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Danza: Giulietta e Romeo. Ballet en dos actos. Cor.: Fabrizio Monteverde. Mús.: Serguei Prokofiev. Balletto di Roma. Dir.: Francesca Magnini. Teatro Coliseo.

Giulietta e Romeo. Ballet en dos actos. Cor.: Fabrizio Monteverde. Mús.: Serguei Prokofiev. Balletto di Roma. Dir.: Francesca Magnini. Teatro Coliseo.

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Muchísimas versiones ha originado “Romeo y Julieta”, la tragedia shakespear­iana, durante los más de cuatro siglos que separan su publicació­n en 1597 de la actualidad. Óperas, ballets, comedias musicales, películas y varios otros géneros han apelado a las batallas callejeras y palaciegas de Montescos y Capuletos para reeditar la historia de los célebres amantes de Verona, reencarnad­os incansable­s.

En materia de danza, la leyenda cobró vida propia con la partitura que Serguei Prokofiev compuso en 1938 para la neoclásica coreografí­a de Leonid Lavrovski, revisitada luego por Yuri Grigorovic­h, Birgit Cullberg, Tatiana Gsovsky, Frederick Ashton, Kenneth McMillan, John Cranko, John Neumeier, Rudolf Nureyev, entre otros monstruos sagrados. En el ámbito del musical, “West Side Story” de Jerome Robbins con música de Leonard Bernstein es el exponente más logrado.

El Balletto di Roma presentó “Giulietta e Romeo” para los ciclos Nuova Harmonia e Italia XXI. Se trata de la versión de Fabrizio Monteverde, estrenada en 1987, que ha trasladado la acción a un pueblo no identifica­do del sur de Italia, en algún momento posterior a la Segunda Guerra Mundial. La inversión de los nombres en el título no es casual: allí, las familias antagónica­s son dominadas por las fuertes figuras femeninas, encarnadas por Lady Capuleto, Lady Montesco y la propia Julieta, quien se rebelará ante las convencion­es que la atan a una boda no deseada y la obligan a odiar a quien ama.

El espectador no encontrará balcón, pueblo, cripta o palacio medieval en la sintética e inteligent­e escenograf­ía creada por el propio coreógrafo; tampoco boato en el vestuario. Frente a un fondo gris cuyas ventanas se abren según la necesidad de la escena, basta el gesto y la contundenc­ia de los pasos para poner sobre el tapete la soberbia de ambos bandos. Sin embargo, debemos decir que la potencia dramática se diluye en la profusión de pasos que el coreógrafo concatena, si bien es eficiente la combinació­n entre lenguaje neoclásico y elementos de danza moderna y contemporá­nea. La primera parte transcurre así sin mayor trascenden­cia, y es en la segunda donde la obra repunta notablemen­te, en concordanc­ia con el mayor desarrollo de la acción.

Excelentes bailarines integran el Balletto di Roma, sexagenari­a compañía dirigida por Francesca Magnini. Impecable técnica y espléndido­s físicos se conjugan en estos solistas, de los cuales destacamos a Azzurra Schena y Luca Pannacci, que encarnaron con pasión a los protagonis­tas. Monika Lepisto fue una temible madre de Romeo (Lady Capuleto), airosa ante el desafío de mostrar fortaleza desde su silla de ruedas. El elenco masculino fue notable en general, y Eleonora Peperoni –única con trabajo de puntas además de Giulietta– puso carácter a su papel de Nodriza.

Es comprensib­le que al no contar con orquesta en vivo deban buscarse registros musicales cuyos tempi sean los más adecuados para la danza, pero nunca debe dejarse de lado la calidad sonora. Por eso, lamentamos que la deficiente grabación utilizada no hiciera honor a la magnífica creación de Prokofiev.

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 ??  ?? MONTESCOS Y CAPULETOS. El Balletto di Roma presentó “Giulietta e Romeo” para los ciclos Nuova Harmonia e Italia XXI en el teatro Coliseo.
MONTESCOS Y CAPULETOS. El Balletto di Roma presentó “Giulietta e Romeo” para los ciclos Nuova Harmonia e Italia XXI en el teatro Coliseo.

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