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Un secreto de Estado:

Así se define Mazarine Pingeot, la hija oculta de Mitterrand. NOTICIAS la entrevistó para hablar de “Théa”, su novela sobre la Argentina.

- GABRIELA PICASSO

así se define Mazarine Pingeot, la hija oculta de Mitterrand. NOTICIAS la entrevistó para hablar de “Thea”, su novela sobre la Argentina.

Amedia mañana del 10 de noviembre de 1994 los consejeros irrumpiero­n nerviosos en el despacho de François Mitterrand. Los franceses se acababan de desayunar con la portada del “Paris-Match”. En la fotografía de la primera página, el presidente francés aparecía apoyando su mano en la espalda de una joven a la salida del restaurant­e Le Divellec. La imagen mostraba el gesto tierno y paternal del entonces mandatario de 77 años (ya gravemente enfermo) hacia una muchacha desconocid­a. Pero el parecido era inocultabl­e y el título, breve y contundent­e: “Mitterrand y su hija”. Era la prueba de uno de los secretos de estado mejor guardados de Francia: la existencia de la hija ilegítima de un presidente en ejercicio.

El escándalo podía anticipar la dimisión de ese hombre que llevaba 13 años al frente del Elíseo -el mandato más largo de la historia gala- y que a lo largo de ese tiempo había mantenido oculta a una familia paralela.

Sin inmutarse, con la imagen fría y cínica que le encantaba cultivar a la “Esfinge”, como lo apodaban, Miterrand alzó la mirada hacia sus asistentes y señalando a la chica dijo: “Es linda, ¿verdad?”.

A unas pocas cuadras, en el departamen­to en el que vivía con su madre -situado al lado del Palacio del Elíseo y propiedad del estadoesta­ba la chica linda de la foto. Su nombre era Mazarine Pingeot. Reconocida por su padre

a los 9 años, jamás usó el apellido paterno. Una joven anónima que pasó casi dos décadas entre las sombras y que, de la noche a la mañana, se transformó en la hija ilegítima de un presidente en ejercicio: "Fue ultraviole­nto. Pasé de la invisibili­dad a la exposición y me sentí aún más encarcelad­a".

Después del cisma que produjo en su vida cotidiana la revelación de su existencia, los franceses volvieron a verla durante el funeral del ex presidente de la República, una fría mañana de enero de 1996. En primera fila, la viuda y la amante. Los hijos legitimos y ella. Mazarine alcanzó el protagonis­mo en medio del dolor.

TRAS BAMBALINAS. Mazarine Marie nació en Aviñon en 1974, fruto de la historia de amor que comenzó en la década previa, entre François Mitterrand y Anne Pingeot, una experta en arte y curadora del Museo d’Orsay nacida en el seno de una familia burguesa de Auvergne y casi treinta años menor que su amante. Era la típica representa­nte de la Francia católica que llegó a París a los 17 años para hacer estudios de Historia del Arte. Anne visitaba a menudo a los Mitterrand, amigos de sus padres. Y así comenzó una relación apasionada. La mujer del político, Danielle, lo supo pero no le dio el divorcio. Anne lo aceptó pero le pidió tener un hijo.

Mitterrand, en plena campaña política, sabía que tapar a una mujer era más fácil que ocultar una familia. Para no levantar sospechas recién conoció a Mazarine un mes y medio después de su nacimiento. Mientras tanto Anne, para evitar el escarnio, presentó a su familia la niña como un bebé que había quedado a su cuidado.

Pero todo cambió cuando Mitterrand se convirtió i tió en el l primer i mandatario dt i socialista i li t de la Quinta República. Mazarine tenía seis años y recuerda cómo descubrió la identidad del hombre que le leía cuentos antes de dormir: en la pantalla de un pequeño televisor, cuando era ungido Presidente de Francia.

Al principio, estaban juntos los fines de semana en Souzy, una residencia de la República, lugar de reposo de los presidente­s. Dos años después, Mitterrand les propuso vivir con él en un apartament­o al otro lado del Sena, no lejos del Elíseo. A partir de entonces, a ese lugar acudiría casi todas las noches para comer unos sencillos huevos al plato, leerle historias a su hija y marcharse al trabajo cada mañana.

CARCEL DE ORO. Mazarine sumó los relatos de su vida en dos libros autobiográ­ficos “Boca cosida” (2005) y “Buen soldadito” (2012). Contó sobre esa infancia de silencios rodeada de libros, mascotas y ocho guardaespa­ldas en una casa que parecía una prisión y donde un padre entraba y salía “entre familias”.

Casi desafiante, a veces, François Mitterrand se exhibía junto a ella. Siempre sin decir quién era. La llevaba a conciertos, restaurant­es o en algunas giras oficiales. Cuando visitaba el Palacio del Elíseo salía escondida en el asiento de atrás del coche.

Claro que no todo el mundo se compadecía de ella. Hay quienes no dejaron de recordar que la historia de reclusión que cuenta Mazarine se cargó a la espalda de los contribuye­ntes franceses, que costearon tanto las residencia­s como el numeroso servicio de seguridad que velaba por ella. Más aún, insisten en el empeño que Mitterrand puso en crear una célula antiterror­ista para protegerla de la curiosidad periodísti­ca, que permitió

las escuchas ilegales y hasta el chantaje a quienes pudieran revelar la existencia de su hija oculta. La hija oculta, mientras tanto, sufrió crisis depresivas, anorexia y hasta se refugió en la bebida.

ENTRE LAS SOMBRAS. Mazarine tiene hoy 43 años. Es periodista, profesora universita­ria de Filosofía y escritora. Casada con el político Didier Le Bret y madre de tres hijos, asegura que a fuerza de terapia y escritura, saldó cuentas con esa infancia complicada. Pero siempre queda una huella.

A propósito de su último libro, “Théa” (Alfaguara), recién publicado en nuestro país, Mazarine Pingeot dialogó con NOTICIAS sobre su obsesiva búsqueda de los orígenes.

NOTICIAS: "Théa" es un libro sobre los orígenes. Un tema recurrente en sus libros. ¿Por qué le interesa tanto este tema?

Mazarine Pingeot: Es fascinante para mí y guía mi trabajo. Creo que es algo que le concierne a todo el mundo, pero cuando estos orígenes están manchados por el misterio, por razones históricas o familiares, uno se los cuestiona desde otro lugar.

NOTICIAS: A pesar de que hace unos años decidió incorporar el apellido Mitterrand, nunca parece asumirlo como propio. ¿Es un homenaje a su madre o prefiere mantener el anonimato?

Pingeot: Por ambas razones. La familia de mi madre es muy importante para mí, es mi familia y, por lo tanto, es mi apellido. Llevo el apellido Miterrand en mis documentos de identidad, pero continúo firmando Pingeot, porque comencé a escribir con este nombre. El apellido y el nombre que recibimos llevan una historia que nos precede, nuestro camino es asumirla o no.

NOTICIAS: ¿Por qué elegió a Antoine, un argentino, como el espejo para que Théa pueda sumergirse en sus orígenes?

Pingeot: Durante mucho tiempo había querido trabajar en este período de la Argentina, impresiona­da por la historia de las abuelas de Plaza de Mayo y su búsqueda de la verdad. Luego, me interesó el tema de la mentira política y especialme­nte, la cuestión de la desaparici­ón. Es un problema que me atormenta. ¿Cómo se hace con un dolor íntimo pero a la vez histórico? Leí muchísimos libros sobre la Argentina, vi documental­es de la época, y también una de mis mejores amigas es argentina. Nunca he estado allí, pero es un país que me fascina.

NOTICIAS: Usted habla sobre los secretos de familia y cómo definen la vida de sus miembros. ¿Cómo es vivir una vida en secreto?

Pingeot: Esta es una gran pregunta: yo no tenía ningún secreto. Yo “era” un secreto. No poder preguntarn­os sobre nuestros orígenes hace que la construcci­ón de identidad sea difícil. Por lo demás, tuve una infancia normal. Bueno, realmente no sé lo que significa normal.

NOTICIAS: ¿De qué manera ser un secreto de estado marcó su historia personal?

Pingeot: Es difícil de decir porque nunca conocí otra vida y no puedo comparar lo que podría ser con lo que soy. Pero es cierto que otorga una cierta responsabi­lidad y uno pierde la inocencia. La infancia ha sido bastante oscura, ¡pero está sanando!

NOTICIAS: Su personaje descubre cosas terribles sobre su padre. ¿Cree que el amor filial puede superar aquello que nos avergüenza de nuestros padres?

Pingeot: Es muy doloroso para un niño darse cuenta de que el padre y la madre que ama no son necesariam­ente adultos que apreciaría. Pero esta dualidad está presente en todos nosotros. No somos los mismos en nuestras familias, en nuestro trabajo, con nuestros amigos. Tenemos estas diferentes facetas que siempre son una sorpresa para los niños que solo conocen a sus padres como padres.

NOTICIAS: ¿Cómo le cayó la publicació­n de “Cartas para Ana" de François Mitterrand (Gallimard) la recopilaci­ón de las 1218 cartas que le escribió su padre a su madre?

Pingeot: Son cartas hermosas y me parece importante que este libro exista. Aunque reconozco que leer las cartas de tus padres siempre es extraño. Es como si los estuviese espiando a través de la cerradura.

NOTICIAS: Hace dos años posteó un artículo sobre un candidato sueco que dijo ser hijo ilegítimo de su padre. ¿Cree que hay más secretos para descubrir?

Pingeot: No lo creo y no estoy segura de que me interese saberlo. ¿Conoces a tus padres? Nunca completame­nte y eso es algo bueno para todos.

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