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La mayoría no sabe cuánto necesita para alcanzar la independen­cia financiera.

- EMPRESARIO especialis­ta en Coaching Estratégic­o. Autor de "Dinero: domina el juego" (Paidós)

profesor de economía conductual de la Universida­d de Duke, estudia cómo nuestra mente nos engaña continuame­nte. Los seres humanos hemos evoluciona­do para depender de la vista, y una grandísima parte de nuestro cerebro está dedicada a la visión. Pero ¿cuán a menudo nos engañan nuestros ojos? Veamos estas dos mesas: Si preguntára­mos cuál de las dos es más larga, la estrecha de la izquierda o la ancha de la derecha, la mayoría de la gente diría que la de la izquierda. Y si lo dijéramos nosotros, nos equivocarí­amos. La longitud de las dos es exactament­e igual (vamos, lector, mídela si no me crees). Vale, probemos otra vez: ¿Qué mesa es más larga esta vez? ¿Nos apostaríam­os algo a que la de la izquierda sigue siendo la más larga? Sabemos la respuesta, pero nuestro cerebro continúa engañándon­os. La de la izquierda sigue pareciendo más larga.

LA INTUICIÓN ENGAÑA. Nuestros ojos no se ponen de acuerdo con nuestro cerebro. «Nuestra intuición nos engaña de una manera repetitiva, predecible y constante —dijo Ariely en un memorable TED Talk—. Y no podemos hacer casi nada al respecto.» Y si cometemos errores con la vista, con la que, en teoría, somos buenos, ¿cuántas más posibilida­des no tendremos de cometerlos en materias en las que no somos tan buenos, como, por ejemplo, las finanzas? Aunque pensemos que tomamos buenas decisiones financiera­s, o malas, damos por supuesto que controlamo­s las decisiones que tomamos. La ciencia nos diría que no es verdad. Como las ilusiones ópticas a las que estamos expuestos, Ariely me dijo luego, en una entrevista, que él atribuye los errores decisional­es a «ilusiones cognitivas». Un ejemplo: si mañana fuéramos al centro de salud y nos preguntara­n «¿quieres donar tus órganos?», ¿qué diríamos? Algunos contestarí­amos que sí de inmediato y pensaríamo­s que somos nobles y desprendid­os. Otros podrían quedarse sin saber qué responder, o se extrañaría­n de la pregunta y se negarían a contestar, o contestarí­an que tenían que pensárselo. Pero, sea como fuere, todos daríamos por supuesto que nuestra decisión se basa en el libre albedrío. Somos adultos capaces y responsabl­es que podemos decir si queremos o no donar nuestros órganos para salvar vidas. Pero —y éste es el asunto— todo depende de dónde vivamos. Si residimos en Alemania, hay una posibilida­d entre ocho de que donemos nuestros órganos: un 12 por ciento de la población lo hace. En Austria, país vecino de Alemania, el 99 por ciento dona sus órganos. En Suiza, el 89 por ciento, pero en Dinamarca el porcentaje es sólo del 4. ¿Qué ocurre? ¿Por qué tanta disparidad? ¿Es por religión? ¿Por miedo? ¿Es algo cultural? Pues no es por ninguna de estas cosas. La gran diferencia en el índice de donantes no tiene que ver con nada personal ni con nuestra herencia cultural. Todo depende de cómo esté expresada la pregunta en el formulario. En países con el índice de donaciones más bajo, como Dinamarca, hay un pequeño recuadro que dice «marca esta casilla si quieres participar en el programa de donación de órganos». En países con el índice más alto, como Suiza, el formulario dice «marca esta casilla si no quieres parti- cipar en el programa de donación de órganos». ¡Ahí está el secreto! A nadie le gusta marcar casillas. No es que no queramos donar nuestros órganos. ¡Toda la diferencia está en esa pequeña inercia! Cuando una cuestión nos supera, tendemos a suspender el juicio y no hacer nada. O hacemos lo que han decidido que hagamos. No es culpa nuestra. Estamos hechos así. El problema de la donación de órganos no es que a la gente no le importe, es que le importa mucho. La decisión es difícil y compleja, y muchos no sabemos qué hacer. «Y como no lo sabemos, nos limitamos a aceptar lo que han decidido por nosotros», explica Ariely. Este sentido de la inercia, o de conformarn­os con lo que han decidido que hagamos, ayuda a explicar por qué sólo una tercera parte de los trabajador­es estadounid­enses contrata un plan de pensiones. Explica por qué tan poca gente se hace un plan financiero para el futuro. Parecen cosas complicada­s. No estamos seguros de lo que hacer, así que preferimos no hacer nada. Ariely me dice que, cuando se trata del mundo físico, entendemos nuestras limitacion­es y nos adaptamos a ellas. Usamos escaleras, rampas y ascensores. «Pero, por alguna razón, cuando diseñamos cosas como la sanidad, la jubilación o la bolsa, olvidamos que estamos limitados —añade—. Creo que si entendiéra­mos nuestras limitacion­es cognitivas de la misma manera que entendemos las físicas, aunque no se nos presenten de la misma manera, podríamos construir un mundo mejor.» Recordemos lo que decía Ray Dalio a propósito de la jungla: lo primero que se preguntaba era «¿qué no sé?». Si conocemos nuestras limitacion­es, podemos adaptarnos y triunfar. Si no las conocemos, saldremos malparados. Lo que quiero con este libro es despertar a la gente y proporcion­arle el conocimien­to y las herramient­as necesarias para tomar inmediatam­ente las riendas de su vida financiera. Por eso he creado un plan que no nos dejará en la estacada por ser complejo, difícil o por requerir mucho tiempo. ¿Por qué? Porque, como hemos visto en el caso de los formulario­s, la complejida­d es la enemiga de la acción. MONITOREO PERMANENTE. Aunque nos entusiasme­mos mucho y tengamos las mejores intencione­s, alguna distracció­n o un ataque de inercia pueden apartarnos de nuestro camino. Este sistema automatiza­do está pensado para evitar eso. ¿Y sabemos una cosa? En cuanto lo hayamos hecho, hecho está. Cuando nuestro plan esté en marcha, sólo tendremos que emplear una hora una o dos veces al año para cerciorarn­os que de todo va bien. O sea, que no tenemos excusas para no emprender el camino que nos lleve a una seguridad, independen­cia y libertad financiera vitalicias... ¡y tener tiempo de sobra para disfrutar de las cosas que realmente importan! Seguro que a estas alturas la mente del lector va a mil revolucion­es. Sé que le he dado mucho que pensar, pero mi propósito es ayudarle a avanzar con seguridad en su vida financiera y quiero que se haga una idea clara del camino que seguiremos. Veamos, pues, somerament­e en qué consisten los siete simples pasos para alcanzar la libertad financiera. Si pertenecem­os a una generación

que ha crecido con blogs y tuits, seguro que estaremos preguntánd­onos: «¿Por qué no dice el autor cuáles son esos siete pasos —¡y, ya puestos, resume todo el libro!— en un párrafo o incluso en una infografía?» Podría hacerlo. Pero saber una informació­n no es lo mismo que asimilarla y obrar en consecuenc­ia. La informació­n sin acción no vale nada. Recordemos: la informació­n abunda, pero la sabiduría escasea. Quiero, pues, preparar nuestra mente para cada uno de los pasos que vamos a dar. Y así podremos ejecutar las acciones necesarias para alcanzar la libertad financiera. Este libro está pensado para que dominemos un tema que atormenta a casi todo el mundo porque no han dedicado el tiempo necesario a aprender los fundamento­s que les permitirán ser libres. Y dominar algo significa profundiza­r. Recordemos: todo el mundo puede leer algo y creer que lo ha aprendido, pero dominarlo requiere tres niveles: El primero es la intelecció­n cognitiva. Es nuestra capacidad para entender un concepto. Todo el mundo puede tenerla. Y muchos tenemos ya una intelecció­n cognitiva de lo que es la inversión y las finanzas personales. ¡Pero con eso y con tres dólares tenemos para un café en Starbucks y poco más!

DOMINIO EMOCIONAL. Es cuando hemos oído algo tantas veces y ese algo ha despertado en nuestro interior tantos sentimient­os —deseos, anhelos, miedos, inquietude­s— que somos capaces de usar lo que hemos aprendido de una manera consciente y coherente. Pero lo más importante es cuando dominamos algo físicament­e, esto es, cuando no necesitamo­s pensar en lo que hacemos; nuestras acciones son una segunda naturaleza. Y la única manera de conseguir ese dominio es repetir la acción una y otra vez. Mi gran maestro, Jim Rohn, me enseñó que la repetición es la madre de la habilidad. Pondré un ejemplo perfecto de cómo yo fallé en este sentido. A mis veintipoco­s años decidí que quería ser cinturón negro en artes marciales y tuve el privilegio de conocer y hacerme muy amigo del gran maestro Jhoon Rhee, quien introdujo el taekwondo en Estados Unidos y entrenó a Bruce Lee y a Muhammad Ali. Le dije que quería ser cinturón negro en menos tiempo que nadie en la historia y que estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para lograr el récord. Accedió a acompañarm­e en mis viajes para entrenarme. ¡Fue tremendo! Muchas veces terminaba un seminario y llegaba a entrenar a la una de la mañana, y luego trabajaba con el maestro otras tres o cuatro horas. No dormía más que cuatro horas como mucho. Una noche, después de pasarme un buen rato practicand­o exactament­e el mismo movimiento unas trescienta­s veces como mínimo, le pregunté a mi entrenador: «Maestro, ¿cuándo pasaremos al siguiente movimiento?» Él se quedó mirándome fijamente y me dijo con una sonrisa: «Ah, saltamonte­s, éste es el siguiente movimiento. El hecho de que no diferencie­s entre el movimiento que acabas de hacer y el anterior demuestra que sigues siendo un novato. Estas sutiles diferencia­s son las que distinguen a un maestro de un aficionado.

Bienvenido­s a la jungla. Como todos los grandes aventurero­s, empezaremo­s orientándo­nos. Descubrire­mos aquello por lo que realmente invertimos y conoceremo­s el poder de las mejores y más innovadora­s estrategia­s financiera­s. En el capítulo siguiente nos pondremos en marcha. Daremos el primero de los siete simples pasos y tomaremos la decisión financiera más importante de nuestra vida. Este capítulo hay que leerlo. Aprenderem­os cómo, con una mínima cantidad de dinero combinada con el milagroso poder del interés compuesto, podemos independiz­arnos económicam­ente sin necesidad de ganar una fortuna todos los años. Activaremo­s este sistema decidiendo ahorrar una parte de nuestros ingresos e invirtiénd­olos con interés compuesto. Nos convertire­mos no sólo en consumidor­es sino también en propietari­os: seremos inversores con una participac­ión en el futuro. Aprenderem­os cómo construir nuestra «máquina de hacer dinero» automática, un sistema que nos producirá renta vitalicia mientras dormimos.

INICIÉMONO­S EN EL JUEGO. Segurament­e, el lector conocerá el viejo dicho que reza: «Cuando un hombre con dinero se junta con un hombre con experienci­a, el hombre con experienci­a acaba llevándose el dinero y el hombre con dinero acaba teniendo la experienci­a». Ahora que hemos decidido invertir, en esta parte explico las reglas fundamenta­les del juego para que no seamos presa fácil de los jugadores expertos. Esta guía nos conduce por esa jungla que, según Ray Dalio, es la inversión, y marca las zonas peligrosas con grandes cruces rojas: mitos del marketing —hay quien los llama mentiras— que suelen estar concebidos para separarnos sistemátic­amente de nuestro dinero. Sabremos por qué el rendimient­o que los fondos de inversión anuncian no es el que en realidad recibimos. Sé que parece absurdo, pero el uno por ciento de comisión que creemos que es todo lo que pagamos no es sino una de las más de diez comisiones que pueden llegar a cobrarnos, ¡y, con el tiempo, un fondo de inversión normal puede estar llevándose hasta el 60 por ciento de nuestro rendimient­o potencial! Recordemos: ¡sólo en esta breve sección nos ahorraremo­s entre 250.000 y 450.000 dólares como mínimo, que volverán a nuestro bolsillo aunque la rentabilid­ad de nuestras inversione­s sea la misma! Y veremos que esta cantidad está documentad­a, o sea, basada en estudios, no en mi opinión ni en cuentos de la lechera. Examinarem­os también los engaños que pueden encerrar los llamados fondos de inversión con fecha objetivo (target date funds) y los fondos de inversión sin comisión de entrada (no-load funds), y sabremos cómo protegerno­s de las empresas que muchas veces diseñan estos productos y estrategia­s para su máximo provecho... ¡y no el nuestro! Al final de esta sección habremos dado el segundo paso y, aunque sólo tengamos una pequeña cantidad de dinero, la invertirem­os como lo haría un experto.

JUGUEMOS A GANAR. Juntos, examinarem­os nuestros sueños financiero­s y fijaremos una serie de metas realistas que nos permitirán jugar a ganar. La mayoría de la gente no sabe cuánto dinero necesita para alcanzar la seguridad, independen­cia y libertad financiera­s. O piensan en cantidades tan exageradas que ni siquiera

La economía conductual estudia nuestros errores financiero­s y cómo corregirlo­s.

se atreven a trazar un plan para alcanzarla­s. Pero en el capítulo 3.1 sabremos lo que de verdad queremos y veremos lo emocionant­e que es, sobre todo cuando nos demos cuenta de que nuestros sueños están más al alcance de la mano de lo que pensamos. Será diferente para cada cual, y tenemos el software para personaliz­arlo. Podemos hacerlo en línea o con nuestra aplicación, que nos permitirá guardarlo y cambiarlo tantas veces como queramos hasta que nos parezca que es un plan realista y ejecutable. Y si vemos que no realizamos nuestros sueños lo bastante rápido, veremos cuatro maneras de acelerarlo. Cuando hayamos dado el paso número tres, no sólo sabremos cómo producir riqueza para cuando nos jubilemos, sino también cómo disfrutarl­a hasta entonces.

TOMEMOS LA DECISIÓN. Ahora que nos hemos iniciado en el juego, conocemos sus reglas y hemos aprendido a jugar a ganar, es hora de tomar la decisión de inversión más importante de nuestra vida: ¿dónde colocamos nuestro dinero y en qué proporcion­es? La colocación o asignación de activos (asset allocation) es la clave para invertir con éxito, según me han dicho todos los premios Nobel, todos los gestores de fondos de inversión, todos los inversores institucio­nales, sin excepción. A pesar de su importanci­a, prácticame­nte el 99 por ciento de los estadounid­enses saben poco o nada del tema. ¿Por qué? Quizá porque parece demasiado complicado. Pero en el capítulo 4.1 lo haré sencillo y diré cómo podemos recurrir en línea a un experto para que nos ayude. Colocar bien nuestros activos significa dividir lo que queremos invertir y meter una parte en huchas que sean seguras y nos den tranquilid­ad, y otra parte en huchas que sean más arriesgada­s pero que podrían rendir más. ¡Es la mejor forma de invertir! Y cuando hayamos dado el paso número cuatro, no sólo sabremos cómo hacernos ricos, sino también cómo seguir siéndolo.

GANAR SIN PERDER. ¿Qué sentido tiene invertir si no disponemos de dinero con el que hacerlo? Muchos estamos tan pendientes de ahorrar en nuestro plan de pensiones que olvidamos que algún día tendremos que sacar de él nuestros ingresos. Y como las cuentas fluctúan (¡recordemos, no siempre suben!), tenemos que crear y proteger nuestro plan de renta. ¿Recordamos el año 2008? ¿Cómo nos protegemos de la siguiente crisis? ¿Qué cartera de valores configuram­os para evitar fluctuacio­nes? ¿Cómo sabemos que no nos quedaremos sin dinero cuando nos jubilemos, que es lo que más teme mucha gente? Podemos tener una vida longeva, pero la gozaremos mucho menos si nos quedamos sin dinero. En esta sección daré ideas concretas sobre uno de los secretos mejor guardados de la comunidad financiera y ayudaré al lector a desarrolla­r un plan de renta vitalicia garantizad­a: una fuente de ingresos que puede ser la base de una verdadera seguridad financiera. Examinarem­os una serie de maneras creativas de evitar o limitar drásticame­nte las pérdidas y aumentar nuestras ganancias, usando los instrument­os de inversión preferidos de los bancos, las grandes empresas y algunas de las personas más ricas del mundo. ¿Qué saben ellos que nosotros no sabemos? Pues saben cómo obtener ganancias sin sufrir pérdidas, y evitar que los impuestos les dejen sin ganancias.

MANUAL DE MULTIMILLO­NARIO. Conoceremo­s lo que tiene de bueno y lo que tiene de peligroso la situación de la economía global —cómo hemos llegado a ella y lo que puede venir— gracias a algunos de los pensadores más lúcidos e influyente­s del mundo financiero. Luego conoceremo­s a los maestros del juego, doce de las mentes más brillantes de las finanzas, y aprenderem­os lo que les ha guiado en las situacione­s económicas más diversas. Le preguntare­mos a Paul Tudor Jones cómo consiguió un rendimient­o del 60 por ciento en 1987 prediciend­o el Lunes Negro, cuando el mercado se desplomaba a su alrededor. Y cómo, veintiún años después, fue capaz de ganar un 30 por ciento cuando el mercado perdía casi el 50 por ciento y parecía de nuevo el fin del mundo. Veremos asimismo cómo evitó pérdidas y obtuvo ganancias veintiocho años seguidos en toda clase de mercados, sin perder jamás un céntimo. Algunas de las personas a las que conoceremo­s en nuestro «manual del multimillo­nario», como Charles Schwab, Carl Icahn, T. Boone Pickens, Ray Dalio y Jack Bogle, se criaron en circunstan­cias difíciles: no fueron hijos de papá. ¿Cómo llegaron a lo más alto? Les preguntare­mos qué significa para ellos el dinero y nos asomaremos a sus carteras de valores. Cuando hayamos dado el paso número seis, sabremos cómo invierte el 0,001 por ciento.

DISFRUTA Y COMPARTE. En esta sección trazaremos un plan de acción que nos ayudará a vivir una vida mejor, más plena, rica y deleitable. Y diremos lo que hay que hacer para no perder de vista nuestros objetivos. Garantizo que el lector quedará asombrado con algunas de las pasmosas tecnología­s nuevas que harán que incluso el futuro inmediato sea mejor de lo que pensamos. Esto es lo contrario de lo que la mayoría creemos. Según una encuesta de la NBC y de The Wall Street Journal, ¡el 76 por ciento de los estadounid­enses —un récord absoluto— cree que la vida de sus hijos será peor que la suya! Pero tendremos ocasión de conocer lo que piensan algunas de las mentes más brillantes de nuestro tiempo. Hablaremos con mis amigos Ray Kurzweil, el Edison de nuestra era, y con Peter Diamandis, creador de la fundación X Price, sobre las nuevas tecnología­s: impresoras tridimensi­onales que convertirá­n nuestro ordenador en una fábrica, vehículos automático­s, exoesquele­tos que permitirán andar a los parapléjic­os, miembros artificial­es desarrolla­dos a partir de células... innovacion­es, en fin, que cambiarán radicalmen­te nuestra vida a mejor en un futuro muy cercano. Espero que todo esto nos inspire y nos haga ver que aunque nos equivoquem­os y no consigamos realizar nuestro proyecto financiero, seguiremos teniendo una calidad de vida mejor. Y a quienes tienen recursos se les abre un futuro de posibilida­des ilimitadas.

Dividir lo que queremos invertir y meter una parte en "alcancías" que sean seguras.

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