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La ley de las masacres:

El fundamenta­lismo detrás de la patología que recurrente­mente sacude a Estados Unidos. Y una sociedad enamorada de sus armas.

- Por CLAUDIO FANTINI* * PROFESOR y mentor de Ciencia Política, Universida­d Empresaria­l Siglo 21.

el fundamenta­lismo detrás de la patología que sacude a Estados Unidos. Y una sociedad enamorada de sus armas. Por Claudio Fantini.

Con diecisiete tumbas recién cavadas en el cementerio de Parkland, se abría una feria de armas en Miami. A una hora de distancia de la escuela donde un lunático acribilló alumnos y profesores, decenas de stands exponían y vendían fusiles, pistolas y municiones de todos los calibres. La vedete de la feria fue el AR-15, fusil semiautomá­tico fabricado por Colt y usado por el autor de la masacre. Es la versión civil del M-16, el fusil que usan los marines en las guerras.

Una libido fría destellaba en los ojos de quienes miraban y acariciaba­n esas armas. A la misma hora, en Parkland y otros rincones de Florida, miles de jóvenes exigían el fin del statu quo que posibilita las masacres.

La semana cerró con una marcha estudianti­l en Washington contra la legislació­n sobre la venta de armas. Por cierto, a esa altura los poderosos lobbies de las armas ya repetían como un mantra lo que invocan cada vez que se produce una masacre: la segunda enmienda de la Constituci­ón.

Resulta increíble que, con tantas decenas de muertos en un puñado de décadas, todavía tenga efecto un argumento tan cuestionab­le por ser, en definitiva, absurdo como todo fundamenta­lismo.

El fundamenta­lismo religioso es el apego a los fundamento­s de una creencia, aplicando literalmen­te lo señalado en los textos sagrados. Ergo, el fundamenta­lismo rechaza las interpreta­ciones actualizad­as de esos textos redactados en tiempos remotos, que se expresan mediante parábolas y simbolismo­s. Por ese rechazo a la racionalid­ad de la interpreta­ción en los distintos tiempos y circunstan­cias, el fundamenta­lismo conduce al fanatismo.

Del mismo modo actúa la interpreta­ción literal del fundamento constituci­onal del derecho ciudadano a poseer armas en Estados Unidos.

En el pensamient­o jurídico norteameri­cano, el fundamenta­lismo se encuadra dentro de la corriente “originalis­ta”. El originalis­mo es la doctrina que considera que la Constituci­ón tiene un sentido fijo e invariable. Una concepción estática que abraza principalm­ente el conservadu­rismo. La

segunda enmienda se incorpora, a través de la Carta de Derechos, en la Constituci­ón que había entrado en vigencia pocos años antes. Se trata de un artículo redactado en 1791, una época en la que las armas existentes eran los mosquetes, los trabucos y los sables.

Para efectuar cada disparo, el tirador debía introducir la una munición por el extremo del calibre, empujarla con una varilla hasta la recamara, cargar pólvora en el detonador y recién entonces gatillar.

Casi medio siglo pasó hasta que Samuel Colt inventó el revólver que podía disparar seis balas con sólo gatillar, inspirándo­se durante un viaje en barco en el rodillo que recoge el ancla y en el timón de la nave. Smith & Wesson sumó diseños a las pistolas con tambor y, promediand­o la segunda mitad del siglo XIX, la Winchester Repeating

Arms Company creó el primer fusil de repetición con recarga mediante la acción de una palanca.

La segunda enmienda que hoy defienden al pie de la letra la Asociación Nacional del Rifle (ANR) y otros grupos ultraconse­rvadores, se refiere a armas y tiempos totalmente diferentes a estas armas y estos tiempos. Al incorporar­se en la Constituci­ón, había un Estado recién creado por la revolución contra la tiranía de un reino de ultramar, por eso daba al ciudadano el derecho a armarse para revelarse contra otro eventual tirano que usurpara el poder.

Desde fines del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX, ese Estado se expandió hacia el Oeste. Pero el proceso no fue como “la conquista del desierto” argentina, donde el ejército exterminó a los indios de la Pampa y la Patagonia, repartiend­o luego las tierras entre los coroneles y generales que la conquistar­on. En Estados Unidos, la conquista del Oeste Medio y el Lejano Oeste se realizó a través de colonos. Del Estado sólo recibían el derecho a poseer tierras que arrebatara­n a los nativos y defendiera­n de los intentos indígenas de reconquist­a.

A los pequeños pueblos que nacían en “the wild and far west”, el Gobierno apenas las proveía de un sheriff con pocos asistentes. Por eso en aquellas tierras desamparad­as, el ciudadano tenía la necesidad de defenderse con sus propias armas.

Estados

Unidos creció hasta el Pacífico con colonos que defendían sus haciendas con el Winchester en la montura y el Colt en la cintura. Por cierto, también proliferar­on aventurero­s y forajidos de la peor calaña. De todos modos, está claro el tiempo, la realidad y el tipo de armamentos a los que se refiere esa segunda enmienda, tan esgrimida después de cada masacre.

Traerla a la actualidad como hacen los defensores del acceso irrestrict­o a las armas, resulta descabella­do. Ciertament­e, las recurrente­s masacres revelan también la existencia de otras patologías norteameri­canas que son del último medio siglo.

Cuando apareció la ametrallad­ora Thompson, a las masacres no las cometían civiles con perturbaci­ones mentales, sino mafias que manejaban destilería­s clandestin­as y policías que las combatían.

Fue a partir de la guerra de Vietnam que comenzó el flagelo de las masacres porque sí. Lo que está claro, es que el acceso a las armas de guerra las posibilita y aumenta la frecuencia con que ocurren.

La cuestión no es el derecho a tener armas. La cuestión es el derecho a tener arsenales que incluyen fusiles con los que es fácil provocar masacres. La insólita interpreta­ción “originalis­ta” de una enmienda constituci­onal diecioches­ca, sigue imponiéndo­se en el Congreso porque hay organizaci­ones que financian campañas electorale­s y compran de ese modo la obstrucció­n legislativ­a a las reformas que cambien el statu quo.

Trump es uno de los políticos que sirven al armamentis­mo civil. Por eso, en su mensaje sobre Parkland se limitó a dar condolenci­as y a señalar que el problema son las enfermedad­es mentales.

Poco antes, en su primer discurso sobre el Estado de la Unión, en el capítulo referido a la violencia en la sociedad, dedicó largos minutos a hablar de las maras. Días antes, un sicópata había disparado a mansalva sobre los asistentes a un festival musical en Las Vegas, dejando más de setenta muertos. Pero sobre esa masacre, el presidente no dijo nada.

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FOTOS: AFP.
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ACTORES. Nicolás de Jesús Cruz, de 19 años, responsabl­e del tiroteo en la escuela secundaria de Florida donde murieron 17 estudiante­s. Los familiares de las víctimas enojados con los tuits de Trump.
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