Libros: “El hombre invisible”, de H. G. Wells.
“El hombre invisible”, de H. G. Wells. Libros del Zorro Rojo, 203 págs. $ 925.
Dos elementos destacan esta nueva edición de un clásico de la fantasía y el horror en la abundancia de ediciones en castellano. Primero la serie de extraordinarias ilustraciones a una y dos páginas de Luis Scafati, ubicadas entre el dibujo y el grabado. Luego una nueva, minuciosa traducción de Marcial Souto, gran traductor de J. G. Ballard, Ambrose Bierce, Ray Bradbury y C. Smith. El tercer impacto viene del texto mismo. Pocas veces se ha establecido un suspenso tan prolongado y peculiar a través de un clásico personaje misterioso. Basta recorrer unas pocas páginas para que, además, se imponga el carácter ex- tremadamente malhumorado y poderoso del personaje central. A tal punto que la escalada de mala onda nda que le permite su simple carácter de invisibilidad lo convierten en un verdadero monstruo, a la altura de Drácula o Frankestein, con una curva propia: en realidad de él no se ve nada.
En ese sentido, el impulso negativo irrefrenable del personaje desencadenado se adelanta a buena parte de la literatura del siglo XX (“1984”, por dar solo un ejemplo) en los finales del XIX. Si en “La máquina del tiempo” (1895) Wells había logrado una hazaña de imaginación impar y brevedad contundente, en este e caso, de a apenas dos años más tarde (1897 (1897), se vuelca al otr otro extremo. De he hecho los distinto tintos personajes, e empezando por el protagonista, apenas ap tienen rasgos propios. De algún m modo es como si la invisibilidad se comiera todo con agresividad implacable. Y como si le comunicara al único que la tiene un delirio dictatorial salvaje.
El impulso de Griffin va acompañado por la blandura y falta de consistencia de las autoridades, de la sociedad callejera, de la gente visible, casi títeres destinados a ser barridos. Como si la pesadilla no tuviera reparos en ser mucho más sólida que la realidad. Entre otros libros, prenuncia “La naranja mecánica”, de Anthony Burgess. En este caso, además, Scafati eligió un estilo y una presencia distintos de los de otras de sus adaptaciones. Antes de leer el texto puede parecer escueto. Cuando se va intercalando con las palabras, se muestra como uno de los caminos más eficaces para potenciar el relato. El lector advierte que a medida que las ilustraciones intervienen en el total, el tono chirriante, lleno de equívocos, asusta con metodología doble para consolidar una versión impar de un clásico de la literatura occidental de imaginación.