Poder turbo
Una singular coupé con techo convertible y carácter deportivo. Buen confort a precio alto.
Hace un par de años Mercedes-Benz decidió cambiar la denominación de varios de sus modelos. Entre ellos el deportivo SLK pasó a denominarse SLC, una sigla que nos remite a un clásico modelo de los 70/80. Se trataba de una coupe larga, de cuatro plazas. Aunque este nuevo SLC actual -de solo dos asientos-, que se presentó hace poco más de un año, se ofrece con motorización AMG y eso lo hace muy diferente. Pero antes de adentrarnos en su vena deportiva debemos considerar que se trata del rediseño de la tercera generación que trajo consigo cambios estéticos, mayor tamaño, mejor confort de marcha, mayor insonorización, una dirección más liviana y el techo retráctil de vidrio. Puertas adentro no presenta grandes cambios con respecto a sus antecesores. La pantalla central no ofrece modalidad touch y para accionar las funciones hay que hacerlo desde una especie de mouse. Lleva un tiempo acostumbrarse y según la marca alemana con este sistema la pantalla no queda marcada por los dedos. Una vez en marcha la cosa cambia porque debajo del capó aloja un motor V6 bitrubo de 367 caballos que lo transforma en un bólido de sonido singular que genera unas prestaciones que erizan la piel, sobre todo cuando se elige el modo de conducción Sport +. Acelera de 0 a 100 km/h en apenas 5,2 segundos y alcanza una máxima limitada a 253 km/h aunque lo más divertido es su caja automática de 9 marchas. Esta transmisión acompaña con cierta intuición, sobre todo cuan- do el conductor necesita realizar un rebaje del cambio logrando transmitir una particular sensación de estilo deportivo. La posición de manejo es excepcional ya que ofrece todo tipo de regulaciones eléctricas. La calidad de materiales y terminación también es otro de sus fuertes atributos junto los elementos de seguridad. Entre las contras hay que considerar que no cuenta con una rueda de auxilio y la garantía es muy corta (apenas 2 años) si se considera que su precio es superior a los 125.000 dólares, un valor demasiado elevado.