Música: Envueltos en el afecto y la nostalgia, Palito Ortega y Cacho Castaña compartieron la fiesta de un Luna Park colmado.
Envueltos en el afecto y la nostalgia, Palito y Castaña compartieron la fiesta de un Luna Park colmado.
Ambos tienen un pasado suculento. Cacho fue de la canción popular pegadiza al tango mejor trabajado y de la interpretación efectista a la expresión más profunda. Jugó constantemente al seductor, protagonizó romances muy sonados y, en épocas de nuevos vientos, su verba machista y demodé lo dejó mal parado.
El tucumano Ortega es el mayor vendedor de discos de la historia fonográfica argentina. Fue el líder del Club del Clan, metió sus temas –casi siempre muy cuestionados por los críticos–, en muchísimos lugares del mundo.
Pasó por la producción cinematográfica y musical e hizo una importante carrera política con algunas luces y unas cuantas sombras, se transformó en “el padre de” hijos talentosos y de otros palos y en el amigo solidario y sanador de Charly García, prime- ro, y del propio Castaña después. Ambos están de vuelta de todo.
En su largo tiempo de coma en terapia intensiva, Palito le prometía a un Cacho que quién sabe si lo escuchaba, que la situación cambiaría, que sortearía ese estado gravísimo y que terminarían cantando juntos.
Y como con su propia historia de niño pobre que se reconvirtió en estrella internacional, su obstinada certeza y su perseveran- cia terminaron dándole la razón. Ortega y Castaña –con algunas dificultades motrices y tubo de oxígeno incluidos– convocaron para un Luna Park y lo llenaron, y ya hay agendada segunda fecha para el 23 de noviembre.
Por estado físico, severidad organizativa y liderazgo natural, Palito fue el maestro de ceremonias. Suyas fueron, a veces con Cacho haciéndole la segunda, las canciones más conocidas que sonaron en su garganta impecable (y sí, afinada) en una muy larga noche: “Viva la vida”, “Un muchacho como yo”, “Bienvenido amor”, “Corazón contento”, “Despeinada”, las tan logradas “Sabor a nada” y “A mí me pasa lo mismo que a usted”, “La sonrisa de mamá”, “Decí por qué no querés”, “Camelia”, “Estoy perdiendo imagen a tu lado”, “Muchacho que vas cantando”, “La felicidad”, etc.
Más disperso y bromista, Castaña permaneció siempre sentado y repasó también unos cuantos de sus hits, como “El matador”, “Todavía puedo”, “Señora si usted supiera” u “Ojalá no puedas”.
Exhibió su veta más inspirada con “Café La Humedad”, “Garganta con arena”, “Para vivir”, “Por esa puta costumbre”, “Y apareciste tú” (con Tini Stoessel como invitada) u “Ojeras de Buenos Aires”. Y no se privó de una muy buena versión del tango “Tinta roja”. Y el final llegó con sendas piezas recíprocramente dedicadas: “Canción para un amigo” y “El último rey”.
Hubo un pequeño momento humorístico con el actor Matías Santoiani. Los respaldaron dos bandas profesionales dirigidas por Lalo Fransen y Jorge Raggio.
Fueron dos estilos que coinciden en el afecto que se tienen y en el optimismo sobre el futuro del país (“Vamos a salir hermanos” dijo Ortega; “viva la patria”, retrucó Castaña).
Hubo dos públicos que tienen mucho en común y que se sintieron cómodos compartiendo el lugar. Fue una fiesta popular a la vez desprolija, emotiva, divertida y llena de canciones que están en la memoria aún de quienes ni siquiera los soportan.