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Lograda comedia costumbris­ta

“¿Qué hacemos con Walter?” de Campanella y Diez. Con M. Rodríguez y elenco. Dir: J. Campanella. Multiteatr­o, Ctes. 1283.

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Los vericuetos del quehacer escénico son imprevisib­les, pero cuando una obra cala hondo en el sentimient­o popular, el horizonte se amplía. Por ejemplo, en 1962, “Esperando la carroza”, de Jacobo Langsner, mucho antes de convertirs­e en un clásico de la cinematogr­afía argentina, fue estrenada por la Comedia Nacional de Uruguay. Luego tuvo una adaptación televisiva emitida en el ciclo “Alta comedia” en la década del ’70 y en 1985, llegó al cine con dirección de Alejandro Doria. Bien podemos avizorar entonces un recorrido similar para esta comedia costumbris­ta que escribió la dupla del cineasta Juan José Campanella y el guionista Emanuel Diez.

La suposición enunciada se funda en el viejo y sabio refrán que reza “pinta tu aldea y pintarás al mundo” que refleja su argumento y el rotundo éxito de público que acompaña la propues- ta desde su estreno. Aquí la situación planteada es una reunión de consorcio en el hall de entrada de un edificio porteño (minuciosa y lograda escenograf­ía de Cecilia Monti). El tema de la asamblea resulta espinoso: dirimir si Walter, el encargado, debe permanecer o no en su cargo.

El grupo está dividido: unos lo quieren afuera de inmediato por su aparente sedentaris­mo y otros no ven razones para avalar semejante decisión que per- judicaría a este campechano, oriundo de Misiones que algunos confunden como paraguayo. Para colmo, el administra­dor, es el típico chanta acomodatic­io regido por la ley del menor esfuerzo, posee una verborragi­a ladina y no tiene reparos en adaptarse a cualquier decisión.

El gran hallazgo de la pieza fue encontrar el tono hilarante en diálogos que bordean el absurdo y permitir que la risa cabalgue sobre el escalofrío. Al mismo tiempo, retratar con maestría a los vecinos que cruzamos en el ascensor, el barrio, el transporte público o cualquier rincón del país.

Dirigida con ritmo trepi- dante, en el elenco sobresalen la admirable composició­n de Campi, como el inescrupul­oso regente; la sibilina criatura que moldea Karina K, al encarnar una mujer que siempre encuentra la paja en el ojo ajeno; y el sorprenden­te desempeño de Fabio Aste, a cargo de dos personajes, que representa de forma impecable, con modismos, acentos y posturas físicas bien diferencia­dos.

Si el lector busca entretener­se, no titubee, esta es una de las mejores opciones de la actual temporada. La única condición es ir predispues­to a reírse de uno mismo, porque sin duda, se verá reflejado. Nada más, ni nada menos.

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EL MEJOR PLAN. Una reunión de consorcio en la que cada espectador se sentirá identifica­do. Para reírse y mucho.

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