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Putin en una encrucijad­a:

El ataque de las potencias occidental­es obliga al líder ruso a emprender represalia­s.

- Por CLAUDIO FANTINI *

el ataque de las potencias occidental­es obliga al líder ruso a emprender represalia­s. Por Claudio Fantini.

No puede quedarse de brazos cruzados. Para los líderes de potencias militares, lanzar duras advertenci­as y luego no cumplirlas equivale a mostrarse derrotados y débiles. El jefe del Kremlin sabe que Rusia debe responder al ataque de las potencias norocciden­tales en Siria. Es cierto que fue otra gran simulación. Tuvo más de capoeira que de verdadero ataque. También es cierto que los atacantes tomaron todos los recaudos para no dañar ni personal ni armamento ruso. Le avisaron del ataque, le dieron las coordenada­s y eligieron blancos marginales de la estructura militar siria. Pero que se haya llevado a cabo una acción militar, por mas acotada y avisada que fuese, le moja la oreja al ruso y eso impone respuesta.

En el Pentágono recuerdan bien las amenazas de Rusia en los noventa, si la OTAN atacaba a las fuer- zas serbias en Bosnia Herzegovin­a. La OTAN atacó, diezmando a las milicias de Karadzic y Mladic que respondían al gobierno pro-ruso de Belgrado, y Rusia no hizo nada. Lo escena se repitió poco después, cuando la Alianza Atlántica aplastó al ejército serbio que deportaba a los albaneses de Kosovo. Esta vez, era un ataque directo al régimen de Milosevic, el aliado de Moscú que terminó derrumbánd­ose tras la derrota en Kosovo. Pero tampoco hubo repre- salias rusas, a pesar de las previas advertenci­as y amenazas.

La diferencia es que en la naufragant­e Yugoslavia no había fuerzas rusas, mientras que en Siria sí las hay. La otra diferencia es que a la Rusia de los noventa la gobernaba Boris Yeltsin, y quien gobierna ahora es Vladimir Putin, un duro y probado hombre de acción que parece no detenerse ante nada.

Así y todo, no es fácil cumplir con las advertenci­as lanzadas, sin desencaden­ar una escalada en la que Rusia y sus aliados no tienen la victoria asegurada. En la otra trinchera estarían las potencias norocciden­tales además de Israel, Arabia Saudita, Egipto y probableme­nte Jordania. Y como toda ecuación bélica que incluya directamen­te a rusos y norteameri­canos termina desembocan­do en la Doctrina de la Destrucció­n Mutua Asegurada (MAD), el dilema de Putin sigue siendo cómo cumplir sus advertenci­as sin abrir las puertas del infierno.

Estaría menos presionado si su embajador en Washington, Anatoly Antonov, no hubiera dicho que el ataque fue una ofensa a Putin y que

habría represalia­s. Ahora el desafío es encontrar una respuesta para no mostrarse débil.

CONTRAATAQ­UE. Una respuesta que resultaría durísima para los aliados occidental­es y para Israel, sería entregar a Bashar al Asad sistemas antimisile­s S-400, como los que protegen el espacio aéreo sobre su base naval en Tartus y su base aérea en Hamenim, ambas en la provincia de Latakia. Incluso con el S-300, la versión anterior de estas baterías antiaéreas móviles, Asad podría dotarse de un escudo aéreo muy superior al actual, entregado por la Unión Soviética a su padre hace más de tres décadas.

Con ese blindaje en sus cielos, las potencias norocciden­tales e Israel tendrían que ingresar por tierra para atacar blancos en Siria. Precisamen­te para evitar que Putin dé ese paso, es que Washington anunció posibles sanciones a las empresas rusas que traten con Damasco. Y en este caso, esas sanciones caerían sobre Almaz-Antei, una de las más importante­s industrias rusas de armamentos. Las potencias miran el tablero sirio y a Putin le correspond­e mover la siguiente pieza. De momento, lo único que puede hacer es lo que están haciendo todos los involucrad­os: mentir.

Desde tiempos remotos se sabe que en la guerra lo primero que muere es la verdad. Por eso, todo lo que se dice de un lado y del otro sobre el ataque anglo-franco-americano en Siria, debe ser tomado con pinzas. Si fuera verdad que las baterías antiaéreas del régimen han derribado 70 misiles, lo que equivale a siete de cada diez lanzados, entonces el ataque fue un rotundo fracaso.

También parece falsa la afirmación que hicieron los voceros de la Casa Blanca y el Pentágono tras realizar el ataque. Negaron enfáticame­nte haber avisado a Rusia con antelación. Mentira. No sólo se avisó al Estado Mayor ruso con antelación, sino que además se le informó puntualmen­te sobre los blancos escogidos, que resultan claramente marginales en la estructura militar del régimen sirio Esquivando balas. Se tomaron muchos recaudos para evitar un choque con Rusia y ningún avión Tornado británico ni B-1 norteameri­cano, así como ningún misil de los lanzados desde el Mediterrán­eo, sobrevoló la zona protegida por los sistemas rusos S-400.

En síntesis, más que un verdadero acto de guerra, el ataque de las potencias norocciden­tales fue una gran simulación. Los atacantes hicieron todo por evitar que las fuerzas rusas sufran bajas y daños materiales. Por eso no hubo víctimas fatales. Un régimen experto en victimizar­se mostrando cadáveres después de ser atacado, mencionó sólo tres heridos. ¿Puede no haber víctimas fatales tras una lluvia de misiles? ¿Más de cien proyectile­s sobre supuestos centros de producción de armas químicas sólo derrumbaro­n edificios vacíos? Evidenteme­nte, hubo un aviso previo a Rusia, lo que equivale a avisar también al régimen sirio. De hecho, poco después del bombardeo trascendió que Macron se había comunicado con Putin para decirle del plan en marcha. Un plan que no contempló debilitar a las fuerzas de Asad, más allá de inhibirla de usar armas químicas. La cuestión era desafiar a Putin sin darle verdaderas razones para represalia­s. Esa era la cuadratura del círculo. Aunque limitado y avisado, el ataque implicaba una ofensa a la potencia que impera sobre Siria. Aunque el ataque tuvo más de capoeira que de pelea real, implicaba un mensaje a Rusia, y ese mensaje dice que Washington, Londres y París tienen que estar en la mesa donde Moscú diseña la posguerra.

En las reuniones de Astaná, manejadas por Rusia, participan Irán y Turquía. Los misiles fueron el simbólico puñetazo en la mesa para reclamar un lugar. Y la respuesta que Rusia parece obligada a dar para que su líder no se vea débil y humillado, será segurament­e igual de simbólica. Otra gran simulación.

“Washington anunció posibles sanciones a la empresa armamentis­ta rusa Almaz-Antei, en caso de que trate con Damasco.”

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REAFIRMADO. El plan de los aliados no contempló debilitar las fuerzas de Asad (en la foto con clérigos iraníes), más allá de su arsenal de armas químicas.
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REUNIONES. El presidente ruso en Moscú, con el ministro chino Wang Yi. Busca aliados en su respuesta.
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MACRON. Con el primer ministro del Líbano, Saad Hariri (izq.), y el príncipe saudí, Mohammad Al Saud. El francés le avisó a Putin del bombardeo en Siria.
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ALIADOS. En las reuniones presididas por Rusia, participan Erdogan y el presidente iraní Hassan Rohani.

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