El placer del festejo anual
La Falda volvió a tener su festival de tango. Cumplió exitosamente su 35a edición, como siempre, con artistas noveles y consagrados.
Algunos podrían pensar al de La Falda como un festival “off”. Porque ocurre en julio, porque en sus años '60 fundacionales eligió al tango para separarse de todos los otros, porque siendo una fiesta tanguera no ocurre ni en Buenos Aires, ni en Rosario ni en Montevideo, que se suponen las cunas de este género y hasta han llegado a transformar a la localidad serrana en un lugar dedicado a esta música y este baile desde sus esculturas, sus iconografías urbanas, los nombres de sus calles y un anfiteatro y una estatua que dedicaron a Carlos Gardel.
Es cierto que este encuentro que acaba de cumplir su 35a edición tiene unas cuantas actividades complementarias a lo que sucede en el espacio municipal, un comodísimo estadio cubierto. Hay milongas y muestras musicales populares, intervenciones artísticas espontáneas, una exposición de pintura y un certamen de voces con aspirantes que llegan seleccionados desde diferentes puntos del país. Pero el interés mayor, el que logra convocar a una muy buena cantidad de público que colma la capacidad del anfiteatro está en la lista de figuras que pueblan durante más de cinco horas cada noche el escenario mayor.
Y si algo hay que reconocerles a los productores del festival de La Falda, aún sin darle plenamente el gusto a algún sector del público local que tiende a ser más conservador, es que han ido abriendo el juego hacia artistas que muchas veces trabajan en los límites. En esa lista de los algo atrevidos que actuaron esta vez, aunque sin olvidarse del tradicionalismo originario, podemos mencionar a El Yotivenco (el grupo del actor/músico Rodrigo de la Serna), al quinteto Tangoloco del pianista Daniel García con sus mezclas de autores y estilos, al cantante Omar Mollo (un legendario ex rockero instalado definitivamente en la música rioplatense), a la consagrada Elena Roger (que después de su jugosa historia teatral y en la comedia musical se ha plantado en Gardel y Piazzolla con la comodidad de una experta), a Julia Zenko (una artista multigénero que esta vez se lució con un grupo comandado por Lito Vitale), a la divertida y heterodoxa propuesta del proyecto “Tango corrupto”, a Nicolás Perrone, a Esteban Morgado, etc.
De todos modos, lo más jugado convive con lo musicalmente más conocido, con artistas más o menos consagrados. Como en cada edición, pasaron muchos bailarines con la presencia de Mora Godoy como la referente más esperada. Una vez más, Silvio Soldán fue el principal maestro de ceremonias. Hubo unos cuantos valores nuevos y en ascenso: Mabel Tulián, Marcelo Santos, el siempre presente Contramano Trío, Martín Moine, etc. Y hubo, claro, figuras con probado recorrido como Osvaldo Piro (habitante de La Falda, dicho sea de paso) con su orquesta, Esteban Riera, José Ángel Trelles, Jorge Vázquez, el Negro Falótico, Ricardo “Chiqui” Pereyra, Carlos Habiague –respaldado por la Camerata Académica de Córdoba–, Guillermo Galvé con el bandoneón de Carlos Buono y un gran cierre con Ariel Ardit y su homenaje a Gardel, acompañado por una orquesta sinfónica dirigida por el pianista Andrés Linetzky.