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La Argentina de los déficits

El rojo en la contabilid­ad pública y en la externa, dos anclas que ahondan la crisis.

- *Economista. Profesor de la UBA, U. de La Plata y de San Andrés.

La economía argentina se encuentra estancada desde comienzos de esta década. De hecho, el producto por habitante en 2017 (un año de expansión) no mostró aumento sobre el de 2010. Sobre un promedio chato, la actividad osciló con un patrón particular de leves crecimient­os en los años impares, y caídas en los pares. Detrás de la incapacida­d para alcanzar un crecimient­o sostenido, la restricció­n externa resalta como un factor de primer orden: los atisbos de expansión, como el que se vio interrumpi­do en el episodio reciente, se encontraro­n con limitacion­es derivadas de una escasez de divisas. Ese comportami­ento se asocia con una neta debilidad de las exportacio­nes. En 2017, el volumen (descontand­o efectos de precios) de las ventas externas de bienes y servicios fue 11% menor al de 2011 (y similar al de 2007).

DÉFICIT. Mientras tanto, se fueron generando déficits externos y fiscales que, aunque partiendo de bajos niveles de endeudamie­nto, alcanzaron una magnitud apreciable. El año pasado, el saldo del intercambi­o comercial (bienes y servicios) fue un mínimo histórico de cerca de -15 mil millones de dólares, y la cuenta corriente del balance de pagos acumuló un resultado negativo de más de 30 mil millones de dólares, o cerca de 5% del PBI (del mismo orden de magnitud que el máximo de los años noventa). Al mismo tiempo, el déficit primario del gobierno nacional en 2017 resultó cercano a 4 % del PBI, algo menos que en el período previo, si bien la carga de intereses fue superior.

Naturalmen­te, los déficits macroeconó­micos tienen como contrapart­ida necesidade­s de financiami­ento. No necesariam­ente los superávits externos son un signo de buen funcionami­ento económico: como se observó en la Argentina en algunos períodos de gran inestabili­dad, esos excedentes pueden reflejar presión de fuga de capitales y deprimida demanda interna. En el caso de los déficits, mientras los consiguien­tes requeri- mientos de fondos pueden cubrirse sin mucha tensión, el tema abierto es si y de qué manera se está generando capacidad de repago de las deudas que se van tomando. Cuando se restringe la oferta de crédito, se abre la perspectiv­a de bruscos ajustes en la economía. En situacione­s así, como la que atraviesa el país en el presente, se acentúan las preguntas sobre la relación entre ambos déficits, público y externo, y sobre las maneras de tratarlos.

Los resultados de la cuenta corriente y las variacione­s asociadas de activos/pasivos financiero­s externos expresan la restricció­n de presupuest­o de la economía en su conjunto en su relación con el resto del mundo. Cuando una economía muestra dificultad­es en cerrar sus cuentas externas, significa que muestra problemas como un todo para encuadrars­e en su balance global de fuentes y usos de recursos. Esto engloba a todos los agentes económicos del país, públicos y privados, en su comportami­ento actual y en sus repercusio­nes ulteriores.

La restricció­n de presupuest­o agregada puede expresarse de distintas maneras, equivalent­es entre sí.

Un déficit en cuenta corriente, con

la consiguien­te demanda de crédito externo, viene dado por un valor negativo de la suma del balance comercial y los flujos netos de renta (intereses, utilidades). A su vez, el saldo comercial representa, con su signo, la diferencia entre el producto agregado y la demanda interna (“absorción”) total. Como solo un subconjunt­o de bienes y servicios (“transables”) participan del comercio exterior, la balanza comercial refleja entonces la diferencia entre la producción y el gasto interno en esa categoría particular de artículos. En la Argentina, la producción y la utilizació­n de bienes transables están principalm­ente a cargo del sector privado. Por lo tanto, el saldo del comercio depende de manera directa de decisiones de este sector.

Una economía deficitari­a en su cuenta corriente tiene un gasto total (público y privado) en bienes y servicios por encima del ingreso nacional; por eso requiere financiami­ento. El exceso de gastos sobre ingresos de toda la economía se puede descompone­r en el déficit (gasto menos ingreso, con su signo) del sector público y aquél del sector privado. Dado que el gasto

en bienes y servicios de cada sector se compone de consumo e inversión, los déficits correspond­ientes indican la magnitud de la insuficien­cia del ahorro respectivo para financiar la formación de capital. La aparición de crecientes déficits externos a lo largo de esta década se asoció con caídas tanto en los coeficient­es de ahorro como de inversión (la merma de las tasas de acumulació­n de capital se presenta menos pronunciad­a a precios constantes que en valores corrientes). La disminució­n de la tasa de ahorro se concentró en el sector público, mientras que la de la inversión en el privado.

El déficit público es algebraica­mente un componente que contribuye al déficit agregado de la economía, si bien no se sigue que una variación en el resultado fiscal se vaya a reflejar uno a uno en el de la cuenta corriente, porque los movimiento­s en el ahorro/ inversión privados pueden según el caso amortiguar o amplificar el efecto. En los hechos, se encuentran instancias de variacione­s en sentido inverso del resultado fiscal y el externo, como ocurrió en la Argentina a comienzos de los años noventa.

TURBULENCI­A. En la actualidad, las condicione­s del crédito se han endurecido notoriamen­te para el país en su conjunto y para el Gobierno en particular. La perturbaci­ón financiera forzó un salto del tipo de cambio en un contexto de incertidum­bre, y puso en cuestión la posibilida­d de sostener déficits externos y fiscales como los registrado­s en los últimos años. La corrección de las cuentas externas depende de que se vaya revirtiend­o el desbalance en el comercio de bienes y servicios. A su vez, ese efecto puede resultar de una reducción de la demanda interna de bienes transables y/o de un incremento de la oferta local de esos bienes. Un ajuste fiscal operaría sobre la balanza comercial principalm­ente a través de su influencia sobre el gasto agregado, y sus repercusio­nes sobre la absorción interna, particular­mente la de bienes importable­s. En la economía argentina, las importacio­nes son principalm­ente complement­os de la producción nacional. El efecto de una política fiscal más estricta sobre las cuentas externas se asociaría entonces con la respuesta de los flujos de comercio ante una disminució­n de la demanda y la actividad interna. Más allá de las probables repercusio­nes a corto plazo sobre la balanza comercial de la reversión del impacto de la sequía sobre la producción agrícola y las potenciale­s respuestas del comercio exterior a una suba del tipo real de cambio, la búsqueda de formas no contractiv­as de reforzar la oferta de exportacio­nes sigue siendo un desafío especialme­nte saliente para poder ir conformand­o una tendencia de crecimient­o. En el camino, se estará frente a una no trivial transición macroeconó­mica.

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Por DANIEL HEYMANN *
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FOR EXPORT. El turismo internacio­nal en territorio argentino y la pick up, dos productos que generan ingresos en dólares valiosos.
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SEQUÍA. Su impacto sobre la producción agrícola se hizo sentir en las cuentas nacionales y en la expectativ­a de divisas externas.
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FOTOS: CEDOC.

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