Pasado sin fin: la escalofriante historia de Bárbara García, una víctima de la dictadura militar que se convirtió en testigo clave y que ahora se siente en peligro.
Fue clave para reconocer al represor que se llevó a su madre cuando ella tenía 8 años. Ahora tiene miedo: él está detenido en su casa.
Yo
siempre pedí que me den la oportunidad de reconocer al tipo que se llevó a mi madre hace 40 años. Tanto insistí que logré que aceptaran mi pedido y mi identificación fue clave para la causa, pero ahora me encuentro con que ya le dieron la domiciliaria”. Bárbara García habla con desazón, pero con tono firme. Asegura que luchó cuatro décadas para que el responsable de haber secuestrado a su madre, cuando ella tenía 8 años, estuviera en la cárcel. Se convirtió en el testigo estrella de la causa ya que, hace unos meses, fue la única que logró reconocer al represor. Sin embargo, ahora se siente en peligro: la Justicia le otorgó al ex subteniente Martín Sánchez Zinny, acusado de formar parte de un grupo de tareas en una megacausa por 37 desapariciones, el beneficio de la prisión domiciliaria. “Tengo miedo porque es un tipo poderoso que sigue teniendo muchos contactos afuera”, explica Bárbara, la hermana del pe-
Yriodista Camilo García.
Su dramática historia comenzó en la madrugada del 13 de junio de 1976, cuando ella tenía sólo ocho años. Un grupo comando integrado por efectivos del Regimiento de Infantería N° 6 de Mercedes irrumpió en su casa y se llevó a su madre, Rocío Ángela Martínez Borbolla, quien con- tinúa desaparecida. A partir de ese momento su vida cambió.
Su niñez y adolescencia no fueron igual a la de cualquier niño. “Mi hermano me dice que no pude tener infancia”, bromea. Pero a pesar del terror, Bárbara se sobrepuso. Su vida siguió aunque los recuerdos permanecieron inalterables, tanto, Martín Eduardo Sánchez Zinny, ex subteniente del ejército, cumple condena en su casa de Acasusso.