Entre monos, pájaros y libros
“Animales”, de Hebe Uhart. Adriana Hidalgo, 206 págs. $ 330.
Lacompilación de todos sus relatos por dos editoriales (Alfaguara y Blatt y Ríos), pareció liberar a una de las mejores cuentistas de la literatura argentina de la necesidad de narrar. Secretamente, también fue novelista (en “Mudanzas”, sobre una memorable familia). Después, las notas sobre ciudades, lugares y personajes reales realizadas para la prensa le abrieron la puerta. La realidad la obligaba a viajar, a moverse, a interrogar y a seguir mirando, como siempre había hecho. Desde entonces fue dando a conocer “Viajera crónica”, “Visto y oído”, “De la Patagonia a México”, “De aquí para allá”.
En este libro da un nue- vo salto. El tema pasa a ser r central, en vez de los lugares: los animales, en el sentido más ás amplio y múltiple ple posible. La lectura es una experiencia inolvidable. No bien parece inclinarse por un enfoque, adopta otro. No sólo centra los ojos sobre monos, pájaros, suricatas o loros. También aprovecha un momento en una plaza para interrogar a otra dama con una perra “rolinga”. O cuenta cómo eran los animales para el libro clásico de Eliano sobre ellos. O se engolosina con los apuntes del naturalista Clemente Onelli, que dirigió el zoológico de Buenos Aires entre 1905 y 1910, y acompañó al Perito Pe Moreno a la Patagonia. Uhart Uhar siempre va detrás de los animales y su curiosa relación rela con los seres h humanos. La última frase es de Roger Fouts: F “El argumen gumento del hombre co como único frente a los animales es e el del racismo”. Un suplemento clave son los numerosos dibujos de Uhart sobre pájaros. Escuetos, precisos en la expresión o la pose, muestran al gavilán, el caburé chico, el churrinche, el chiflón, el chimango, el carpintero. Para ella el gran descubrimiento es el de la inteligencia en las aves, bastante reciente, aparte de en los monos, antigua obsesión de la autora. También es irónica, casi camorrera, cuando anota que los lingüistas se opusieron a que un animal tenga lenguaje para no dejarse invadir su área.
Cuando uno ya se había acostumbrado a sus viajes, más extensos cuanto menos acotados por una medida periodística, aparecen los animales. Para la maravillosa máquina de captar, incluso de deformar sutilmente que es Hebe Uhart, el cambio de dirección abre el deseo de otro sendero nuevo brusco. “Plantas”, por ejemplo, si se pone a observarlas. Después de todo uno de sus mejores libros antiguos (de cuentos) se llamaba “Guiando la hiedra”.