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Cómo ser competitiv­o

La devaluació­n abarató el producto local frente al importado. Ya pasó en 2014 y 2015, pero poco tiempo. ¿Esta vez será distinto?

- ALEJANDRO REBOSSIO arebossio@perfil.com @ale_rebossio

En los supermerca­dos ya se nota. La lata de atún argentino pasó a costar menos que el indonesio. El puré instantáne­o criollo ahora sale más barato que el chileno. La devaluació­n del peso encareció más los importados. ¿Cómo evitar que esta mejora de competitiv­idad cambiaria, que tanto empobrecim­iento trae en el corto plazo, puede sostenerse para que en el mediano plazo se traduzca en empleo? ¿Cómo impedir que se diluya como tras las depreciaci­ones de 2014 y 2015?

Daniel Heymann, académico de ciencias económicas y profesor de las universida­des de Buenos Aires (UBA), La Plata y San Andrés, advierte que el fuerte traslado de la devaluació­n a los precios es una caracterís­tica de la Argentina, diferente de la del resto de Latinoamér­ica. Por eso, la pérdida de valor de la moneda se asocia aquí a una caída real (ajustada por inflación) de los salarios. “Esto tiene que ver con la estructura productiva y la experienci­a que tenemos de inflación”, diferencia Heymann a la Argentina de países con índices menores al 10%. “El traslado a precios también depende de que la demanda agregada sea débil, como ocurrió en 2002”, agrega.

“La devaluació­n real es costosa e implica un problema de coordinaci­ón de políticas”, opina el profesor universita­rio. “Si uno consiguier­a la percepción entre vendedores y compradore­s de que esta vez no va a haber traslado, entonces el que trasladase perdería demanda. ¿Cómo coordinar esa percepción? Uno podría pensar en acuerdos de precios, pero no están bien vistos y no es fácil que provoquen esa percepción. Los países vecinos pudieron bajar el traslado porque redujeron la inflación, pero

la Argentina primero debe ordenar los precios relativos (el del peso, los de las tarifas) antes de bajar la inflación", concluye Heymann, tras el ejemplo en contrario que intentó el anterior presidente del Banco Central, Federico Sturzenegg­er. En eso coincide Ramiro Albrieu, economista del Centro de Estudios Estado y Sociedad (Cedes).

ALTO PARA RATO. José Fanelli, otro integrante de la Academia de Económicas, profesor de la UBA y San Andrés, opina que “hoy la alternativ­a ativa de atrasar el tipo de cambio no está más disponible, por la falta de acce- cceso a los mercados internacio­nales s de crédito y porque el acuerdo con el FMI (Fondo Monetario Internacio­nal) esta- stablece límites al uso de las reservas”. as”. En contraposi­ción con Albrieu, que recomienda que de ahora en más ás el tipo de cambio acompañe la inflación, ción, Fanelli advierte que eso traería más subas de precios e inestabili­dad. . Albrieu sugiere que si vuelven capitales ales especulati­vos, el Central compre e los dólares y sume reservas, como esta- stablece el pacto con el FMI.

Pero Fanelli considera que la pregunta relevante radica en cuánta ánta inflación habrá: “Si los salarios tratan de alcanzarla, va a haber una inflación más alta, pero no bajará jará el tipo de cambio. Habrá un trade ade off (compensaci­ón) entre salario io y empleo. Eso hay que negociarlo, , no lo va a resolver el mercado. Estos stos programas son difíciles porque e te baja la demanda agregada domés- méstica, el impacto inicial es durísimo imo y hay que negociarlo políticame­nte. nte. No reaccionan de un día para el otro las exportacio­nes, la sustitució­n n de importacio­nes y el turismo interno”. La guerra comercial entre Estados Unidos, China y la Unión Europea pone en duda el crecimient­o mundial y, por tanto, la potencial demanda de productos argentinos, según Fanelli. El economista Damián Di Pace, de la consultora FocusMarke­t, también se preocupa por el trabajo: "La única forma de mantener el tipo de cambio alto es con restricció­n de demanda, pero si las empresas no venden vuelan gente".

Martín Guzmán es investigad­or de la Universida­d de Columbia, profesor de la UBA y coautor de columnas con el Nobel Joseph Stiglitz. Este es su análisis: "Los precios de los bienes que tengan un alto componente comerciali­zable internacio­nalmente subirán. Lo que es menos claro es qué sucederá con los precios de los bienes que tienen un bajo componente transable. La clave es alinear expectativ­as de modo que todos esperen que lo no transable no subirá en proporción a lo transable. Estas intervenci­ones de política son algo que sólo tiene sentido hacer en transicion­es en las que la coordinaci­ón de libre mercado p puede resultar en un equilibrio malo, pero que pasa a ser contraprod­ucente si se las quiere hacer hace todo el tiempo".

Gu Guzmán recomienda otra política mon monetaria: “Si no se cambia el enfoque de política monetaria y si en 2019 se vu vuelve a perseguir metas de inflación que buscan bajar la inflación a veloc velocidade­s sustancial­mente mayores que aquella a la que es factible reducir e el déficit fiscal, probableme­nte pasará lo que en los últimos dos años: que no se logre reducir la inflación tan rápido y que la depreciaci­ón sea men menor que la inflación”.

El economista Guido Lorenzo, de la co consultora ACM, lamenta que “el Gob Gobierno ha perdido mucho tiempo” para acotar el traslado a precios. Propone diálogo con los eslabones de las cade cadenas de producción. Para evitar una apreciació­n del peso, aboga por disc discutir con la oposición cómo bajar el ga gasto público y evitar que las tasas de interés altas vuelvan a atraer capi capitales especulati­vos.

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IMPACTO. La exportació­n y la sustitució­n de importacio­nes sólo mejorarían en el mediano plazo. En el corto se advierte la caída del consumo ante subas de precios y del desempleo.

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