Fin de año caliente
Los choques callejeros y la presión en el Congreso colisionan con la agenda del Gobierno. Macri, la OMC y la trastienda del conflicto.
Envalentonado
después de ganar las elecciones legislativas del 22 de octubre pasado, el presidente Mauricio Macri congregó ocho días después a líderes políticos, empresariales y sindicales en el Centro Cultural Kirchner, ahora apodado sólo como CCK, para anunciarles el reformismo permanente. En pocas semanas antes de terminar 2017 quería aprobar una serie de cambios que dieran vuelta la economía argentina con el objetivo de atraer inversión privada: las reformas laboral, previsional y tributaria, el pacto fiscal con las provincias y el presupuesto 2018, entre otras. Pero con el correr de los días se ha encontrado con una inesperada oposición en las calles y en el Congreso.
“Hubo un error de cálculo político de parte del Gobierno”, admiten los más infieles en el PRO. “El Gobierno pensó: gano las elecciones, con el pacto fiscal les doy plata a los gobernadores peronistas, que están necesitados; se la saco a los jubilados y los senadores y diputados del PJ acatan a sus jefes. Pero el peronismo se rompió. Ahora tenés por un lado los gobernadores y por otro, la CGT, que te convoca un paro contra la reforma previsional. El Gobierno pensaba que nadie iba a protestar por los jubilados, que en tal caso alguno expresaría su bronca con el voto en 2019, pero de repente te apareció la CGT, que en septiembre estaba ‘cagada’ de miedo por la detención del Pata Medina”, recuerdan en el oficialismo el arresto del jefe de la Unión Obrera de la Construcción (UOCRA) de La Plata por extorsión.
En los próximos días puede que aparezcan en la prensa informes sobre el enriquecimiento de varios caciques sindicales. Serían notas con asidero, pero también con aliento gubernamental.
Al día siguiente del acto en el CCK, con la estela de la victoria electoral encima, el Gobierno difundió el borrador de una reforma laboral ambiciosa que había negado durante toda
la campaña. Dos semanas después, el 15 de noviembre, el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, sentó a los tres secretarios generales de la CGT, Juan Schmid, Héctor Daer y Carlos Acuña, eliminó algunos artículos del proyecto de ley, pero mantuvo otros y anunció un acuerdo. Sin embargo, cuando el jefe del nuevo bloque peronista de senadores Argentina Federal, Miguel Ángel Pichetto, les pidió a los triunviros que fueran a defender el pacto en las comisiones de la Cámara alta, ninguno se acercó.
Schmid, Daer y Acuña tomaron, en cambio, el camino que conduce a Roma. Soñaban tal vez con una foto con el papa Francisco que los exculpara de cualquier pecado de aceptar una flexibilización laboral. Mientras tanto, ni los Moyano, ni las dos CTA, la de Pablo Micheli y la del kirchnerista Hugo Yasky, ni la Corriente Federal del bancario radical K Sergio Palazzo la respaldaban y ya anunciaban las protestas callejeras que vendrían. Al final el pontífice de militancia juvenil peronista no recibió a los tres que en los papeles lideran la CGT.
GRATO. Pichetto, entonces, pateó la pelota de la reforma laboral para febrero. El Gobierno respondió metiéndola en las sesiones extraordinarias de este diciembre. El senador peronista, ex menemista y ex kirchnerista, cumplió con el deseo de los gobernadores de aprobar en bloque las relacionadas reformas previsional y fiscal, pero advirtió que no le era grato votar una norma que reducía los aumentos de los jubilados.
“Si Pichetto aceptaba tratar ahora la reforma laboral, se incineraba”, comenta un analista político peronista. “Por eso les pidió a los de la CGT que pusieran la trucha. Pichetto quiere mostrarse como la alternativa a Cristina (Kirchner), el que la frena, su adversario. Le partió el bloque y la dejó con otros siete. Él tiene 25 senadores. Quizá sueña con ser el candidato peronista que pierda contra Macri en 2019”, continúa el confidente, y recuerda que otro rionegrino, Horacio Massaccesi, cumplió una misión similar pero con la UCR en los comicios que reeligieron a Carlos Menem en 1995.
“La CGT se quedó sin la foto con el Papa y sin la guita para las obras sociales que le había prometido Triaca”, analizan en el peronismo. El 26 de noviembre, el nuevo presidente de la Comisión Nacional de Pastoral Social que llegó a ese cargo con la bendición de Francisco, monseñor Jorge Lugones, criticó la reforma jubilatoria. Y la CGT tomó esa bandera, pero fueron