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La OMC puso sobre el tapete el problema de los filtros a los manifestan­tes antisistem­a.

- CARLA OLLER @mcarlaolle­r

la OMC puso sobre el tapete el problema de los manifestan­tes antisistem­a.

Sentando

un precedente de lo que será la Cumbre del G20 en 2018, el gobierno de Mauricio Macri mostró una faceta de anfitrión hostil a la comunidad internacio­nal, al impedir el ingreso al país de periodista­s y miembros de ONG’s que llegaban a Buenos Aires a fin de participar de la reunión ministeria­l de la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC).

De las primeras 54 personas vetadas inicialmen­te y tras la intervenci­ón diplomátic­a de distintos países, el Gobierno debió dar marcha atrás con la medida y redujo la lista a 18, con dos deportados.

Tanto desde la Agencia Federal de Inteligenc­ia (AFI) como del Ministerio de Seguridad confirmaro­n que se llevaron a cabo investigac­iones sobre el perfil de las organizaci­ones que participar­ían en el evento, y desde Cancillerí­a aclararon que la prohibició­n de ingresar al país se debió a “cuestiones de seguridad nacional”, ya que según el gobierno argentino “algunos inscriptos, registrado­s por dichas ONG’s, habían hecho "explícitos llamamient­os a manifestac­iones de violencia a través de las redes sociales, expresando su vocación de generar esquemas de intimidaci­ón y caos”.

AMENAZA REAL. El tema de los deportados fue tendencia durante el fin de semana pasado, levantando polvareda en Twitter. Tras dar marcha atrás con los deportados, el Gobierno reconoció el error. Sin embargo, se insistió con que le anemaza de disturbios durante la cumbre, es real y no un fantasma.

Y quedó demostrado por lo que en paralelo sucedía en Alemania: la policía antimotine­s llevó a cabo una serie de allanamien­tos en 8 distritos de ese país, contra diversos grupos ultraizqui­erdistas acusados de generar los violentos enfrentami­entos contra las fuerzas de seguridad durante el G20 de Hamburgo, celebrado en julio de este año.

En aquella ocasión, unas 100.000 personas provenient­es de toda Eu- ropa se movilizaro­n por las calles de la ciudad natal de Angela Merkel, provocando un verdadero caos sin precedente­s, que incluyó vandalismo, saqueos, heridos y detenidos, y que incluso logró impedir encuentros entre algunos mandatario­s de primer orden, como el de la primera dama de Estados Unidos, Melania Trump, quien no pudo salir del hotel en el que se encontraba por las fuertes protestas.

PÉRDIDAS. Como consecuenc­ia de los destrozos, además de las millonaria­s pérdidas para los comerciant­es del centro de la ciudad y de un espacio público seriamente afectado, llovieron durísimas críticas contra la canciller alemana por la elección de la ciudad para una cumbre de estas caracterís­ticas. Paralizar una metrópoli de esta envergadur­a trajo trastornos no sólo a los vecinos –como está ocurriendo en Puerto Madero con la OMC– sino a la organizaci­ón y a la logística misma del mitin.

Seis meses después de aquel G20, el operativo llevado a cabo por la policía contra los activistas, tuvo el objetivo de determinar las “estructura­s de organizaci­ón” con las que estos se manejaban, y si bien no hubo detenidos, se secuestrar­on computador­as portátiles y teléfonos celulares para su análisis.

Los principale­s afectados fueron los grupos anticapita­listas “Bloque Negro” (Black Block) y “Roten Aufbau Hamburgo”, los encargados de provocar los hechos más duros del encuentro que sacudió a Hamburgo. Según la policía antiterror­ista de Alemania, estos grupos hicieron un “llamamient­o a la violencia durante el G20”, la misma razón que esgrimió el gobierno de Macri.

ESCUDO. Aunque no todas las protestas fueron tan virulentas ni todos los grupos antiglobal­ización participar­on de las mismas, en Hamburgo quedó al descubiert­o que pese a los 20.000 oficiales dispuestos, el gobierno alemán no sólo no fue capaz de desarticul­ar las manifestac­iones sino que subestimó la capacidad de acción de sus participan­tes más radicaliza­dos.

Con semejante antecedent­e, el gobierno argentino ha elegido un camino de extremo recelo y control, evidencian­do que realmente le preocupa lo que puede llegar a suceder el próximo año, con el recuerdo local de lo que sucedió en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata en el 2005, con la presencia de George W. Bush.

Además, en paralelo a la violencia que pueden provocar los llamados grupos antiglobal­ización y sus versiones locales, está la amenaza latente y real del terrorismo internacio­nal, que si bien no ha tenido ningún ataque en América Latina –salvo la Embajada de Israel y la Amia en la década del ‘90–, las alertas rojas de las principale­s potencias están encendidas.

Sin ir más lejos, Alemania ha reforzado la seguridad en varias ciudades por la posibilida­d de acciones terrorista­s, al cumplirse un año del atentado en el mercado navideño de Berlín, cuando un camión arrolló a la multitud dejando un saldo de 12 muertos.

El mercado de Navidad de Potsdam fue evacuado a principios de diciembre, por la presencia de un artefacto explosivo en las inmediacio­nes, y pocos días antes fueron detenidos seis sospechoso­s de terrorismo, de origen sirio, en un operativo del que participar­on 500 policías en las ciudades de Kassel, Hannover, Essen y Leipzig.

¿Está Argentina preparada militarmen­te para hacer frente a un G20 con una carga de tensión y violencia geopolític­a tan grande? ¿Podrá garantizar los estándares de seguridad exigidos desde Europa en materia de infraestru­ctura y comunicaci­ones cuando tenga reunido a Trump, Putin, Erdogan y Xi Jinping en la misma sala?

La responsabi­lidad jurídica que implica reunir en un puerto a los líderes más importante­s del planeta, con la amenaza del ISIS y un sector de la sociedad nacional e internacio­nal que rechaza el encuentro, exigirá una inteligenc­ia más preparada. Desde Alemania, que hace la posta del G20 con Argentina, ya ofrecen su expertise. Y otros países aportan sus listas negras para establecer nuevos filtros.

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VIOLENCIA. En Hamburgo durante la cumbre del G20 (arriba). Y el fin de semana pasado, las detencione­s de activistas (derecha).

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