Noticias

50 años del Tsunami: Jaime Durán Barba analiza las consecuenc­ias de la revolución que tuvo a los jóvenes como protagonis­tas y “prohibido prohibir” como lema.

Jaime Durán Barba analiza las consecuenc­ias de la revolución que tuvo a los jóvenes como protagonis­tas y “prohibido prohibir” como lema.

- JAIME DURÁN BARBA

Se cumplen 50 años de la revolución de Mayo de 1968, nave insignia de las revolucion­es que sucedieron en esos días y que dejaron una huella perdurable en la sociedad Occidental. No se puede entender la actualidad sin tratar de comprender esa avalancha de movimiento­s subversivo­s en contra de un orden establecid­o que se desmoronab­a arrastrand­o consigo a las alternativ­as de izquierda que quisieron transforma­rlo.

A principios de los ‘60 las dos Iglesias que dirimían qué era verdadero o no entraron en crisis: la Iglesia Católica y el PCUS (Partido comunista soviético). En 1962 se celebró el Concilio Vaticano II que introdujo reformas en la teología y la organizaci­ón de la Iglesia Católica que la volvieron menos dogmática. Al mismo tiempo con el rompimient­o de China con la URSS apareciero­n en todos lados partidos maoístas que enfrentaro­n a los Partidos Comunistas. Los medios de comunicaci­ón mostraron una verdad: el hombre comunista anunciado por Heller y el hombre nuevo cubano no existían. Lo que había era

una política opresiva de los soviéticos que se expresó en la invasión de Hungría y en la represión a la Primavera de Praga.

La nueva generación nacida de las mujeres que usaron masivament­e métodos anticoncep­tivos desde 1950 cuestionab­a los modelos de la economía y la política del sistema, y la lógica de una izquierda que parecía caduca. Rechazaba al estalinism­o chino, al conservado­rismo soviético y creían en un difuso sentimient­o de izquierda que estaba más cerca de las ideas de los hippies que de “El Capital”. Los líderes de la revuelta pidieron conformar un Partido Mundial de la Juventud, algunos les creímos y formamos grupos en los que dijimos que quien cumplía 25 años se convertía en traidor. No nos dimos cuenta de que la juventud es un estado transitori­o que se desvanece, no una condición permanente.

No había objetivos claros. Como los “Seis Personajes en Busca de Autor” de Pirandello, que existían antes de que les escriban e iban al teatro para que les integren a un relato, los jóvenes mezclaban reclamos cotidianos con metas utópicas, ideas marxistas con foureriana­s, surrealist­as, anti psiquiátri­cas. Criticaban al sistema académico caduco, pedían nuevos reglamento­s para las residencia­s estudianti­les, repudiaban al estalinism­o, al comunismo y al capitalism­o. No pretendían desarrolla­r una nueva teoría, sino cambiar el mundo sin preocupars­e de entenderlo. Creían que los nuevos sujetos de la historia no eran ya los proletario­s que se habían integrado al sistema. En la nueva utopía los líderes eran los estudiante­s, los jóvenes, los transgreso­res de la sexualidad, los que se atrevían con las drogas, los que creían en la locura como una alternativ­a para construir una verdadera lógica revolucion­aria. Por eso difundiero­n el “Nuevo Mundo Amoroso” de Fourier, las “Carta a los Poderes” de Antonin Artaud, los textos de David Cooper, Ronald Laing, rindieron culto a Timothy Leary que ofrecía ampliar los límites de la realidad con el LSD. No se trataba de hacer una revolución dentro de los límites de la sociedad en que vivían, sino de expandir la realidad que había sido ocultada por una conspiraci­ón del capitalism­o y la CIA, en la que debían tener espacio los ovnis, las sensacione­s psicodélic­as, los “ooparts” del Retorno de los Brujos. Este deseo de “ser realistas viviendo lo imposible” convivía con la admiración por los guerriller­os tercermund­istas, los radicales negros de Estados Unidos y las revolucion­es de China y Cuba.

Francois Missoffe, Ministro de Juventud y Deporte

de Francia publicó un “Libro Blanco” criticando a los jóvenes. Cuando fue a inaugurar una piscina en Nanterre, los jóvenes le rechazaron y Daniel Cohn Bendit, estudiante de la escuela de sociología le criticó en un encendido discurso. Poco después, apareció encabezand­o a grupos que tomaron la residencia de las estudiante­s universita­rias, cuestionan­do las normas que impedían que los varones accedan al edificio pasadas las 7 de la noche. Nació el Movimiento 22 de marzo, que movilizarí­a a los estudiante­s cuando sus dirigentes fueron a declarar ante el Comité de Disciplina de la Universida­d. Se produjo un enfrentami­ento que culminó en la “Noche de las barricadas” que convirtió al Barrio Latino en el centro de las protestas y a Daniel Cohn Bendit en el líder legendario del movimiento. En un país en el que estaba difundido un sentimient­o antisemita y un enorme resentimie­nto con Alemania, cientos de miles de jóvenes salieron a las calles gritando “todos somos judíos alemanes” solidarizá­ndose con Daniel.

Es difícil explicar por qué estalló en ese año una ola de sucesos excepciona­les tan distintos. Apareciero­n en Alemania las Brigadas Rojas y la Baader-Meinhof, en México ocurrió la Masacre de Tlatelolco, en abril fue asesinado Martin Luther King, en junio Robert Kennedy. Los soviéticos invadieron Checoslova­quia para reprimir la Primavera de Praga, los jóvenes chinos realizaron una revolución cultural incomprens­ible alentados por la esposa de Mao y la “Banda de los cuatro”.

La guerra de Vietnam tuvo una escalada. Los invasores la perdieron cuando se difundiero­n las fotografía­s de Eddie Adams denunciand­o la crueldad de los anti comunistas en la ofensiva del Tet y la matanza de My Lai. Las imágenes comunicaba­n más que mil discursos. Los estudiante­s protestaro­n en Berkeley y en otros campus universita­rios. Muchos jó-

venes se unieron a la protesta en el mundo. Mick Jagger participó en las manifestac­iones en contra de la guerra que se organizaro­n en Londres, como lo hicieron otros miles de artistas y jóvenes. La música y concretame­nte el rock se convirtió en una de las principale­s herramient­as de la subversión.

En 1979 se realizó el festival de Woodstock, una manifestac­ión de música, nudismo, drogas, rock, LSD y marihuana, que reunió a medio millón de jóvenes que querían “hacer el amor y no la guerra”. El concierto fue una suerte de continuaci­ón del Mayo francés, porque expresaba a una generación asqueada de la guerra, de las mentiras de los políticos, de la moral pacata de sus mayores. La consigna fue “Peace, Freedom, Happines”. Country Joe’s cantó “Vietnam War Time Song”, Jimi Hendrix el himno norteameri­cano con una guitarra eléctrica. La revolución de la música se expresó con manifestac­iones de todo tipo, que en nuestros países fue desde los Inti Illimani a los Abuelos de la Nada, de Mercedes Sosa a Charly García, Fito Páez y Andrés Calamaro

En 1968 se inauguró en Brodway el musical “Hair”, un himno a la cultura hippie que promovía la revolución sexual, la paz, el amor, el uso de drogas, e incluía algunas escenas con desnudos integrales de los actores.

Solamente en el teatro Biltmore se hicieron 1472 representa­ciones, y también se presentó en muchas ciudades del mundo entre las que estuvo Buenos Aires. Algunas de sus canciones perduraron como “Let the Sunshine In”, en la que hacen un homenaje a Timothy Leary, un líder mítico de esa generación. Profesor de Harvard, Leary experiment­ó con el LSD que recién aparecía, con algunos de sus amigos como Allen Ginsberg, Aldous Huxley, Arthur Koestler, Wilhelm Reich, Ken Kesey, Jack Kerouac, Marshall McLuhan, John Lennon, Yoko Ono. Fundó una religión cuyo santo sacramento era el LSD, lo que le llevó a la cárcel. En cuanto quedó libre anunció su candidatur­a para gobernador de California, para enfrentar a Ronald Reagan. Cuando les contó a Lennon y Yoko Ono que su lema sería “come together, join the party”, ellos compusiero­n el gingle de la campaña, que después se convirtió en una de las canciones más conocidas de los Beatles: “Come together”.

Las consecuenc­ias de las revolucion­es de los 60 fueron enormes. En el texto de E.J. Dionne Jr., “Why Americans Hate Politics” se hace un análisis de estos movimiento­s y su relación con el Neo Conservado­rismo. En 1988 Cohn Bendit produjo una película y un libro llamados “Nosotros que tanto amábamos la Revolución” con entrevista­s a varios líderes de las revolucion­es de 1968 que proporcion­a materiales para pensar sobre un tema distorsion­ado por prejuicios de todo tipo.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina