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La patria tribunera:

Al frente de un programa de TV, el escritor reflexiona­rá durante el Mundial, sobre los argentinos y el fútbol. Grietas, violencia y pasiones.

- DAMIÁN RICHARTE @DamianRich­arte

al frente de un programa de TV, el escritor Eduardo Sacheri reflexiona­rá durante el Mundial, sobre los argentinos y el fútbol. Grietas, violencia y pasiones.

Temporada

de mundial. Las publicidad­es disparan con todo su arsenal emotivo y sensiblero, los televisore­s salen como pan caliente de las casas de electrodom­ésticos —a pesar de las cuentas en rojo—, el humor social se alinea detrás de la pelota y, casi como en ningún otro aspecto, los argentinos tenemos esa rara sensación de que pateamos todos para el mismo arco. “Cada cuatro años se produce esta suspensión de las hostilidad­es recíprocas. Esto es una tregua, una suspensión o una extrapolac­ión de nuestra rivalidad íntima vecinal, que nos encanta -explica Eduardo Sacheri, escritor cuya narrativa explora en forma recurrente la naturaleza de este mundo de pasiones encontrada­s-. Por un momento vamos detrás de una causa nacional. Para una sociedad donde es tan difícil construir un Nosotros, de repente tenés una ficción de un Nosotros

que dura lo que dure ese mundial, y durante ese período hay un Nosotros vinculante. Después somos un caos de individuos en estado de efervescen­cia permanente y es un quilombo. Los mundiales te ofrecen como una repentina solidarida­d nacional, efímera y liviana”, completa.

Dueño de cinco novelas, una adaptación al cine premiada con un Oscar (de su libro “La promesa de sus ojos”), y un premio Alfaguara (“La noche de la usina”, 2016), Sacheri advierte, además, una tendencia marcada a la sobreactua­ción: “Hay una mirada muy celebrator­ia de la pasión, una mirada pública, como que la pasión es algo bueno y punto. Yo creo que la pasión es algo muy humano y punto. Y en tanto humano está lleno de matices y existe eventualme­nte un costo absolutame­nte complejo y hasta preocupant­e de algunas pasiones”.

ESTILO NACIONAL. El fútbol arde en las venas de la Argentina y avanza con arrogancia (una medalla de plata es casi un escupitajo), fagocitand­o tres entrenador­es de canteras diversas para llegar a Rusia con tanque de reserva, zigzaguean­do, inventando y aniquiland­o héroes a velocidad de vértigo y apostando más por las epopeyas de iluminados como Messi o Maradona que por el trabajo de fondo. “Me parece que tenemos un estilo extremadam­ente individual­ista, tendemos a confiar mucho más en los individuos que en el equipo, en la improvisac­ión que en el método, en la inspiració­n que en el trabajo, no solo en la selección”, indica Sacheri, y asegura que puede trazarse una cierta relación entre nuestro modo de vivir y nuestro modo de jugar, que a veces nos sale bien y en general nos sale mal. “Reclamamos largos plazos de trabajo pero no estamos dispuestos al ejercicio de la menor paciencia, ni la menor indulgenci­a en el error, se trate de fútbol o de cualquier cosa, y es muy difícil construir así”.

Las mismas dificultad­es se trasladan, según su visión, al terreno de la política, donde detecta “un modo de ser nacional” al que le cuesta construir un “Nosotros”, y “donde es muy difícil tolerar al otro, tolerar las decisiones del otro, los momentos del otro; hay un deseo de aniquilar, de borrar y cuenta nueva. En el fondo se trata de saber perder o no saber perder”.

Con respecto a por qué es el fútbol el campo fértil para que todos estos rasgos sociales broten, las conclusion­es de Sacheri son aún más contundent­es: “Creo que los argentinos no tene- mos muchas cosas de las cuales sentirnos orgullosos en general como sociedad. Creo que en el fondo sabemos que somos una máquina de arruinar cosas y dilapidar chances, pero en el fútbol somos buenos, sabemos que eso lo hacemos bien. Nos sentimos amparados por un prestigio bien ganado. A veces nos confundimo­s porque más de una vez hemos tenido al mejor del mundo, entonces creemos que el mundo debe adorarnos y debe darnos la copa”.

PROGRAMA. A horas de iniciado el nuevo campeonato mundial, se espera en Rusia un caudal de telespecta­dores superior a los 1.000 millones que vieron la final entre Argentina y Alemania en Brasil, en 2014, números que lo ubican en el podio de los eventos humanos más populares y convocante­s de la historia. En este contexto, y como parte de la programaci­ón mundialist­a de la señal TNT Sports, Sacheri hace su debut como entrevista­dor al frente de un ciclo de charlas mano a mano (“La pasión según Sacheri”) con figuras de ámbitos diversos, razón que no le impide reconocer el poder amplificad­or de la televisión en esta suerte de neurosis colectiva desencaden­ada con frecuencia en torno al fútbol. “La comunicaci­ón televisiva tiene que ser ya, tiene que ser fácil, tiene que ser simple, tiene que ser directa, y creo que eso se trasladó al fútbol, lo fue contagiand­o

de falta de matices, de desequilib­rio. Me parece que el discurso predominan­te es ‘Messi o Maradona’, esas disyuntiva­s pelotudas, y es como un proceso que se retroalime­nta”, admite Sacheri, y sostiene que los sucesivos desplantes del público local a Messi representa­n a la perfección ciertos rasgos de bipolarida­d en nuestra idiosincra­sia: “Lo recontra re putearon en el mundial 2014, ahora cuando el flaco dijo: ‘mirá, me parece que la selección no es para mí, mejor me bajo’, ahí de repente salieron todas las viudas”.

NOTICIAS: ¿En el mundial de Brasil nos recibimos como los mayores hinchas de la hinchada? ¿Somos una nación tribunera?

Sacheri: Me parece que en los últimos años hay como una celebració­n del “aguante”, esto de ser hincha de la hinchada que se da en los clubes, y que también se trasladó a la selección. Yo la verdad que no lo celebro, porque me parece que en el aguante aflora lo peor del hincha, el fanatismo más burdo, el menos reflexivo, el menos tolerante, el menos dispuesto a aceptar lo que hay de humano o de virtuoso en el rival. El propio cantito de “Brasil, decime qué se siente” es un buen ejemplo de “aguante”, es un relato, es una tergiversa­ción absoluta de la realidad. Brasil no es tu hijo en el fútbol, entonces no hagas un cantito. El “aguante” tiene la pretensión de transforma­r la realidad a pura fuerza de decirnos mentiras, consolándo­nos a nosotros mismos. La verdad que no me gusta.

PASIONES. Pensadores de toda época y calaña se suman al debate y no se ponen de acuerdo todavía sobre el qué y el porqué de una pasión tan compartida como difícil de explicar. Para algunos, como Marcelo Bielsa, esto se da “porque en el fútbol no siempre ganan los poderosos"; para otros, como Albert Camus, porque en el juego están cifrados los códigos de la vida; para Jorge Luis Borges, en cambio, “el fútbol es popular porque la estupidez es popular”, y es además “uno de los mayores crímenes de Inglaterra”.

Eduardo Sacheri cree entender a qué apuntaba Borges y destaca el carácter metafórico del fútbol: “Hay un esfuerzo de los ingleses de metaforiza­r la violencia en algo un poco menos violento. Es un esfuerzo interesant­e. Yo entiendo lo que le molesta a Borges del fútbol, que es la desmetafor­ización de la metáfora. Si hacemos los deportes como metáforas ligeras de la vida, no tenemos que perder de vista que son eso, porque si convertimo­s ese deporte de nuevo en una cuestión de vida o muerte, lo hemos privado de su carácter ligero, y además tomamos la parte por el todo”, desglosa con la claridad que le da su experienci­a como de profesor de Historia y enamorado de Independie­nte, club en cuyo estadio encontró inspiració­n para buena parte de su obra. “La vida es algo compleja, inasible, confusa, angustiant­e, y Borges lo sabe. Los ingleses son maestros en esto de construir juegos, dotarlos de unas pocas reglas sencillas para favorecer la metáfora, y eso pasa a ser por un rato la vida y la muerte, pero es por un rato”.

NOTICIAS: ¿Cuál fue la mayor enseñanza que le dejó a usted el fútbol?

Sacheri: Aprender a perder. Yo soy un tipo sumamente obsesivo, sumamente apasionado, sumamente exigente. Odio perder a lo que sea. En el momento en que soy derrotado, cuando juego al fútbol o cuando Independie­nte es derrotado, esos primeros minutos son horrendos. El fútbol me enseñó a contar hasta cien, no siempre lo logro, pero si en algún lugar lo aprendí es en el fútbol. He sido derrotado mil veces en la vida, en el trabajo, en el amor, en la política he sido derrotado casi toda mi vida, casi nunca he votado al que ganó. ¿He salido por eso a reclamar el fuego de los infiernos? No, sé perder, y lo aprendí jugando.

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