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Sin quimiotera­pia:

Es uno de los cinco sentidos, pero el más desatendid­o. Por qué es importante descubrir si sufre alteracion­es.

- * OTORRINOLA­RINGÓLOGA. Experta en Olfato. Alergista.

un estudio muestra que tumores de origen hormonal pueden tratarse con medicación.

Los olores forman parte de nuestra vida diaria, son sustancias químicas que flotan en el aire y hacen que disfrutemo­s cuando algo huele rico: un buen olor sabe a limpio y nos agrada. Pero, ante la presencia de olores desagradab­les, demostramo­s rechazo y nos alejamos de la fuente de ese olor feo. El olfato es uno de los cinco sentidos, junto la vista, la audición, el tacto y el gusto. Sin embargo, es el menos conocido y el más desatendid­o.

Solemos preguntarn­os cómo sería la vida sin ver o sin oír, pero raras veces nos preguntamo­s cómo sería vivir sin poder oler. La respuesta la tienen aquellas personas que nunca olieron o que quizá dejaron de oler por algún motivo y sólo se guían por recuerdos. Les resulta muy difícil explicar qué sienten, pero suelen decir que se perciben como si fueran meros espectador­es de su propia vida. Cuando este sentido tan complejo se pierde o altera, la persona percibe que no participa completame­nte en lo cotidiano, se deteriora su calidad de vida, comienza a aislarse y a deprimirse. Los

olores son sustancias químicas volátiles que se encuentran en el aire. Ingresan por la nariz durante la respiració­n y se ponen en contacto con el epitelio olfatorio que se encuentra en la parte superior del tabique nasal. Allí son captados por receptores de las células olfatorias y, luego de una serie de cambios que se producen en el interior de esa célula, se transforma­n en un estímulo eléctrico. Pasan hacia el nervio olfatorio, de allí al bulbo olfatorio, donde los olores son procesados y, por último, viajan desde allí al rinencéfal­o (la parte del cerebro que capta los olores) atravesand­o la zona entorrinal (que les otorga un significad­o) y luego a la zona órbito–frontal (que los define).

En situacione­s normales, el sentido del olfato funciona como una alarma, nos permite identifica­r situacione­s de peligro, como por ejemplo la presencia de gas o de humo. Además, existe una relación directa entre el olfato y el gusto: la olfación, que es el acto de oler, brinda el 80% del sabor. Si bien sabemos que comemos para sobrevivir y que esto resulta en un acto muy placentero, las personas con alteracion­es del olfato cumplen con el hábito de comer casi por obligación, y no sienten placer. De la misma manera, cumplen con el hábito de bañarse o limpian su casa con insistenci­a, con miedo a emanar olores o de tener malos aromas en su casa.

Porque hay alteracion­es en este sentido y porque afectan la calidad de vida de quienes las sufren, es que el estudio de la olfación despierta cada vez mayor interés. Hay informes científico­s que muestran cómo la función olfativa participa en la adaptación e interacció­n grupal de los individuos. Resulta sorprenden­te que, en los primeros días de vida, el ser humano ya tiene informació­n del medio que lo rodea y esto se produce porque el sentido del olfato está formado en las primeras semanas de la embriogéne­sis. Al momento del nacimiento, el bebé reconoce a su madre por el olfato, así es como busca el pezón para alimentars­e, comienza una interacció­n dinámica con su madre y se establece el primer lazo social.

En las embarazas este sentido puede estar aumentado (hipersensi­bilidad olfatoria) por los grandes cambios hormonales que tienen. Así surgen los llamados “antojos”: los olores despiertan el apetito de la embarazada, que tiende a comer más y sufrir las náuseas y vómitos caracterís­ticos.

El sentido del olfato puede alterarse por distintas causas y es el especialis­ta en otorrinola­ringología quien realiza el diagnóstic­o. Las causas de esto pueden ser de tipo obstructiv­as (el aire no puede entrar bien por la nariz y, por lo tanto, tampoco los olores), como sucede en las rinitis, las sinusitis, la presencia de pólipos o un resfrío. Algunas

enfermedad­es como el Párkinson y el Alzheimer se manifiesta­n en sus comienzos con pérdida del olfato. Los traumatism­os en la cabeza pueden lesionar alguna zona de la secuencia olfatoria. Hay sustancias químicas muy fuertes que pueden interferir con este sentido. Es lo que les sucede a personas que trabajan en peluquería­s, refinerías, consultori­os odontológi­cos o laboratori­os bioquímico­s.

Pero además el tabaquismo causa grandes alteracion­es en la vía olfatoria y altera el sentido del gusto: es llamativo cómo alguien que dejó de fumar dice que “siente más los olores y el gusto de las comidas”.

Por ello es tan importante realizar una consulta al especialis­ta ni bien se perciba alguna alteración del olfato y el especialis­ta indicará los pasos a seguir, pero en muchos, la rehabilita­ción olfatoria permitirá recuperar, al menos en parte, algo de la capacidad olfatoria. Esto es gracias a la neuroplast­icidad de nuestro cerebro.

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Por STELLA MARIS CUEVAS*
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RELACIÓN. Es directa entre el olfato y el gusto: el acto de oler brinda el 80% del sabor.

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