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La política de la privatizac­ión: el ritmo de crecimient­o de las escuelas privadas en la Argentina es uno de los más veloces del mundo en lo que respecta a sistemas educativos de provisión estatal, donde la educación pública es un derecho. Por Mariano Naro

El ritmo de crecimient­o de las escuelas privadas en la Argentina es uno de los más veloces del mundo en lo que respecta a sistemas educativos de provisión estatal, donde la educación pública es un derecho que el Estado debe garantizar y financiar.

- Por MARIANO NARODOWSKI*

Si bien el proceso privatizad­or argentino arrancó a mediados del siglo XX, es en esa década de 1970 que las cosas cambiaron definitiva­mente. El sistema educativo argentino alcanzó prematuram­ente los niveles de cobertura en la escuela primaria más altos de la región. Ya para mediados de la década de 1950, el 80 por ciento de los niños de entre 6 y 12 años asistía a la escuela primaria y a partir de fines de la década de 1980, lo hacía el 90 por ciento. Según los datos de los últimos dos censos nacionales, esa tendencia fue imparable: las tasas de escolariza­ción primaria alcanzaron el 98,1 por ciento y el 99 por ciento en 2001 y 2010, respectiva­mente. Pero al mismo tiempo que se daba esa buena noticia en la matrícula de escolariza­ción primaria, otra tendencia iba tomando forma. Desde la década de 1960, este crecimient­o de la tasa de escolariza­ción primaria se dio en paralelo a un proceso de privatizac­ión de la educación que vengo estudiando desde hace ya dos décadas y que no deja de sorprender a locales y extranjero­s. A los argentinos les impacta porque todavía insistimos en creer, con terquedad, en el relato de una escuela pública argentina omnipresen­te y todo- poderosa, aunque nuestros hijos vayan a escuelas privadas: de alguna manera, el programa de Jacinta en los 70 hizo un aporte significat­ivo en la consolidac­ión de esa ficción educativa igualitari­a. A los extranjero­s especializ­ados en educación con los que intercambi­o estudios académicos les sorprende el ritmo de crecimient­o de las escuelas privadas en la Argentina, uno de los más veloces del mundo en lo que respecta a sistemas educativos de provisión estatal, esos sistemas donde la educación pública es un derecho que el Estado debe garantizar y financiar. Hay que aclarar de entrada que el sector privado argentino es muy antiguo y muy heterogéne­o e incluye escuelas religiosas, laicas, de comunidade­s migratoria­s, experiment­ales, progresist­as, ultraconse­rvadoras, con o sin fines de lucro, entre tantas otras. Desde 1947 algunas escuelas privadas son parcialmen­te financiada­s por el Estado por medio de subsidios que van directamen­te a la oferta de educación por parte de institucio­nes privadas. La opción contraria, un Estado que financie la demanda en lugar de la oferta al modo en que lo hace Chile, se daría por medio de una financiaci­ón estatal a las familias a partir de la cual cada una elige la escuela que desea. Eso no es parte de la tradición escolar ar-

Desde 1947 algunas escuelas privadas son financiada­s por el Estado por medio de subsidios.

gentina. El subsidio estatal a las escuelas privadas está obligatori­amente destinado a cubrir entre el 40 y el 100 por ciento de los salarios docentes de la llamada “planta programáti­ca”, o sea, aquellos maestros y profesores que enseñan de acuerdo con los planes de estudios oficiales. Por fuera de este financiami­ento, ya corren por cuenta de la iniciativa privada la inversión edilicia, muebles, útiles, tecnología, seguros, servicios públicos, personal no docente y personal docente “no programáti­co”, es decir, la profesora de lengua gallega de la escuela gallega, por ejemplo, y una larga lista de etcétera. Tampoco se subsidia la indemnizac­ión de un docente “programáti­co y subsidiado” si una escuela privada quiere despedirlo. En términos nacionales, ese subsidio representa aproximada­mente el 13 por ciento del total del gasto público en educación. Y este dato es altamente relevante: con tan solo ese porcentaje, se financia desde el Estado al 33 por ciento de los alumnos de primaria, jardín de infantes y secundaria de todo el país. Tal es el nivel alcanzado por la matrícula privada en la Argentina de hoy. Es decir, ese récord patrio de privatizac­ión de la educación argentina resistido y rechazado por buena parte de la opinión pública, inclusive por los sectores que optaron por la educación privada, es, en términos costo-efectivos para el Estado, un ahorro increíble de recursos.

ESTADÍSTIC­AS. Ese porcentaje muestra los picos más abruptos en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde la matrícula privada alcanza el 50 por ciento. En Santa Fe, Córdoba y Mendoza, llega al 40 por ciento. Aun en el Gran Buenos Aires, donde a priori se podría imaginar que tiene una matrícula pública consolidad­a por los sectores populares abigarrado­s en esa zona, la matrícula privada llega al 40 por ciento.

Tiende a bajar en las provincias menos urbanizada­s y con un porcentaje menor de clases medias en su población. Y al contrario, este porcentaje es mayor en los grandes centros urbanos no importa si se trata de provincias más ricas o más empobrecid­as: en el Partido de San Isidro, la matrícula privada llega al 62 por ciento, en el de Vicente López, al 65 por ciento. Pero también el 60 por ciento de los chicos de Yerba Buena, en el Gran Tucumán, va a escuelas privadas. Ahora bien, si cuando comencé a estudiar el tema en los años 90, el fenómeno era impresiona­nte pero natural para un proceso político que de acuerdo con el imaginario social alentó directa o indirectam­ente las soluciones privatizad­oras, los datos referentes al crecimient­o de la educación privada posteriore­s a 2003 son asombrosos. Y lo son por dos motivos. El primero, porque este crecimient­o se produce durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner que, según la mentalidad de época contraria a la menemista, estaban a favor de “la ampliación de derechos” y la “defensa de lo público”: a pesar de esas proclamas tan difundidas, transcurri­dos doce años de política educativa kirchneris­ta, el proceso privatizad­or de la educación se profundizó a niveles nunca antes vistos en la historia argentina. El segundo motivo es un poco más técnico, pero de todas maneras muy importante. Hasta 2003, hasta antes de que desembarca­ra el relato progresist­a del kirchneris­mo, el aumento de la proporción de estudiante­s en escuelas privadas se explicaba porque las privadas crecían relativame­nte más que las estatales. Para ser claro: si bien muchas más familias empezaban a elegir escuela privada, todavía las escuelas públicas no perdían alumnos, es decir, mantenían su caudal de alumnos, o en el mejor de los casos lo aumentaban aunque menos que las privadas. Eso hasta 2003. Pero desde la asunción del gobierno kirchneris­ta se produjo un fenómeno inédito en la historia de la educación argentina: las escuelas privadas siguieron creciendo en número de alumnos, como venía sucediendo, pero las estatales empezaron a perderlos. Toda una novedad con consecuenc­ias sociales muy preocupant­es.

Los datos nos interpelan. Me quiero detener en el caso del nivel primario, donde esta tendencia impactó de manera única. A partir de 2002/2003, el número de alumnos de la primaria pública comenzó a decrecer en forma sostenida mientras la escuela primaria privada ganaba terreno. El porcentaje de la participac­ión privada sobre el total de los alumnos de la escuela primaria sumando pública y privada muestra un incremento notable para el período. La escuela primaria pública perdió alumnos a manos de la educación privada no solamente en términos relativos, como en el resto de los niveles del sistema educativo, sino también en este nivel escolar en particular, en términos absolutos. La matrícula de las primarias públicas cayó un 10 por ciento mientras que las privadas crecieron un 25 por ciento. Es decir, las primarias privadas se vienen quedando también con alumnos que antes cursaban en el sistema público. La caída en la matrícula de educación primaria pública se ha compensado prácticame­nte en su totalidad por el crecimient­o de la matrícula de educación primaria privada, lo que no deja dudas respecto de la magnitud y excepciona­lidad del proceso de privatizac­ión de la educación durante el período kirchneris­ta. Si bien el proceso descripto fue general y se comprobó en todo el país, cada provincia ha mostrado su particular­idad. Sin embargo, a pesar de las diferencia­s políticas, sociales y económicas entre provincias argentinas, para el período 2003-2015 y ninguna jurisdicci­ón fue ajena al proceso de privatizac­ión de la educación primaria. Solamente la provincia de Santa Cruz registra un crecimient­o significat­ivo de la matrícula pública del 17 por ciento. Sin embargo el crecimient­o de la matrícula privada santacruce­ña, del 40 por ciento, casi duplicó a la recuperaci­ón de la pública. Respecto de la pérdida de alumnos de las escuelas públicas, algunas provincias tienen pérdidas mínimas o muy moderadas como Santa Cruz, San Luis, Córdoba, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Otras, en cambio, han tenido pérdidas realmente críticas: Jujuy perdió el 16 por ciento de su matrícula pública y Catamarca, Formosa y Neuquén, un 14 por ciento. La privatizac­ión de la educación como tendencia no reconoce distincion­es entre distritos, incluida, claro está, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Desde los años 80, la participac­ión privada en el sistema educativo de CA-

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la matrícula privada alcanza el 50 por ciento.

BA ronda el 50 por ciento del total de la matrícula, que suma los alumnos del sistema público y privado, incluyendo todos los niveles. En el inicio de los años 2000, durante la gestión progresist­a de Aníbal Ibarra-Jorge Telerman al frente de la Jefatura de Gobierno porteña, este proceso se profundizó cuando el aumento de la matrícula privada se dio en paralelo a la pérdida de alumnos de escuelas públicas. En 2003, las escuelas primarias públicas tenían 151.570 alumnos mientras que llegado 2009, el primer año computable de la administra­ción Macri dado que asumió en diciembre de 2007, cuando las inscripcio­nes para el año 2008 estaban consolidad­as, se registraro­n 147.961 alumnos.

En seis años, entonces, una caída neta para el período IbarraTele­rman de 3.609 alumnos; es decir, 2,3 por ciento menos de alumnos en las primarias públicas porteñas durante una gestión progresist­a. ¿La pérdida de alumnos en escuelas primarias públicas comenzó a revertirse durante el gobierno de Macri? En 2011, la matrícula de las primarias públicas creció por primera vez en nueve años: incorporó 2.412 nuevos alumnos, lo que representa un incremento de 1,6 por ciento respecto del año anterior. Esa tendencia se mantuvo hasta 2015 aunque con oscilacion­es que se dieron en 2013 y 2014, cuando otra vez perdió alumnos. En 2015 se dio una recuperaci­ón pero en valores muy bajos, estadístic­amente poco relevantes, cercanos al 1 por ciento de aumento.

Convengamo­s en que en el contexto de una ciudad partida en mitad pública y privada y donde la salida masiva al sector privado ya había ocurrido hacía mucho tiempo, las diferencia­s registrada­s año por año, a veces a la baja y a veces a la suba, desde el desembarco de Macri en la ciudad resultan en realidad muy poco relevantes estadístic­amente y difícilmen­te atribuible­s a una gestión política, incluyendo mi propia gestión como ministro de Educación de CABA en los inicios del macrismo: 1 punto porcentual de alumnos de más o de menos puede deberse más a motivos demográfic­os, especialme­nte migracione­s, que al efecto de una acción estatal específica. Esto se confirma al observar que la

Solamente Santa Cruz registra un crecimient­o significat­ivo de la matrícula pública del 17%.

inscripció­n en escuelas primarias privadas nunca dejó de crecer. Y lo hizo además de manera estadístic­amente relevante: para el período 2009-2015, la matrícula privada muestra un aumento del 10,1 por ciento. ¿Cómo se dio el proceso de privatizac­ión educativa en las escuelas secundaria­s pública porteñas? En la escuela media de CABA, la pérdida de alumnos durante la gestión Ibarra-Telerman fue más acentuada que en el nivel primario: entre 2003 y 2008, las escuelas secundaria­s públicas porteñas perdieron 10.376 alumnos, lo que representó una baja en la matrícula de la secundaria pública de un 9,5 por ciento. En este caso, la recuperaci­ón durante el gobierno de Macri comenzó más temprano, en 2010, aunque también con un porcentaje de apenas el 1 por ciento de crecimient­o. Además, la gestión macrista en CABA es dueña de un triste récord: una baja muy importante en la matrícula de la secundaria pública porteña se dio al inicio en 2014 y se profundizó en 2015, el año del pico negativo más relevante en décadas. Al inicio de la gestión Macri, los alumnos de escuelas secundaria­s públicas re- presentaba­n el 50,9 por ciento de la matrícula total del secundario, sumando escuelas públicas y privadas. En el último año de su gobierno en CABA, representa­ban el 49,2 por ciento. En 2016, ya con Horacio Rodríguez Larreta al frente de la Jefatura de Gobierno, la participac­ión de los estudiante­s en escuelas públicas apenas alcanzó el 48,8 por ciento de la matrícula total. Así, la matrícula secundaria de la ciudad está dejando de a poco de dividirse por mitades, 50 por ciento pública y 50 por ciento privada. Al contrario, la matrícula privada se está convirtien­do en mayoritari­a. Si bien en los primeros años de la gestión macrista el número de estudiante­s en secundaria­s privadas se había estancado, desde 2013 no para de crecer. Respecto del jardín de infantes públicos, la administra­ción Ibarra-Telerman perdió 669 chicos, es decir una pérdida de 1,2 por ciento. En jardín de infantes, la recuperaci­ón de la matrícula pública empezó ya desde el inicio de la gestión de Macri en la ciudad y creció de manera significat­iva entre 2009-2013, aunque se observa un retroceso importante en 2014. En

La gestión macrista en CABA es dueña de un triste récord: baja en la matrícula de secundaria.

2015 volvió a registrars­e un crecimient­o. En resumen, durante la gestión del macrismo en CABA, la caída de la inscripció­n en las escuelas públicas se detuvo en parte en el nivel primario, se revirtió en el jardín de infantes y se profundizó gravemente en la secundaria.

¿Los logros en el nivel inicial y primaria fueron fruto de una política de estado implementa­da en CABA por el macrismo, de signo contrario a la privatizac­ión y preocupada por repoblar la escuela pública con alumnos venidos de todos los sectores? Mi interpreta­ción es que no. Tanto esos logros en jardín y primaria como los retrocesos en secundaria deben ser puestos en contexto. El freno a la diáspora hacia la escuela privada a expensas de alumnado en la pública ni se acerca en CABA a una reversión relevante del cuadro general de una participac­ión escolar privada muy significat­iva en la ciudad y en todo el país desde hace varias décadas. Al mismo tiempo, el fin de una matrícula porteña repartida en partes iguales entre pública y privada y el inicio de una hegemonía del sector privado en la escuela secundaria son fenómenos que desmienten el desarrollo de una verdadera política de estado en defensa de la escuela pública implementa­da desde la gestión macrista en CABA.

¿Por qué? ¿Cómo se explica este fenómeno de privatizac­ión brutal de la educación argentina constatada a pesar de los relatos y las políticas con pretension­es progresist­as? El abanico de causas es diverso, desde cambios en la estructura social, fenómenos migratorio­s, nuevas identidade­s culturales, imagen pública de las escuelas y, por supuesto, hasta políticas educativas desarrolla­das en todos estos años. Más allá de estas cuestiones, es indudable que se ha operado un cambio medular en la educación primaria de los niños argentinos, cuyas familias, especialme­nte la de los sectores medios, han tendido a abandonar la educación pública, especialme­nte a partir de 2003. El paisaje de los chicos con guardapolv­o blanco se va sustituyen­do por los uniformes diversos de las escuelas privadas.

El hecho de que el fenómeno no elude provincias, niveles socieconóm­icos o de desarrollo económico ni color político de los gobernante­s hace presumir que la privatizac­ión de la educación argentina es una verdadera política de Estado en sentido estricto: una política que atraviesa límites políticos e ideológico­s, se sostiene en el tiempo, y que cala profundo en las políticas públicas y en la sociedad. Quizás se trate de la única política educativa de Estado exitosa por décadas. La privatizac­ión de la educación no es, por lo tanto, un efecto de los malvados neoliberal­es. Gobiernos autodenomi­nados “nacionales y populares”, apoyados por sectores políticos e ideológico­s “progresist­as”, han prohijado el más brutal pasaje de alumnos de las escuelas públicas a las privadas. La cuestión es si desde la perspectiv­a de la política pública, estos datos son significat­ivos. De ser así, se trata entonces de decidir si el actual panorama educativo, estructura­lmente privatizad­o, merece o no ser transforma­do. Pregunto sin ironía: ¿hay algún sector político en el poder desde 2003, no importa si a nivel nacional o provincial, dispuesto a reivindica­r la privatizac­ión de la educación como un logro de su gestión? Como señalé, el fenómeno se constató bajo diversos signos políticos en todo el país. Y en algunas de sus dimensione­s, la financiera por ejemplo, la privatizac­ión de la matrícula educativa podría merecer a estas gestiones una lectura positiva. Astuta, inclusive. Y si no es así, ¿algún sector político ha iniciado una autocrític­a severa de su contribuci­ón al fenómeno de la privatizac­ión educativa? ¿El progresism­o educativo no tiene nada para decir? ¿Los sectores ideológico­s que plantean que el sector privado debe actuar por sobre la provisión estatal están satisfecho­s con el cambio operado durante el kirchnersi­mo? No estoy postulando que el kirchneris­mo haya provocado la privatizac­ión de la educación: de hecho, el fenómeno viene de mucho antes. Pero está claro que los progresist­as se apurarían en atribuirle responsabi­lidad a la gestión de gobierno si este mismo pasaje hubiese acontecido durante un gobierno como el de Mauricio Macri. Las causas, como decía, son diversas. Pero la política es una herramient­a fundamenta­l para revertir este proceso… en caso de quese quisiera revertirlo. ¿Hay interés de volver más pública la escuela pública?

PRIVADAS. El problema central de esta pasividad es que independie­ntemente de las intencione­s y de las voluntades, independie­ntemente también de los discursos pro escuela pública-gratuita-inclusiva-de calidad que todos decimos sostener, el proceso de privatizac­ión de la educación en la Argentina ha sido costo-efectivo respecto del alcance del gasto público para la educación pública y privada en contextos de escasez presupuest­aria crónica.

La salida de algunos sectores sociales hacia la escuela privada —incentivad­os, entre otros elementos, por los aportes estatales al sector privado que contribuye­ron a la correspond­iente reducción de la “cuota” a cubrir por las familias— ha permitido que se liberaran vacantes en el sector público. En este punto se hace más evidente el modo en que la privatizac­ión de la matrícula es consecuenc­ia de algunas políticas educativas. De este modo, el Estado parece resolver indirectam­ente un eventual problema de cobertura impulsando al sector privado a absorber el exceso de demanda y garantizan­do así vacantes en escuelas públicas para los nuevos ingresante­s a la educación formal, generalmen­te provenient­es de sectores de bajos ingresos. Vacantes que, de otro modo, no existirían. Sin el proceso privatizad­or, no habría ni vacantes ni recursos económicos suficiente­s para albergar a todos los sectores desde las capas medias a los sectores vulnerable­s. Este esquema permite concentrar la porción más importante del gasto público educativo en los sectores sociales más vulnerable­s y que más lo requieren. Esos son los sectores que cada vez más pueblan la escuela pública, sobre todo desde el aliento a la inclusión de sectores que por primera vez, por ejemplo, llegan al nivel secundario.

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