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EL CANTITO VACÍO

- Por PABLO AVELLUTO * * MINISTRO DE CULTURA. JUAN LUIS GONZÁLEZ jlgonzalez@perfil.com @juanelegon­zalez

Tiene un aire de estudianti­na. De módica transgresi­ón en el aula mientras el profesor se demora. Y claro, de anonimato. Las interpreta­ciones de periodista­s y sociólogos se sesgan y se desdibujan en función de los intereses de la política. ¿Cuál es el mensaje? Espontáneo­s o no, los cantitos buscan erigirse en una suerte de lenguaje del pueblo para sus analistas. Como román- gente lo hace se divierte”. “Siempre se va a parodiar a los presidente­s, pero Macri, al venir de un mundo no popular, tiene más potencial. El canto, que es una expresion popular muy fuerte, cobra fuerza por la cancha y por la puteada, se vuelve irresistib­le”, dice Ey Pacha, creador del logo “Macri Gato”.

ORIGEN. El “hit” tuvo su génesis en San Lorenzo, un club liderado por Matías Lammens y Marcelo Tinelli, ambos con una relación agrietada con el Gobierno, y cuya barra brava está dirigida por Christian Evangelist­a, de pasado cercano al kirchneris­mo. Luego del partido del equipo del Papa contra el de Macri –hasta en esto hay grieta–, la melodía llegó a la cancha de River. En ese encuentro, en el que estaba presente el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, los ticos anacrónico­s algunos pretenden escuchar allí la voz diáfana de una verdad incuestion­able. Pero son sólo cantitos. Son parte de una extensa tradición cultural, afortunada­mente en plena transforma­ción. La puteada como la última coartada del fracaso. Es que la Argentina no está cambiando por obra del designio de un líder mesiánico. Estamos cambiando por la voluntad de los argentinos. Por su voto y su coraje para emprender el camino menos transitado en nuestra historia.

Mientras el país crece muchos ven perder sus privilegio­s. Sorpresiva­mente o no, los locuaces revolucion­arios de la nada deben dar explicacio­nes ante los jueces. En el cantito ya no hay nada. Apenas el fin de una época. Poco a poco, Argentina va dejando atrás su larguísima adolescen- líderes de la barra brava ni estaban –tienen prohibició­n de concurrenc­ia–, por lo que sonó más real. Luego ya era tarde, y el tema dejó de ser sólo una cuestión de cancha o de una protesta contra el mal desempeño de los árbitros: al día del cierre de esta edición, el “MMLPQTP” –sigla con la que el fenómeno se viralizó en las redes– ya se había cantado en 23 estadios de fútbol de todo el país, desde cia, el antiguo deporte de la victimizac­ión nacional, la búsqueda de los atajos ante cuyas consecuenc­ias nos estrellamo­s cien veces.

Es absurdo pensar que el destino del cantito está en el Presidente. Está en la época. En buena parte de la sociedad que se encontró cara a cara con la verdad. Cambiar no iba a ser fácil. No todos están dispuestos a dejar de vivir en la selva.

En su vacío, el cantito es el suspiro final del país que se termina. Una liturgia propia de una religión, el populismo, que no hizo más que destruir oportunida­des para el desarrollo. Esa religión, precisamen­te, que creía que la sociedad se cambiaba con cantitos desde la tribuna. la primera división hasta la última categoría, en dos canchas de básquet, en el Teatro Vorterix, el Cervantes y el de Flores, en el Centro Cultural Kirchner, en el INCAA, en la Usina del Arte, en subte D, en el boliche “Groove”, en el Espacio Konex, en la calle cuando pasó el auto del Presidente yendo a la apertura de sesiones del Congreso, y hasta en un programa de la TV Pública. Además, copó las redes sociales y se interpretó como tango, blues, cuarteto, folklore, chalchaler­a mexicana, comparsa y hasta un reconocido pianista argentino hizo una versión clásica para denunciar que el Gobierno no le había pagado una presentaci­ón suya en el CCK el año anterior. De esto, al menos, es de lo que se tiene registro.

La canción original la compuso Sheriko para el regreso al país de Juan Perón. El tema se llama “Es tiempo de alegrarnos”, aunque apenas estrenada el país entró en una de sus etapas más oscuras. Recién cuarenta años después, los que cantan el hit de Sheriko se divierten... salvo dentro del Gobierno.

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