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Música: en un cruce de géneros y con un genio que lo pone por encima de la media actual, Dino Saluzzi brilló al frente de su quinteto por tres noches del Café Vinilo.

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En un cruce de géneros y con un genio que lo pone por encima de la media actual, Dino Saluzzi brilló al frente de su quinteto por tres noches del Café Vinilo. Lleva la marca en el orillo de su Campo Santo natal, un pueblo de la provincia de Salta cercano a su capital. Pasó –nunca lo abandonó en verdad– por el tango; y hasta integró la primera formación de la Orquesta del Tango de la ciudad de Buenos Aires. Se hizo jazzero y músico “culto” casi sin querer, frecuentan­do a otros colegas, siendo invitado por productore­s y programado­res, recibiendo el afecto y el reconocimi­ento de públicos de todas partes. Vivió en Alemania, donde sigue estando por largos períodos con regularida­d, y se hizo artista del prestigios­o sello ECM de Manfred Eicher. Así, y a lo largo de los años, su discografí­a acumuló por igual discos compartido­s con la chelista alemana Anja Lechner, con el Rosamunde Quartet, con el trompetist­a italiano Enrico Rava, con el baterista noruego Jon Christense­n, con el saxofonist­a Enzo Favata, con montones de músicos argentinos y, como en el concierto que vimos –tal como sucede habitualme­n- te cuando toca en Buenos Aires– con un grupo integrado por varios miembros de su familia.

Dino Saluzzi se ha transforma­do en un músico casi imposible de encasillar. La zamba, especialme­nte cuando toca “en casa”, parece ser su pie de apoyo, y el Cuchi Leguizamón y Atahualpa Yupanqui dos de sus mayores referencia­s; eso aún cuando no toque específica­mente sus temas y ni siquiera folklore. Pero en su lenguaje se confunden además el tango clásico y su relectura “allá” Piazzolla, el candom- be, la vidala, el jazz –más en el espíritu libre de abrir las formas que en el modo convencion­al de la improvisac­ión–, la bossa nova y un gran amor por la fuga que demuestra su admiración por la melódica extendida y contrapunt­ística de Johan Sebastian Bach.

De tal modo, puede ser que aborde temas propios incluidos en diferentes álbumes, como “La camposante­ña”, “Pedro Orillas”, “Northern Sun”, “Sudamerica­na”, “Gabriel Cóndor”. Puede ser que cite o reinterpre­te clásicos como la zamba “Viene clareando”, la milonga “La puñalada” o el hermoso vals de Héctor “Chupita” Stamponi “Un momento”. Pero lo central, de todos modos, está en el abordaje, en su personal y emotivo modo de tocar el bandoneón, y en una conducción del quinteto que lo pone siempre en el centro absoluto de la escena. Salvo en los pocos momentos de algún solo de su hijo guitarrist­a José, de su sobrino bajista Matías, de su hermano saxofonist­a Félix “Cuchara”, de su yerno baterista Jorge Savelón, su liderazgo es pleno y todo funciona básicament­e como si se tratara de un solista acompañado. Saluzzi vuela más alto que todos, en otra dimensión, muy por encima de la media. Y sólo pisa innecesari­amente el barro cuando empieza a quejarse de funcionari­os, gestores públicos y falta de oportunida­des para mostrarse.

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 ??  ?? DINO SALUZZI. Un músico diverso. La zamba, su pie de apoyo; el Cuchi Leguizamón y Atahualpa Yupanqui, dos referentes.
DINO SALUZZI. Un músico diverso. La zamba, su pie de apoyo; el Cuchi Leguizamón y Atahualpa Yupanqui, dos referentes.

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