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64 Stephen Hawking

La teoría propuesta por el británico días antes de morir. Cómo detectar la existencia de otros universos. El posible fin del mundo.

- ANDREA GENTIL agentil@perfil.com @andrea_gentil

Días antes de su fallecimie­nto reveló una teoría explicativ­a de cómo la humanidad podría detectar la existencia de universos paralelos.

Falleció

a los 76 años, la misma edad a la que murió su admirado Albert Einstein. Pero diez días antes, Stephen Hawking entregó para publicar en una revista científica un paper en el que plantea una teoría explicativ­a de cómo la humanidad podría detectar la existencia de universos paralelos. Y, además, una descripció­n de cómo se produciría el fin del mundo: el universo todo colapsaría cuando las estrellas se queden ya sin energía.

El nombre del documento científico es bello y poético, como los escritos de divulgació­n científica que Hawking aportó a lo largo de su vida: “Una salida suave de la inflación eterna (A Smooth Exit from Eternal Inflation), y su coautor, el profesor Thomas Hertog, de la Leuven University de Bélgica, dijo que el documento podría convertirs­e en el “legado científico más importante de Hawking”. Como si el científico británico no hubiera dejado ya un tendal de aportes. “Stephen Hawking fue el más hábil interlocut­or entre la mecánica cuántica y la teoría de la relativida­d general de Albert Einstein, teorías a las que, a comienzos de los años setenta, invitó a sentarse a la mesa para intentar resolver sus tensiones”, explica el físico argentino Gastón Giribet, que actualment­e trabaja en la New York University. “A raíz de ese intento de mediación, Hawking obtuvo un resultado que, con genialidad, supo condensar en una fórmula breve y elegante que contiene todas las constantes fundamenta­les de la naturaleza, un resultado que, desde entonces, se convirtió en regente ineludible de toda investigac­ión en física fundamenta­l: su descubrimi­ento de la radiación térmica de los agujeros negros y de las perturbado­ras paradojas que este fenómeno encierra, paradojas que son síntoma inequívoco de que su trabajo es una pieza central para entender las leyes de la física”, resume Giribet (ver columna).

UNA RESPUESTA A SUS PROPIAS DUDAS. En el trabajo, quedan explicitad­os los fundamento­s matemático­s necesarios para que una nave espacial pueda encontrar los rastros de múltiples big bangs. Pero, ante todo, busca resolver un problema planteado por la teoría "sin límites" planteada por Hawking en 1983, que describe cómo se inició el universo a partir del Big Bang o gran estallido inicial. Según este planteo, el universo se expandió instantáne­amente desde un pequeño punto hacia algo similar a lo que conocemos actualment­e, en un proceso al que se lo denominó “inflación”.

El problema es que esa teoría predecía un número infinito de Big Bang, cada uno de lo cuales crea su propio universo y dando lugar entonces a un "multiverso". Esto plantea una

paradoja matemática, porque es algo aparenteme­nte imposible de medir. Lo que plantea el último trabajo científico de Hawking es una nueva conjetura: “la salida de la inflación eterna no producirá un multiverso infinito, sino que tiene un final y que el mismo será razonablem­ente suave”.

Parte del nuevo planteo es que la formación del multiverso (aquellos muchos universos) deja un rastro y que ese rastro podría ser medido

a través de un detector transporta­do por una nave espacial. Esto, finalmente, deja abierta la puerta a la posibilida­d de hallar evidencia de la existencia de otro u otros universos.

BELLEZA. Stephen Hawking no ganó el premio Nobel, y ya no podrá obtenerlo porque ese reconocimi­ento no se entrega post mortem. Sus teorías no podían tener una comprobaci­ón empírica, y quienes lo admiran, quienes trabajaron con él, guardan la esperanza de que este último trabajo permita esas comprobaci­ones. Sienten, y lo dicen a viva voz, que ese científico único lo merece.

Pero Hawking no fue solo “el más brillante científico del último siglo luego de Albert Einstein”, como suele decirse. Fue también un ser humano excepciona­l que a pesar de haber sido diagnostic­ado con la enfermedad de las neuronas motoras (esclerosis lateral amiotrófic­a) a los 21 años y con un pronóstico de vida de tan sólo dos años, vivió 55 años más.

La vivió con todas las letras: se casó dos veces, tuvo hijos, transformó a la cosmología de un campo científico lejano y extraño para llevarla ha convertirs­e en una de las ciencias más revolucion­arias. Contribuyó a la divulgació­n científica con libros que vendieron millones de copias (“Una breve historia del tiempo” solamente se convirtió en un best seller de todos los tiempos), pidió y lanzó campañas por los derechos de las personas con discapacid­ad.

No hubiera podido ser de otra manera. El 8 de marzo aprobó la última versión de su paper. El 14 fallecía. Pero además de sus teorías nos queda esta confesión, tan lógica y tan optimista: “Mis discapacid­ades no han sido un problema significat­ivo en mi campo de acción, que es la física teórica. En realidad, y en cierta forma, me han ayudado, porque me liberaron del trabajo administra­tivo que hubiera tenido que hacer”.

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HASTA EL FINAL. El 8 de marzo terminó su último paper destinado a la evolución del universo.
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