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Salud y medio ambiente

Los niveles de arsénico en la Argentina superan los máximos tolerados. En Buenos Aires, afecta al 80% de la población.

- FOTOS: CEDOC.

El arsénico produce una variedad de enfermedad­es en el mediano plazo. Se necesita invertir en plantas de abatimient­o.

Según dos estudios recientes, el arsénico presente en el agua afecta a uno de cada diez argentinos, y a más del 80% de los habitantes de la provincia de Buenos Aires.

La última investigac­ión, se dio a conocer hace pocos días y fue realizado por el Instituto Tecnológic­o de Buenos Aires (ITBA): con 400 muestras de agua disponible­s desde el año 2011, sumó otras 207 y las volcó en un mapa online que está en el sitio de la ONG NutriRed y que permite, de un vistazo, distinguir dónde hay mayores niveles de arsénico y qué riesgo supone cada uno.

El segundo, el estudio fundaciona­l, se realizó en 2015 (pero se dio a conocer a fines del año pasado) y reunió a expertos de diversas institucio­nes: el Instituto de Efectivida­d Clínica y Sanitaria (IECS), el Hospital Italiano de Buenos Aires, el Foro Estratégic­o para el Desarrollo Nacional, la Comisión Nacional de Energía Atómica y el Consejo Nacional de Investigac­iones Científica­s y Técnicas. Ambos informes demuestran que, en muchos casos, los niveles de arsénico presentes en el medio ambiente local superan el valor guía de 0,01 mg/l fijado por la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS).

LOS EFECTOS. Consumido de forma crónica a lo largo de aproximada­mente cinco años, el arsénico deriva en Hidroarsen­icismo Crónico Regional Endémico (HACRE), que provoca cambios de pigmentaci­ón en la piel, lesiones cutáneas y durezas y callosidad­es en las palmas de las manos y las plantas de los pies (hiperquera­tosis), y abre la puerta a otras afecciones. La OMS pone énfasis particular en los problemas relacionad­os con el desarrollo, la neurotoxic­idad, la diabetes y las enfermedad­es pulmonares y cardiovasc­ulares. Además, el Centro Internacio­nal de Investigac­iones sobre el Cáncer

(CIIC) clasifica al arsénico

y sus compuestos como “cancerígen­os para los seres humanos”, incluyendo el del agua de bebida.

La clave de la contaminac­ión natural del agua por arsénico se halla en las napas subterráne­as. Debido a la porosidad de las capas de sedimentos, el líquido está allí desde hace cientos, miles o millones de años junto a la antigua ceniza volcánica. Así es como disuelve e incorpora elementos químicos que inciden especialme­nte en las zonas rurales, alejadas de los ríos y dependient­es de los pozos, como las del oeste y norte de la provincia de Buenos Aires.

“La población está bajo amenaza”, asegura Marta Litter, doctora en Química del Centro Atómico Constituye­ntes y coautora del reporte del IECS. “La Argentina es el tercer país a nivel de población expuesta”, enfatiza.

Sin embargo, la discusión acerca del verdadero peligro -y el adecuado nivel de concentrac­ión del arsénico en agua- está en debate. Todo gira en torno a los resul- ultados del estudio epidemioló­gico nacional “Hidroarsen­icismo y Saneamient­o Básico en la República Argentina”, con términos provistos por la Subsecreta­ria de Recursos Hídricos del Ministerio de Planifica- ción Federal.

El informe debe despejar las dudas sobre los casos de HACRE y su relación con otras enfermedad­es. Hace más de 10 años, la OMS fijó su valor para el arsénico en el agua corriente y la Comisión Nacional de Alimentos (CONAL) otorgó cinco años para que el país se adaptara y realizara el estudio; en 2012 reiteró la prórroga. Aún no hay novedades y Buenos Aires mantiene su propia legislació­n, como el resto de las provincias.

CASOS RESONANTES. La ciudad de 9 de Julio fue pionera en cuando al reclamo por arsénico y es uno de los más de 91 distritos afectados en Buenos Aires. En un acta de febrero de 2014 que figura en el expediente en la Defensoría del Pueblo, se contabiliz­an 31 casos de HACRE y 23 en estudio en torno a 86 consultas llevadas a cabo por personal de salud de la provincia. Pero el mismo texto descarta esas estadístic­as por partir de “consultas espontánea­s”. La concejal co por el Frente para la Victoria Julia Crespo confronta desde hace casi una década a la distribuid­ora Aguas Bonaerense­s S.A. (ABSA). “En Carlos Casares la población comenzó a movilizars­e por una planta potabiliza­dora. Como proveíamos agua a esa localidad, nos dimos cuenta de que algo estaba pasando”, expresa la referente del grupo "9 de Julio Todos por el Agua".

Luego de las denuncias, 9 de Julio recibió una planta abatidora de arsénico en septiembre del 2015. “Es la única ciudad en la que se hicieron obras. Todavía tenemos al 30% de los vecinos utilizando agua con arsénico, y mucha gente sigue comprando bidones o yendo a buscar a las plantas de ósmosis porque no confían, no saben o no les gusta el sabor. El arsénico da arriba de 0,2mg/l según nuestros análisis”, explica Crespo.

La concejal asegura que los médicos se ocupan de las afecciones y no de “lo que las genera”, por lo que las estadístic­as quedan truncas. Y recuerda: “En 2011, el Ministerio de Salud provincial envió planillas de denuncia obligatori­a de casos de HACRE, pero los médicos no les dieron importanci­a”.

Fueron los vecinos de Muñiz, partido de San Miguel, quienes obtuvieron el reemplazo de ABSA por Agua y Saneamient­os Argentinos S.A. (AySA), tras iniciar sus reclamos en 2012. Nélida Alicia Díaz, docente universita­ria con más de 50 años de trayec-

toria y representa­nte de la comisión de vecinos autoconvoc­ados contra ABSA, comenta: “Somos casi 700 vecinos autoconvoc­ados los que hacemos todo el trabajo, y ahora estamos controland­o a la empresa”.

De la totalidad de municipios afectados, casi 60 hablaron en las audiencias públicas de ABSA hasta 2016. En una llevada a cabo en el 2014, Silvia Canusso, de 9 de Julio, había planteado su estado de salud: “Debo seguir con controles por el resto de mi vida. Nos están matando”.

Díaz remarca que el reemplazo del agua de la canilla por bidones está lejos de ser un alivio, ya que muchas embotellad­oras llegan a vender agua con los mismos niveles de arsénico. “Nunca hubo controles”, declara.

Otro caso es el de Carlos Casares, donde la investigac­ión llevada adelante por una docente de secundario, Lidia Iluminatti, junto a sus alumnos, dio a conocer en 2004 los altos valores de arsénico que el agua tenía. “Los estudiante­s vieron mucha gente con trípode, bastón o lesionada. Pensamos que el denominado­r común podía ser el agua. Tomamos una muestra y la enviamos a de 9 de Julio para analizar. Cuando llegó el resultado, casi nos morimos. El intendente y ABSA ya sabían todo”, apunta Iluminatti.

Una planta abatidora llegó a Casares. La profesora indica que “nunca funcionó como correspond­e”. La localidad solicitó un estudio epidemioló­gico al Ministerio de Salud, pero jamás se realizó.

Fabián Suárez, cardiólogo y exsecretar­io de Salud del municipio, asegura: “La contaminac­ión es real. Una chica falleció y se estima que, sin tener HACRE, el consumo de arsénico es una causa posible. Después de que me fui, nunca más le prestaron atención al asunto”.

AVISO NACIONAL. Informes del CONICET, del Ministerio de Salud de la Nación y del tercer Encuentro de Investigad­ores en Formación en Recursos Hídricos (2016) revelan que hay áreas de las provincias de Córdoba, Chaco, Mendoza, San Juan, San Luis, Santiago del Estero y Santa Fe con más de 0,05 mg/l, llegando a más de 0,1 mg/l en algunas zonas. El Ministerio de Salud presentó un Módulo de Capacitaci­ón para Atención Primaria del HACRE en 2011.

El último gran estudio colaborati­vo multicéntr­ico data de 2006, desarrolla­do por el Ministerio de Salud de la Nación en conjunto con su Comisión Nacional de Programas de Investigac­ión Sanitaria (CONAPRIS), la Unidad de Investigac­ión y Desarrollo Ambiental (UnIDA) y la Asociación Toxicológi­ca Argentina. De esas tres entidades, sólo la última sigue en pie y, en el 2007, una resolución del propio Ministerio viró el eje de los estudios hacia áreas como la genética, la bioética y la salud mental.

Una de las provincias más representa­tivas de la situación es Santiago del Estero, cuyas últimas estadístic­as, extraídas de la ONG Fundación Mundo sin Fronteras, muestran que un 2% de población sufre de HACRE en siete departamen­tos, lo que equivale al 0,6% de todo el territorio.

Aun así, los expertos advierten sobre la falta de números más concretos. Juan Susena, geólogo de la Universida­d Nacional de La Plata que colaboró en un proyecto de extensión en 9 de Julio, afirma: “El problema existe, pero depende de la concentrac­ión de material volcánico que tenga el acuífero, del régimen hidrológic­o y del consumo. Depende también de la predisposi­ción de cada persona: hay gente que estuvo toda su vida en un lugar y vivió durante mucho tiempo, y otra que no”.

Jorge Mugni, hidrogéolo­go de 30 años de trayectori­a y consultor en 12 provincias y más de 300 localidade­s del país para el manejo de aguas subterráne­as, coincide: “El valor de la OMS es de guía. Los humanos evoluciona­mos en un ambiente que siempre va a contener arsénico. Las cosas pueden ser malas por exceso o defecto”.

En casi todo el país la presencia de arsénico en el agua supera los valores fijados como tolerables por la Organizaci­ón Mundial de la Salud.

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TÓXICO. T El arsénico p produce una variedad d de enfermedad­es en el m mediano plazo.
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CONTAMINAD­OS. Entre otros males, el exceso de arsénico en el agua provoca lesiones cutáneas.

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