Teatro: “Ejercicios fantásticos del yo” de Sabina Berman. Con Gael García Bernal y elenco.
“Ejercicios fantásticos del yo” de Sabina Berman. Con Gael García Bernal y elenco. Dirección: N. Valente. Coliseo, M. T. de Alvear 1125
Vivir
“no es necesario, lo que es necesario es crear”, afirmó Fernando Pessoa (Lisboa, 18881935), uno de los más importantes poetas de la literatura mundial del siglo XX.
Su vida fue enigmática y singular: dedicado al periodismo, la publicidad, el alcohol y la poesía, durante su breve existencia –falleció a los 47 años– se dividió literaria y psíquicamente en varias personalidades conocidas como heterónimos. Aproximadamente hay contabilizadas setenta y dos de esas identidades diferenciadas de manera meticulosa. A través de esos temperamentos, ocultó su introspectiva forma de ser y juzgó su obra con elogios laudatorios o críticas severas, en dosis parejas. Hasta llegó a engendrar un biógrafo que cotidianamente registraba sus pasos.
Semejante existencia, en la que un individuo se desdobla para dar salida a distintas esquirlas de su naturaleza creativa, requiere un cabal conocimiento y destreza dramatúrgica a la hora de ser trasladada a escena.
Lamentablemente, en esta propuesta la premisa se cumple sólo en parte. El texto de Sabina Berman, virado a la ironía, resulta atractivo pero no termina de reflejarla; nos ofrece un atisbo de este ser complejo. La obra centra o resume su trama en tan sólo una jornada de 1914, cuando Pessoa, al parecer, perdió a Ofelia (Vanesa González), único amor de su vida; a Gertrude (Rita Cortese) una editora inglesa; un concurso de poesía; y la cuenta de una conocida gaseosa en la agencia de publicidad donde trabajaba. El día se desmorona pero logra escribir dos de sus poemas más elogiados: “Tabaquería” y “El guardador de rebaños”.
En la piel del escritor, Gael García Bernal sale airoso del desafío y rubrica sus quilates como un intérprete capaz de sobresalir en la pantalla o sobre el escenario. A su lado deslumbran las composiciones de Javier Lorenzo (Soares), Fernán Mirás (Reis) y Martín Slipak (Campos), los heterónimos que encauzan reflexiones relacionadas con lo cotidiano y Lucas Crespi (el pastor) en la única escena conmovedora de la pieza.
El diseño escenográfico y lumínico de Philippe Amand, los atuendos de Geneviève Petitpierre y la producción visual son espléndidos. En tanto la dirección de Valente, apenas correcta.