Macri nada: la tormenta del dólar puso en cuestión el liderazgo del Presidente. Autocrítica, peronismo y miopía.
Se replantea el liderazgo presidencial. Correcciones serias y autocríticas frívolas. "Arangurización" del discurso y Factor Lilita.
Somos un país de exitistas ciclotímicos y paranoicos. Hace una semana nos hundíamos, otra vez, sin remedio. Una semana después volvemos a la ilusión de ser Gardel. Es posible que nuestro delirio persecutorio (el otro siempre metiendo palos en la rueda y nosotros, la víctima) nos haya salvado la vida. Ya no sabemos bien qué somos, pero seguimos siendo la Argentina. ¡Vamos, Argentina, carajo! Hace una semana no estábamos tan mal. ¿Crisis? No. Tormenta. Una semana después, no estamos tan a salvo... Un rayo de sol no hace verano. Mayo es el epicentro del otoño.
Mauricio Macri demostró que nada. Reunificó al grueso de la tropa. Ilusionó a los gobernadores peronistas con una especie de cogobierno, mientras convencía a los radicales de Cambiemos, de nuevo alrededor de la mesa, de que podría cogobernar con ellos. El "gobierno de los CEOs" estaba quedando reducido a un comando de financistas medio suicidas. Y volvió la política. Macri, al ratificar a su equipo económico, se hizo cargo en persona de los costos. Asumió el liderazgo, desde su aspecto más ingrato. No es poco. Nada. Macri nada en aguas turbulentas.
Jugar fuerte, aun a riesgo de su propia estrategia de trascender el 2019, habla bien de él. ¿Alcanza? No. Estuvo
bien al anunciar él mismo el inicio de las conversaciones con el FMI, el martes 8. Estuvo bien al someterse a una conferencia de prensa tras la primera ronda en Washington y el alivio de las Lebacs, el miércoles 16. Sin embargo, al Presidente de "toda le verdad" le cuesta pronunciar palabras gravemente agudas como "devaluación" y su autocrítica suena ligera. Casi frívola. "Exceso de optimismo", dijo. "Relajo cuando las cosas parecían ir viento en popa", dicen que dijo. No sólo nada. A veces sólo flota.
Tampoco es poca cosa, porque de carne somos. El "fuego amigo" es el que más duele y hubo mucho, de golpe, en estos días. La crisis significó el final fáctico de la "luna de miel". Macri nada. Lidera. El ingeniero está al frente de la obra. El estadista no aparece, al menos por ahora.
Resumir la convocatoria a un "gran acuerdo nacional" al debate sincero del Presupuesto 2019 lo exhibe miope. Corto de vista. Cortoplacista. Y débil de plan. Tal vez el no haber acertado casi ningún pronóstico duro (inflación, valor del dólar, metas de crecimiento e inversiones productivas) le haya limado la autoestima. Creer que los tiburones al acecho se sentarán mansitos a charlar sobre las cuentas de un año electoral suena, por lo menos, ingenuo.
El Gobierno está intentando readecuar su discurso y su política en una especie de "Corea del Centro" de complejo equilibrio. Dice que la salida no pasa por reproducir malas praxis kirchneristas ni excesos noventistas. El menú tiene un poco de todo. Ajuste con sentido social. Tarifas altas y altos planes para "los vulnerables". Deuda externa y emisión interna, aunque disminuida por la devaluación. Su principal clientela electoral, la clase media, se la ve venir. Tal es la base material de las tensiones con Elisa Carrió. Lilita es la prima donna de un público esencial para el país, que aplaude o despotrica pero siempre a rabiar. "Pobre Macri: quedó entre Lagarde y LaGorde", ironiza un dirigente justicialista en estas mismas páginas.
El politólogo Rosendo Fraga, quien de populista no tiene un pelo, le viene recomendando a Macri que se disponga a sacrificar puntos de imagen para preservar la gobernabilidad. Le ha sugerido que, ante los efectos devaluatorios inmediatos, "atienda bien los comedores populares, que han duplicado o triplicado su concurrencia: el precio de las harinas, el azúcar y el arroz pasan a ser centrales en el futuro más inmediato". Vale recordar que la popularidad presidencial se asienta, con mayor amplitud, en los sectores medios.
Han sido días de sinceramiento feroz. De total "arangurización", digamos. A tal punto que nadie sabe durante cuánto tiempo se seguirá hablando de "gradualismo". Se confesó que el ajuste no arrancó desde el vamos para no "castigar" doblemente a la clase media ni bien pasadas las elecciones del 2015: bajas jubilatorias/altas tarifarias + multiplicación de planes sociales.
Lo hemos dicho ya: Macri quiere ser Perón, alguna clase de Perón cool. Misión dificilísima. Subió por la puerta del medio y hay que apretar cinturones.