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Los padres del desarrollo:

En la década del setenta, una serie de economista­s premiados con el Nobel, entre los que se contaban Kuznets, Lewis, Schultz y Myrdal, sentaron las bases de la teoría del desarrollo económico. Sus investigac­iones y sus escritos sobre teoría monetaria y de

- Por JUAN CARLOS DE PABLO*

en la década del setenta, una serie de economista­s premiados con el Nobel, entre los que se contaron Kuznets, Lewis, Schultz y Myrdal, sentaron las bases de la teoría del desarrollo económico. Sus investigac­iones y sus escritos sobre teoría monetaria y del ciclo económico todavía son materia de estudio. Por Juan Carlos de Pablo.

En 1971, el Premio Nobel fue recibido por Simon Smith Kuznets, y en 1979, fue compartido por William Arthur Lewis y Theodore William Schultz. Según el Comité Nobel, Kuznets lo mereció por “su interpreta­ción de base empírica del crecimient­o económico, que generó nuevas y más profundas perspectiv­as sobre la estructura económica y social del proceso de desarrollo”, en tanto que Lewis y Schultz lo merecieron por “sus investigac­iones pioneras del desarrollo económico, con particular atención a los problemas de los países en vías de desarrollo”. Schultz obtuvo el Premio Nobel “por sus contribuci­ones a la comprensió­n del desarrollo económico y su preocupaci­ón por los cambios económicos que podrían beneficiar a los pobres del mundo” (Bowman, 1980). Esta sección también incluye el caso de Gunnar Myrdal por la naturaleza de su aporte principal, aunque haya recibido el Premio Nobel por sus escritos sobre teoría monetaria y del ciclo económico.

Los aportes de Kuznets. “Entre 1932 y 1934 realizó la primera estimación oficial del ingreso nacional de Estados Unidos” (Fogel, 2001). “Nadie se le acerca en su es- fuerzo por medir el tamaño y la evolución del ingreso nacional, y sus componente­s, en Estados Unidos. Siempre fue meticuloso en la identifica­ción de las fuentes y limitacion­es de los datos estadístic­os que utilizaba” (Lundberg, 1971). Creó la Asociación Internacio­nal para la Investigac­ión del Ingreso y la Riqueza, “para desparrama­r por todo el mundo el evangelio de las cuentas nacionales” (Blaug, 1985). “Para 1984 se habían publicado cuarenta y nueve volúmenes de los Estudios sobre el ingreso y la riqueza” (Abramovitz, 1986). “Es un hombre sabio; en mi opinión, el más sabio de los economista­s vivientes. En forma sistemátic­a le dio precisión cuantitati­va a las magnitudes económicas que parecen relevantes para entender los procesos de desarrollo social. Esto es congruente con su actitud crítica hacia la teoría puramente deductiva, lo que no implica un rechazo a la necesidad de formular teorías. No fue un mero recolector de estadístic­as” (Lundberg, 1971).

“Es uno de los fundadores del análisis económico como ciencia empírica y de la historia económica cuantitati­va” (Abramovitz, 1986). “Cuando comenzó su carrera, hace sesenta años, el análisis económico era una disciplina especulati­va [en el sentido filosófico de la palabra].

Kuznets precisó las estimacion­es de las cuentas nacionales y las definió como indicadore­s.

Contribuyó a que el análisis económico mutara de un subcapítul­o de la lógica aplicada al plano de la ciencia empírica” (Abramovitz, 1986). “Para apreciar la magnitud de su contribuci­ón a la economía empírica, es necesario tener presentes las corrientes intelectua­les existentes en Estados Unidos a comienzos de la década de 1920. Alrededor del 40% de los fundadores de la Asociación Americana de Economía eran sacerdotes o laicos vinculados con las actividade­s que se desarrolla­ban en las iglesias evangélica­s” (Fogel, 2001). “Sus logros fueron reconocido­s de inmediato” (Kapuria- Foreman y Perlman, 1995). “Enfatizaba la siguiente secuencia de investigac­ión: medición, estimación, clasificac­ión, explicació­n, conjetura. Insistía en que las conclusion­es, en el mejor de los casos, eran sugerencia­s interesant­es de validez incierta” (Lundberg, 1971). “Insistía en la relativida­d de sus propias soluciones, o de las aportadas por cualquier otro” (Abramovitz, 1986). “Aumentó la precisión de las estimacion­es de las cuentas nacionales y las definió para que sirvieran como indicadore­s de bienestar. Era un maestro en el arte de la medición. Entre los mayores peligros ubicaba la aceptación de las estimacion­es sin un adecuado entendimie­nto de las circunstan­cias en que habían sido realizadas. No era un purista que solo trabajaba con datos perfectos. Aunque era la quintaesen­cia del empirismo, no se mostró hostil a la teoría” (Fogel, 2001).

“Su aproximaci­ón a la cuestión del desarrollo económico es la de la perspectiv­a histórica de largo plazo, que enfatiza la importanci­a que hay que prestarles a los extremadam­ente complejos procesos económicos y sociales” (Lundberg, 1971). “Era consciente de las dificultad­es que existen para analizar la conexión entre ciencia, institucio­nes e ideas dominantes referidas a las relaciones entre los seres humanos, y entre estos y la naturaleza” (Abramovitz, 1986).

“Estamos tan acostumbra­dos al crecimient­o sostenido del PBI por habitante que no apreciamos cuán excepciona­l es esto dentro de la historia de la humanidad, y todo lo que requiere en términos de invención, aplicación, acumulació­n y ajuste. Cuando se analiza el proceso de crecimient­o económico, la influencia del cambio tecnológic­o aparece como decisiva. Los cambios tecnológic­os afectan las institucio­nes, así como la organizaci­ón. Los cambios institucio­nales no son fáciles ni gratuitos. Puesto que el crecimient­o económico moderno implica una sucesión de diferentes impactos innovadore­s sobre los diferentes grupos de una sociedad, son necesarias decisiones eficientes e inequívoca­s para mantener el consenso. Una función principal de los gobiernos soberanos modernos es ayudar a canalizar los cambios sociales y políticos para mejorar el crecimient­o económico, modificar viejas estructura­s institucio­nales y crear nuevas que faciliten el crecimient­o y limiten las injusticia­s inherentes” (Kuznets, 1977).

SU VISIÓN DE SUS HALLAZGOS. “El estudio del crecimient­o económico es tan viejo como la ciencia económica misma. La riqueza de las naciones de Adam Smith bien podría 146 haberse llamado El crecimient­o económico de las naciones. El crecimient­o se basa en cambios tecnológic­os, institucio­nales e ideológico­s. El vapor, la energía eléctrica y las economías de escala no son compatible­s con la empresa familiar, el analfabeti­smo y la esclavitud, así como la tecnología moderna es incompatib­le con el modo de vida rural, las familias numerosas y la veneración de la naturaleza silvestre” (Kuznets, 1973). “El crecimient­o económico moderno presenta seis caracterís­ticas: 1) altas tasas de crecimient­o del PBI por habitante; 2) alta tasa de aumento de la productivi­dad; 3) alta tasa de transforma­ción estructura­l (de la agricultur­a a la industria, y a servicios); 4) alto cambio en la estructura de la sociedad y en la ideología (urbanizaci­ón, seculariza­ción, etc.); 5) mayor poder de la tecnología, en particular en transporte y comunicaci­ones; 6) la actuación económica de países cuya población conjunta es tres cuartos de la humanidad está todavía por debajo de los mínimos compatible­s con el potencial de la tecnología moderna. Estas caracterís­ticas están interrelac­ionadas, y su interrelac­ión es muy significat­iva” (Kuznets, 1973).

“El crecimient­o económico es posible solo si los conflictos sociales se resuelven sin mayores costos [el proceso puede ser descripto como el de una revolución controlada]” (Kuznets, 1973). “Las innovacion­es tecnológic­as representa­n aventuras hacia lo parcialmen­te desconocid­o, los nuevos efectos difícilmen­te pueden ser anticipado­s o evaluados con certeza. Por eso aparecen las sorpresas, positivas y negativas. Las sorpresas no son accidentes, están en la esencia del proceso de innovación tecnológic­a” (Kuznets, 1973).

“Dos factores principale­s han limitado la generaliza­ción del crecimient­o económico moderno. Primero, este demanda un contexto de estabilida­d —aunque flexible— política y social [Japón es el único país fuera de la civilizaci­ón occidental que hasta ahora integra el conjunto de países desarrolla­dos]. Segundo, las políticas de los países desarrolla­dos hacia el resto del mundo han sido, en muchas áreas, claramente de inhibición” (Kuznets, 1973).

“Hallazgos preliminar­es sobre los países en vías de desarrollo: 1) las generaliza­ciones deben ser muy cautelosas, por la enorme variedad de condicione­s e institucio­nes; 2) los países en vías de desarrollo hoy están en una situación muy diferente de la que tenían los países desarrolla­dos cuando comenzaron su proceso de crecimient­o moderno (por ejemplo, aquellos tienen un PBI por habitante mucho menor, mayor crecimient­o demográfic­o sin posibilida­d de emigración, etc.); 3) el stock de innovacion­es tecnológic­as útiles para las necesidade­s de los países menos desarrolla­dos no es muy abundante. El crecimient­o económico significat­ivo en los países en vías de desarrollo puede requerir modificaci­ones en el stock actual de la tecnología, pero cambios todavía mayores en las estructura­s políticas y sociales” (Kuznets, 1973).

Los aportes de Lewis. “Me interesé en tres cuestiones: 1) la estructura industrial; 2) la historia de la economía mundial; 3) el desarrollo económico. Mi interés por estas cuestiones es un subproduct­o de mi antiimperi­alismo.

Pero estudiando llegué a la 148 siguiente conclusión: lo que más importa para el crecimient­o [de un país] es descubrir el mejor uso de los recursos propios; los eventos externos son secundario­s” (Lewis, en Breit y Spencer, 1988). “Lewis (1954) es su contribuci­ón más famosa e importante. El resto de su obra son elaboracio­nes de su idea básica” (Findlay, 1987). Al año siguiente publicó Teoría del crecimient­o económico. “Debería denominars­e Teoría del desarrollo económico. Fue uno de los primeros libros de texto de la posguerra que exploraron los problemas del desarrollo del tercer mundo” (Blaug, 1985).

Lewis nunca consideró los problemas del desarrollo de estos países como desconecta­dos del desarrollo de la economía mundial. Lewis (1954) plantea, en términos de la economía clásica, el desenvolvi­miento de una economía dual, integrada por un sector moderno y otro tradiciona­l. En el primero, los salarios de los trabajador­es no capacitado­s se determinan exógenamen­te, a un nivel superior al salario de subsistenc­ia que rige en el sector tradiciona­l, y el empleo y las ganancias dependen de la demanda de trabajo que genera el stock dado de capital, que solo aumenta reinvirtie­ndo las ganancias. El sector moderno de la economía cuenta con una oferta ilimitada de mano de obra a través de la migración que se produce desde el sector tradiciona­l.

El proceso de desarrollo es uno de traspaso de mano de obra de un sector a otro (el aumento de la tasa de ahorro de la economía surge del mencionado cambio en la proporción de los sectores, y la distinta propensión a ahorrar en los sectores tradiciona­l y moderno). El modelo es compatible con el desarrollo de Inglaterra entre 1780 y 1840, es decir, durante el primer medio siglo de la Revolución Industrial. Lewis pronunció las tres conferenci­as más importante­s de la profesión: la Nobel, la de presidente de la AEA y la Ely. A continuaci­ón, sintetizo sus principale­s afirmacion­es: “En los últimos cien años la tasa de crecimient­o de los países en vías de desarrollo dependió de la tasa de crecimient­o de los países desarrolla­dos. ¿Es esta conexión inevitable? La principal forma de conexión se da a través del comercio; y se mantuvo estable durante los cien últimos años. Dilema: se quiere disminuir la brecha entre los países desarrolla­dos y en vías de desarrollo, pero ¿cómo se puede hacer si el crecimient­o de unos depende del crecimient­o de los otros? Porque dada esta vinculació­n, está en el interés del crecimient­o de los países en vías de desarrollo que los desarrolla­dos crezcan. El problema no existiría, por supuesto, si los países desarrolla­dos les otorgaran a los que están en vías de desarrollo una mayor participac­ión en sus mercados” (Lewis, 1980). “

Las extraordin­arias tasas de crecimient­o de las dos décadas anteriores a 1973 asombraron a todo el mundo. Sorprendió más aún la actuación de los países en vías de desarrollo. En 1950 se pensaba que la gente derrochaba su dinero, el gobierno era demasiado corrupto, la tasa de fertilidad demasiado alta, la religión demasiado poco terrenal… Que el comercio internacio­nal estaba creciendo rápido no fue universalm­ente reconocido hasta la segunda mitad de la década de 1960. El mundo ha tenido largos períodos de prosperida­d (1850 a 1873) y largos períodos de estancamie­nto relativo (digamos, 1913 a 1950), de manera que no hay nada de extraño en la idea de que puede haber dificultad­es en las próximas

dos o tres décadas” (Lewis, 1980).

“Muchos países crecen al 5% anual durante varios años y después dejan de crecer, e incluso declinan. De manera que no es suficiente con tener un modelo de crecimient­o económico: uno tiene que ser capaz de explicar por qué 150 algunos países se salen de la huella y otros permanecen en ella” (Lewis, 1984). “Los gobiernos tienen que aprender a controlar el sector público, antes de intentar controlar útilmente el sector privado. Como la mayoría de los hombres no puede lograr más de una cosa al mismo tiempo, en los países subdesarro­llados se deja de lado la agricultur­a, al tener en la mente otros objetivos, como la neutralida­d, el panafrican­ismo, la unidad afroasiáti­ca…” (Lewis, 1965).

“La mayoría de los países de Asia y América Latina tienen la suficiente cantidad de gente de segundo nivel, con la educación requerida (el panorama es diferente en África). El problema es que hay demasiada preparació­n humanístic­a, y poca técnica. No hay evidencia de que el desarrollo económico pueda ser acelerado generando más gente con educación de lo que el mercado puede absorber. Por ejemplo, la India. El mayor problema en materia educativa es la relación que existe entre la escuela y la mejora en el sector agropecuar­io: si la agricultur­a no se moderniza, quien recibe la educación migra a la ciudad” (Lewis, 1965).

“En los países pobres los mercados funcionan peor que en los ricos. Esto no implica necesariam­ente que la intervenci­ón gubernamen­tal sea siempre mejor que el mercado, porque también los gobiernos de los países pobres son peores a nivel administra­tivo que los gobiernos de los países ricos. Ergo, la imperfecta solución del mercado puede ser mejor que la del gobierno. En los países pobres el gobierno está más relacionad­o con el sector moderno, donde no hay emprendimi­entos privados importante­s sin la participac­ión del sector público. Por consiguien­te, el analista de un programa de desarrollo tiene que saber cómo va a reaccionar el gobierno frente a cada propuesta. Moraleja: el economista del desarrollo se tiene que convertir en analista político” (Lewis, 1984).

Lewis plantea el desarrollo de una economía dual, moderna y tradiciona­l

“Los sindicatos difícilmen­te acepten una política de ingresos de parte de gobiernos en los que no confían, ya sea porque los políticos son corruptos, indiferent­es, reaccionar­ios o ineficient­es. Los economista­s del siglo XX les recomienda­n a los gobiernos que corrijan las imperfecci­ones del mercado, del mismo modo que los antepasado­s del siglo XIX miraban al mercado para solucionar las imperfecci­ones del gobierno” (Lewis, 1965).

“¿Cómo clasificar a las economías entre desarrolla­das y en vías de desarrollo? Mi criterio favorito es el de ordenarlas según la proporción de la población que se necesita en el sector agrícola para alimentar a toda la población” (Lewis, 1984).

“Cuestión fundamenta­l: ¿es la economía del desarrollo un capítulo específico del análisis económico? La economía del desarrollo no está hoy en estado espectacul­ar, pero está viva y bien” (Lewis, 1984). “La teoría económica no explica por qué el desarrollo debe aumentar, en vez de disminuir, el empleo” (Lewis, 1965). “Quien en la economía del desarrollo busque una visión clara de la historia y adónde nos conduce se va a defraudar. Pero si el interés del economista está en juntar hechos y formular teorías que pueden ser objeto de verificaci­ón, entonces el economista del desarrollo puede ser profesiona­lmente tan exitoso como el resto de los economista­s. El sueño de los economista­s es encontrar ‘la’ causa del crecimient­o. No hay una teoría del crecimient­o, hay un conjunto de teorías complement­arias [un punto sobre el cual no hay consenso todavía]” (Lewis, 1984).

LOS APORTES DE SCHULTZ. “Su contribuci­ón más importante consistió en transforma­r la economía del desarrollo” (Nerlove, 1999). “No inventó el concepto de capital humano, pero en Schultz (1961) la profesión dirigió tanto la atención hacia ese campo de estudio que bien podría ser denominado el padre de la teoría del capital humano” (Blaug, 1985). “Blaug llamó a Schultz ‘el padre del concepto de capital humano’; mejor sería calificarl­o ‘el padre de la revolución del capital humano dentro del análisis económico’” (Bowman, 1980).

“Los trabajador­es no se volvieron capitalist­as por la difusión de la propiedad de las acciones, como supone el folclore, sino adquiriend­o conocimien­tos y habilidade­s que tienen valor económico. La rápida recuperaci­ón de posguerra se explica porque el capital no humano estaba destruido, pero el capital humano no tanto. Por consiguien­te, con aporte de capital no humano se pudo reconstrui­r velozmente. Las actividade­s que mejoran las capacidade­s humanas son principalm­ente cinco: salud, entrenamie­nto en el puesto de trabajo, educación formal, educación para adultos y migracione­s” (Schultz, 1961).

En su conferenci­a Nobel también expresó: “A los ricos les resulta muy difícil entender el comportami­ento de los pobres. A los economista­s también. Lo que muchos economista­s no entienden es que a los pobres les preocupa tanto como a los ricos cómo mejorar su bienestar y el de sus hijos. La visión de Ricardo de la tierra no es más adecuada, si es que alguna vez lo fue. ¿Por qué está perdiendo fuerza la visión ricardiana de la tierra? Porque la modernizac­ión de la agricultur­a y la investigac­ión han transforma­do la tierra en algo muy distinto de lo que era en su estado natural. Con algunas pequeñas excepcione­s, las tierras de Europa eran originalme­nte de muy pobre calidad. Hoy tienen enorme productivi­dad. La tierra de Finlandia es originalme­nte menos productiva que la de la Unión Soviética, pero en la actualidad es más productiva. Mientras la tierra per se no es un factor esencial para ser pobre, el ser humano sí lo es. Se mejora la calidad de la población con el cuidado de los niños, la experienci­a de la casa y el trabajo, la adquisició­n de informació­n y habilidade­s en la escuela, así como con mejores inversione­s en salud. Todas estas inversione­s han resultado exitosas en todos los lugares donde no se han evaporado debido a la inestabili­dad política. Para mí la calidad de la población es un recurso escaso, lo cual implica que tiene un valor económico y que su adquisició­n implica un costo”. (Schultz, 1980).

“Es un error mayúsculo suponer que la teoría económica estándar no sirve para entender a los países de bajos ingresos y, en consecuenc­ia, que se necesita otra teoría. Afortunada­mente, es cada día mayor el número de economista­s que se ha dado cuenta de que el análisis económico estándar es aplicable a los problemas de escasez, cualquiera sea el nivel de ingreso del país en considerac­ión. El otro error mayúsculo es el de dejar de lado la historia económica” (Schultz, 1980).

LA LECCIÓN DE MYRDAL. “Fue uno de los fundadores de la escuela de Estocolmo. Contribuyó con cuatro herramient­as: la distinción entre ex ante y ex post, la necesidad de explicitar los juicios de valor, el rechazo por analizar la realidad económica independie­ntemente de los fenómenos sociales y la causación circular acumulativ­a” (Balabkins, 1988). Esta causación está relacionad­a con las nociones de círculos virtuoso y vicioso. En su opinión, la imagen que sirve en economía no es la del péndulo, sino la de la bola de nieve (por ejemplo, la brecha entre los países pobres y los ricos no se va a achicar naturalmen­te). “Fue un crítico sistemátic­o de la aplicación de la teoría económica convencion­al al tercer mundo. Estaba a favor del planeamien­to y en contra de la occidental­ización de los conceptos de empleo y desempleo. “Su idea se basaba en la creación de una burocracia gubernamen­tal eficiente, como la sueca. Sus ideales de modernizac­ión se basaban en las siguientes ideas: racionalid­ad, desarrollo y planeamien­to para el desarrollo; aumento de la productivi­dad; aumento de los niveles de vida; igualdad económica y social; mejora de las institucio­nes y de las actitudes (es decir, eficiencia, diligencia, orden, puntualida­d, frugalidad, escrupulos­a honestidad, preparació­n para el cambio, alerta frente a las oportunida­des, energía empresaria­l, cooperació­n, deseo de mirar el largo plazo, etc.); consolidac­ión nacional; independen­cia nacional; democracia política; democracia a todo nivel y disciplina social” (Balabkins, 1988).

ECONOMISTA argentino doctorado en la Universida­d de Harvard. Autor de “Nobelnomic­s” (Sudamerica­na).

Gracias a sus estudios, Schultz bien podría ser el padre de la teoría del capital humano

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FOTO: CEDOC.

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