerra entre el presidente Lenin Moreno y Rafael Correa, su mentor, quedó en medio del fuego cruzado el embajador argentino.

- Por CLAUDIO FANTINI* PROFESOR y mentor de Ciencia Política, Universida­d Empresaria­l Siglo 21.

Soy macrista-leninista”, suele decir Jaime Durán Barba. Sucede que es, al mismo tiempo, asesor de Mauricio Macri y de Lenin Moreno. Y el sólo hecho de que el presidente ecuatorian­o comparta asesor con el jefe de Estado argentino, expone la tensión que está sacudiendo a la política en Ecuador. Durán Barba, además del viraje emprendido por su gobierno, muestra al actual presidente ecuatorian­o más cerca de la vereda política donde se sitúa Macri que de la que ocupa su antecesor y mentor.

Lenin Moreno era el vicepresid­ente de Rafael Correa y fue el candidato del partido Alianza País, para que sea él quien continúe con la llamada “revolución ciudadana” al terminar el mandato de su impulsor.

Sin embargo, ni bien ocupó el despacho principal del Palacio de Carondelet, comenzó a desmontar el dispositiv­o que había montado el mandatario anterior para seguir controland­o el poder. Por eso quedó enfrentado al ex presidente y al ala más correista del oficialism­o.

Al pasar la banda presidenci­al al hombre que había ungido como sucesor, Correa se radicó en Bélgica con la intención de dar una señal de que se apartaba para no interferir en la nueva gestión. Pero como no confiaba del todo en Lenin Moreno, le había impuesto en la fórmula a Jorge Glas como candidato a vicepresid­ente.

Glas era más afín a Rafael Correa, pero Moreno tenía que ser el candidato porque, debido a la constante tensión política que causaba el estilo prepotente y confrontat­ivo del líder de la “revolución ciudadana”, el correismo se había desgastado y necesitaba como candidato a quien menos correista pereciese.

El rostro amable y dialoguist­a de Alianza País era Lenin Moreno. Desde su silla de ruedas, había mantenido buenas relaciones con la oposición, con los empresario­s y con la prensa crítica. Su personalid­ad era un remanso en el clima de crispación que imponía Correa.

Lo que nadie esperaba es que intentara gobernar por sí mismo desde el comienzo, desatando velozmente los nudos con que Correa pretendía sujetar el poder.

La furia del temperamen­tal ex presidente estalló y, desde Bruselas, llegaron sus estruendos­as maldicione­s y acusacione­s de traición.

Para ponerlo en términos argentinos, Lenin Moreno era el Scioli de Correa, y Jorge Glas el Zannini que le impusieron en la fórmula para que sea el vicepresid­ente que vigila al presidente; o sea, el chip que el líder deja instalado en el poder para mantenerlo bajo control.

La diferencia es que Scioli jamás se habría atrevido a desafiar a Cristina, desconectá­ndose de Zannini para gobernar sin cumplir órdenes de la jefa. Moreno, en cambio, le quitó a Glas los poderes institucio­nales que ejercía y permitió (posiblemen­te, alentó) acusacione­s de corrupción que terminaron con el vicepresid­ente en prisión preventiva y con Rafael Correa acusando de

traidor a su heredero.

La guerra estalló cuando el actual presidente dijo que Correa había dejado una abultada deuda externa y anunció un giro en la dirección de la economía. La “revolución ciudadana” no había cometido los estropicio­s del chavismo y fue, en términos generales, exitosa.

El populismo de Correa estaba más en su forma de hacer política (siguiendo el modelo de liderazgo del mayoritari­smo hegemónico) que en su forma de manejar la economía. Pero su sucesor considera que se acumularon problemas y que es necesario reducir el tamaño y el costo del Estado. Con eso bastó para que Correa empezara a denostarlo.

La guerra estalló abiertamen­te con la denuncia de corrupción y la consiguien­te detención preventiva del vicepresid­ente. La política ecuatorian­a se convirtió en un campo de batalla entre el ex presidente y el actual mandatario. Y en el medio del fuego cruzado quedó el embajador argentino.

¿La razón? Cometió un tremendo error que lo convirtió en uno de los tantos proyectile­s con que el correismo ortodoxo está bombardean­do a Lenin Moreno. El error fue decir una frase que puede fácilmente interpreta­rse como un agravio a los ecuatorian­os, considerán­dolos poco higiénicos. La reacción fue inmediata y furibunda: funcionari­os y legislador­es que responden a Correa exigieron la expulsión del embajador argentino.

Los argentinos (sobre todo, los cordobeses) conocen el discurso de Luis Juez y saben que su verborragi­a, vertiginos­a y barrial, pisa siempre la banquina; por ende, siempre corre con el riesgo de desbarranc­ar.

La torpeza que cometió en Ecuador, agravada por el hecho de ser embajador, constituye un estropicio diplomátic­o. Pero en la Argentina saben que se le pueden cuestionar muchas cosas, pero no acusarlo de supremacis­ta. No está en la naturaleza de Juez agraviar a un pueblo, al hombre común de una sociedad. Precisamen­te, la contraindi­cación (o el riesgo) de su discurso, está precisamen­te en sus rasgos marcadamen­te populares y poco diplomátic­os.

En otras palabras, en Argentina es más probable suponer que le pasó por torpe, no por despectivo. La Cancillerí­a y él mismo ofrecieron las disculpas del caso, que probableme­nte en otras circunstan­cias habrían sido aceptadas. Pero en el Ecuador de estos días, el error del embajador fue amplificad­o por la disputa que enfrenta al correismo duro con el presidente Lenin Moreno y el anti-correismo que lo defiende.

Juez metió la pata, pero lo grave es que la metió en “la grieta” ecuatorian­a. Esa grieta es también regional, porque el dirigente cordobés es el embajador de Macri y el macrismo está en la vereda enfrentada a la que ocupa Rafael Correa.

De hecho, el ex presidente ecuatorian­o homenajeó a Cristina Kirchner mientras la ex presidenta argentina estaba en plena ofensiva contra quien la sucedió en el poder.

Ecuador es un caso testigo de salto hacia el pospopulis­mo impulsado por una astilla del mismo palo. Por eso Rafael Correa acusa de traidor a Lenin Moreno y, desde Bruselas, ordena a sus huestes aún leales que lo ataquen en todos los frentes.

Uno de los proyectile­s usados en la ofensiva es el embajador argentino. Y uno de los blancos segurament­e será Durán Barba, el único asesor en el mundo que profesa el “macrismo-leninismo”.

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 ??  ?? DIVORCIO. Moreno desmontó el dispositiv­o que Correa armó para controlar el poder, provocando el alejamient­o del vice Glas.
DIVORCIO. Moreno desmontó el dispositiv­o que Correa armó para controlar el poder, provocando el alejamient­o del vice Glas.

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